Hace
algún tiempo descubrí la fanfiction, para aquellos que no sepan qué es os diré que consiste en tomar prestados los personajes o historias
que corresponden a otro, pero desde la admiración y el respeto, el autor de
“fanfiction” versiona estos personajes e historias, aunque desde el primer
momento explica que los personajes o historia no le pertenecen, pues los
derechos de autoría y copyright corresponden a su legítimo dueño. Normalmente
la fanfiction no tiene fines lucrativos y es una manera de jugar con los
personajes de otros, sabiendo que no son tuyos y crear tus propias historias.
Yo soy muy aficionada a escribir fanfiction de vez en cuando, lo suelo hacer de
mis series o libros favoritos. La primera historia que escribí de “fanfiction”,
cuando ni siquiera sabía yo qué significaba, fue sobre el “Señor de los Anillos”
pues soy una admiradora incondicional de la obra de Tolkien y cada año me leo
la trilogía completa de “El señor de los Anillos”.
Mi
fascinación por Tolkien me llevó a preguntarme qué ocurría con los gemelos
Undómiel, hermanos de Arwen, porque eran mis personajes favoritos de la
historia junto con Legolas y Tolkien no deja entrever qué le depara el futuro.
Así que yo, decidida a darles una continuidad, escribí una historia en la que algunos
de los personajes principales aparecen creé una elfa para uno de los gemelos
Undómiel, la bauticé Silcelewen Vairelóre y la convertí en un personaje atado a
la historia de Aragorn y la Tierra Media. Esta aventura de mi imaginación
ocurre después de que los protagonistas derroten al Señor Oscuro, cuando
Aragorn recupera el trono que le corresponde.
Insisto
en que los personajes, la historia y el copyright pertenecen a Tolkien, a su
genio creador, yo sólo tomé prestados algunos personajes para jugar con ellos y
escribir mi propia versión sobre
Ellrohir Undómiel.
Silcelebwen Vairelóre
Después de la larga lucha y los días que precedieron a la
misma, Aragorn estuvo organizando las cosas para su Retorno y coronación. El
mundo finalmente tendría un Rey digno de él. Se imaginó el hermoso rostro de su
futura esposa y su alma se llenó de sentimientos contradictorios. Se sentó al
lado de la Doncella Eówyn que todavía no había retornado a su reino en Edoras
y, al verla tan feliz con Faramir, comprendía
la razón que había retenido a la Princesa de los Rohirrin en su reino.
La Doncella percibió que la
miraba y lo observó, como lo conocía bien, supo que algo le preocupaba.
- Mi Rey. – Susurró. - ¿Qué os preocupa?
- Nada importante, Dama Eówyn.
- Os conozco y veo en vos
inquietud, ¿puedo ayudaros en vuestro
pesar?
- Os lo agradezco, pero mis
preocupaciones no deben turbaros. Han ocurrido muchas cosas en muy poco tiempo
y todavía estoy asumiendo el nuevo papel que desempeñaré a partir de ahora en
Gondor y todos los pueblos libres de la Tierra Media.
- Mi señor, sois sabio y habéis
derrotado al enemigo oscuro, por eso os garantizo que todo irá bien a partir de
ahora.
- Gracias por vuestra
amabilidad, señora de los Rohirrin, siempre me alegra ver que cuento con
algunos buenos amigos entre los pueblos libres de la Tierra Media y es un
verdadero honor para mí, que entre ellos, os encontréis vos y el rey Eómer.
- Os prometo, majestad que esta
amistad durará para siempre entre nuestros reinos, pues ahora somos hermanos. –
Eówyn dedicó una sonrisa a Arargon, después se incorporó del salón donde
estaban tomando el té y caminó hacia el patio principal para pasear con
Faramir.
Arargon añoró, en cierta
medida, los sentimientos que ella le
había inspirado y los que él le había producido a ella. Comprendía que, si no hubiese conocido a
Arwen, probablemente se habría enamorado de la Princesa de Edoras por su
fortaleza y su majestad. Él había curado las heridas causadas por el Rey Brujo
y se admiraba por el valor y fortaleza que ella había mostrado al resistirse a
su poder y vencerlo. Ella había escrito una parte importante de la historia, había
ganado la gloria y el poder que tanto había anhelado en su palacio de Edoras, y le alegraba que fuera así. No había muchas
mujeres como Eówyn de la Marca y le alegraba que su Senescal hubiera encontrado
una Dama digna de su estirpe.
Paseó por el palacio
reflexionando sobre los acontecimientos recientes, sobre el futuro porque al
día siguiente sería su coronación y matrimonio.
Gondor despertó al día siguiente
con emisarios de todos los pueblos libres de la Tierra Media. El Rey tomó a su
esposa y, juntos, su reinado, pero algo
inquietaba a Ellessar. Todos habían
asistido a la celebración, pero echaba de menos una Alta Elfa que había
prometido, muchísimo tiempo atrás, asistir a la coronación del heredero de
Isildur.
El Rey temió que la
larga espera de la Dama hubiera extinguido su vida y no pudiera cumplir el juramento
que la había atado a la Tierra Media y al linaje de Elendil.
Tras la fiesta el Rey despidió a
todos los invitados, el último de ellos fue uno de los mejor recibidos.
- Vuestra coronación ha sido un
éxito.
- No me trates como un Rey,
amigo mío, pues tiempo atrás has mostrado
tu lealtad y hemos luchado en la batalla juntos.
- Gracias, Ellesar, pero vos devolvisteis la esperanza a
este mundo y por eso merecéis mi respeto.
- Y tú mereces el mío, Legolas,
pues sin ti nada de esto habría sido posible; me acompañaste por caminos
tortuosos y en ningún momento desfalleció tu espíritu.
- Y lo volvería a hacer, me
siento honrado de haber formado parte de ese Concilio y de los caminos que
tomamos.
He querido ser el último en irme porque deseaba pedirte
permiso para instalarme con algunos de mis hermanos y pájaros del Bosque Negro
en Ithilien. Si me lo concedes, formaré mi reinado aquí.
- Serás bienvenido, Legolas,
necesitamos algunas de tus hermosas gentes en nuestro hogar, así Arwen se
sentirá un poco menos sola y, por un tiempo, podrá disfrutar de vuestra
compañía y olvidar aquello a lo que ha renunciado.
- Entonces así se hará, pero te conozco, hermano, y veo que hay algo que te inquieta.
- Es cierto. – El Rey de Gondor contempló la lejanía y su
mirada se ensombreció. – Aguardaba a alguien en mi coronación y no ha asistido.
- Todos los pueblos libres han
enviado emisarios.
- Ella no pertenece sino a la Tierra
Media y los herederos de Elendil, su vida la ató a nuestro destino hace mucho
tiempo.
- ¿De quién se trata?
- Silcelebwen Vairelóre, es una alta semielfa Nandor que vivió en
Númenor hasta que Elendil y sus hombres se trasladaron a la Tierra Media, los
siguió en su aciago destino y todos los herederos de Elendil la amamos por
encima de todo y todos. Largo tiempo atrás tejió sueños para nosotros; los
adultos y los niños, los viejos y los jóvenes. Pues eso era ella, una Tejedora
de Sueños, nos contaba historias sobre tierras lejanas, princesas, príncipes,
reinados encantados...
Era hermosa como una mañana de primavera
y su voz era dulce, nos envolvía y nos dejábamos arrullar por sus palabras.
Al principio de los tiempos de
Númenor su familia y ella se trasladaron a vivir con mis antepasados.
- Una nandor, ¿queda algún nandor
a este lado del Mar?
- Únicamente ella, su madre se
casó con un noble de Númenor y vivieron felices un tiempo, pero el mar la llamó
y partió con sus dos hijos. Silcelebwen se quedó para seguir tejiendo sueños
para nosotros.
Hace mucho tiempo selló su
destino a Númenor, a mi gente y mi pueblo.
- ¿Por qué?
- Su amor partió y juró
esperarla el tiempo que fuera preciso por ella, pero su promesa fue en vano.
Años después Círdan comunicó a
la Doncella que su príncipe la había abandonado y elegido a otra por esposa.
Con el corazón roto juró que nunca abandonaría la Tierra Media a no ser que
alguien digno de ella mostrara su amor por Endoré y los descendientes de
Elendil.
Cuando Númenor cayó ella vino
con los fieles en su barca, se internó en un Bosque y vagó por él. Durante un
tiempo la visitaban con frecuencia, pero un día Silcelebwen ya no estaba.
Yo la conocí en mi infancia en Rivendel, durante un tiempo estuvo con
nosotros y luego partió. No
supimos a dónde había ido, algunos afirmaban que había roto su juramento y
partido a los Puertos, otros aseguraban que la Doncella Tejedora de Sueños
había sido capturada y asesinada.
Yo albergaba la esperanza de que viniera el día de mi coronación, pero no llegó.
Sé que vendrá y la veré antes de
partir a mi último viaje, pero todavía se debe cumplir su destino.
Ahora debéis partir, hermano, la
noche es larga y mi bella esposa aguarda por mí.
- Que descanses, hermano. - Legolas Hojaverde abandonó la terraza del
Rey y se encaminó a su dormitorio, al entrar se encontró a los gemelos Undómiel
y Haldir.
- ¿Te apetece pasear, Legolas? –
Preguntaron y el heredero de Thranduil y sus amigos salieron a caminar a la luz
de las estrellas.
Los elfos contemplaban las
estrellas en el cielo, las aves nocturnas que volaban sobre la ciudad y la
quietud, a esa hora nocturna, en la que la mayoría de los habitantes de Gondor
y sus invitados se habían ido a descansar. Sin embargo, otro grupo estaba
también paseando por la ciudadela, los Elfos no tardaron en reconocer la melodía
de un grupo muy animado de hobbits. Una voz resonó por encima del resto.
Y el dulce aroma de la Doncella llenó siempre el arroyo,
Ai, lara, lara, lara
Y su dulce mirar de plata conquistó mi corazón
Ai, lara, lara, lara.
Por las noches la visitaba...
Ai lara, lara, lara...
Y admiraba su mirdada.
Legolas, los gemelos y Haldir caminaron hacia los hobbits,
allí vieron a Meriadoc Brandigamo, Peregrin Tuk, Frodo Bolsón y Samsagaz Gamyi,
acompañados por Gimli, hijo de Glóin.
- Buenas noches, amigos. –
Saludaron los eldar.
- Buenas noches. – Frodo Bolsón
se incorporó y saludó a los recién llegados. – Sed bienvenidos a esta
celebración hobbit.
- ¿Qué cantabais?
No
parecía una melodía jocosa de los hobbits. – Indagó Elladan Undómiel.
- Y por cierto que no lo era. –
Contestó Samsagaz Gamyi. – Es una canción sobre una hermosa desconocida. Una
vez, cuando niño, al pasear por el Brandivino la encontré sentada en una roca. Al
verla me pareció un espíritu o una ninfa, pero no tengo un claro recuerdo de
ella. Sólo sé que era más hermosa que todas las cosas que hay sobre la tierra y
más triste que una llanura sin flores. Me senté a su lado, ella me sonrió y
acarició mi cabello. Sentí que un poder emanaba de ella y me postré a sus pies,
ella sonrió, me tomó en brazos y me habló largo y tendido.
Habló de bosques y lagos, princesas y seres fantásticos,
maldad y bondad. Un hermoso animal parecido a caballos, pero con un cuerno en la
frente...
Me invitó a soñar y no he dejado
de hacerlo desde el momento en que la vi.
Era muy hermosa, pero siempre he
sabido que fue un encantamiento de mi imaginación. Hoy la recordé porque me
pareció verla en el bosque e improvisé esta sonatilla para ella.
- ¿Nos la cantáis entera? – Rogó
Ellrohir Undómiel.
- Pero... mi señor... mi voz no
es noble… y...
- Por favor, Sam.- Bromeó
Legolas. – Somos amigos, hemos luchado para conseguir un futuro y nos gustaría
oír tu historia.
-
De acuerdo.
Era un día de Primavera
Ai lara, lara, lara
Cuando vi a una Doncella
Ai lara, lara, lara
Con cabellos cual espigas de trigo
Ai lara, lara, lara
A la orilla del Brandivino
Ai lara, lara, lara
Sentada estaba ella, en una roca
Belleza sin desatino
Ai lara, lara, lara
Y el dulce aroma de la Doncella llenó siempre el arroyo
Ai lara, lara, lara
Y su dulce mirar de plata conquistó mi corazón
Ai lara, lara, lara
Por las noches la visitaba
Ai lara, lara, lara
Y admiraba su mirada...
Doncella tallada en Oro...
Ai lara, lara, lara
Y bañada en esmeraldas...
Ai lara, lara, lara...
No hay belleza en el mundo
Ai lara, lara, lara
Que ensombrezca tu mirada...
Ai lara, lara, lara
Vuelve a mí, Dulce Princesa...
Ai lara, lara, lara
Y de plata te vestiré
Ai lara, lara, lara
Y por siempre te amaré.
- Sam observó a sus oyentes y se ruborizó levemente. – Esa
era mi historia. – Y en el ruido del lejano bosque, los elfos, los hobbits y el
enano parecieron escuchar una risa cristalina.
- ¿Habéis oído una risa como una
hermosa mañana de primavera? – Indagó Gimli, hijo de Glóin, y miró en derredor.
- Sin duda es la cerveza y el
vino que hemos disfrutado en la coronación. – Contestó Samsagaz, no dado a
divagaciones.
- Sí, eso será. – Ellrohir
Undómiel dio la razón con desgana, pues en su fuero interno supo que ella
estaba cerca, escuchándolos y deseó buscarla para convertirla en su esposa. Su
hilo de pensamientos fue interrumpido Legolas Hojaverde.
- Es hermosa tu canción, Sam, y
sé quién era tu Doncella.
- También yo la conocí. – Sonrió
Elladan Undómiel. – Pero de eso hace varias edades, años después la vi otra vez y seguía tan
hermosa como la primera vez que la vi, cuando era un polluelo recién salido del
cascarón.
¿No es así, hermano?
- La hermosa Silcelebwen
Vairelóre, alta semielfa Nandor que habitaba en Númenor hasta que Elendil se
trasladó a la Tierra Media. Nos enseñó a
soñar, a imaginar cuan bello era el mundo y deseamos fundirnos con ella; la más
bella entre los nuestros.
Yo la amé y mi
hermano también. – Ellrohir sonrió a sus amigos. – Y todos los elfos así lo
hicieron alguna vez, pero su corazón estaba roto.
- Contadnos su historia. – Rogó
Frodo Bolsón.
- Yo os la contaré. – Intervino
Legolas. – Tal y como a mí me la contó Arargon.
Todos escucharon atentamente la historia y después, los
gemelos Undómiel, de que Legolas cantaron una hermosa melodía.
La Doncella se fue al alba,
Y juró por su honor
que a nadie amaría
Pues su alma estaba rota
Y como amaba a Númenor, él su destino sellaría.
Déjame quererte, Endore,
Aquí viviré siempre, a tu tierra Atada.
Ningún elfo amaré, seré tu esposa fiel.
Y ella, la hermosa Nandar,
Escuchó el rumor del río
Y se perdió
Lejos de Eldamar
Y también de Endore.
¿Dónde está la belleza oculta?
Lejos o cerca, nadie sabe,
Tal vez vuelva
Si alguien digno de ella
Por su amor por Endore,
Por su fidelidad a Elendil.
Desposarla quisiera.
- Los gemelos sonrieron. – Esta
canción es muy antigua, era más larga y con más melodía, pero la escuché cuando
era un niño y la olvidé. – Explicó
Elladan.
- ¿No fue encantamiento de mi
mente? – Sam dedicó una mirada a sus amigos. – Entonces si había visto un elfo
antes de ir al Reino de vuestro padre.
- Nosotros sólo la vimos una
vez. – Intervino Elladan.
- Y desde ese momento sólo
deseamos verla de nuevo. – Concluyó su gemelo. – Amigo Sam, no fue tu
imaginación, fue nuestra amada Doncella que tejió para ti un sueño...
Fuiste afortunado,
pues se sabe que en mucho tiempo no ha tejido historias para nadie. – Ellrohir
observó a Sam. – Y cuán viva está en tu mente, tanto que aún me parece verla y
olerla.
- Te dio su don. – Dijo Legolas
sorprendiendo a todos.
- Tanta belleza y dulzura, tanto
amor y esperanza. – Frodo Bolsón miró a sus amigos. – Me gustaría verla a mí
también.
- Es hora de ir a descansar,
hobbits y señores Elfos... – Gimli contempló la noche. – Las estrellas han
cubierto el manto de la noche y es hora de ir a dormir.
- Sí, es cierto. – Afirmaron
todas las voces, salvo Ellrohir, quien vio cómo se alejaban los demás. Fue
paseando hasta el arroyo y se sentó en una piedra, soñando con la hermosa
nandar.
Se recreó en el cielo y las
estrellas, dejó que su alma llorara por el sonido del mar y deseó regresar a
Eldamar.
Un destello llegó desde el otro
extremo del Río, el príncipe levantó su mirada y frente a él, descubrió el ser
más hermoso de Endore. Tenía el largo cabello dorado y rizado, su rostro
resplandecía a la luz de las estrellas y sus ojos parecían hilos de plata. Su
rostro era orgulloso, tallado en mármol, y los labios del color de las
frambuesas, llevaba una larga túnica verde esmeralda y una hermosa capa tejida
en hilos de plata, en su largo cuello de garza un collar con esmeraldas, de
manos delgadas y bellas. Sobre la melena del color del trigo brillaba una
hermosa corona tallada en plata y esmeraldas. Al mirarla percibió en ella una
belleza sin par, ningún elfo que él conociera tenía esos rasgos tan dulces y
tristes. Ninguno que él hubiera visto mostraba tal nostalgia en su mirada y
sintió que su corazón latía con fuerza y supo que la amaría siempre.
Volvió su mirada al Río, pero la
Dama había desaparecido.
Cabizbajo regresó a su alcoba.
Pasó el tiempo y la comitiva del Rey abandonó la ciudadela,
todos los emisarios de los Pueblos Libres regresaron a sus hogares. El Rey y la
Reina acompañaron las exequias de Theoden de la Marca y asistieron a la boda de
Eówyn de Rohan y Faramir de Ithilien.
Pasaron cuatro años, el Rey
jugaba con su hija Vairelorewen en el jardín cuando un resplandor apareció en
la puerta.
La niña, de cuatro años, corrió
hacia el resplandor y la hermosa figura dorada la tomó en sus brazos.
Ellessar Telcontar se incorporó,
ella no tardó en llegar a su altura y el Rey le hizo una reverencia.
- Bienvenida, Doncella Vairelóre.
- Majestad, mi Rey... Soy yo la que debe inclinarse y no vos. – El
Rey elevó su rostro y enmudeció al verla de nuevo.
Su dorado color de piel se había
extinguido, el collar que tiempo atrás le habían obsequiado los numeranos
seguía en su largo cuello de garza, sus manos eran largas y suaves, pero sus
ojos, grises como la plata, hablaban de tristeza.
- Mi Rey he venido a rendir los
respetos que corresponden, siento el retraso, pero supongo que temía ver de
nuevo mi amado pueblo. – Su voz sonó cristalina y dulce, Ellessar Telcontar,
recordó las veces que la Doncella le había obsequiado con sueños y sintió
infinita gratitud hacia su persona. – Pronto he de partir a Eldamar, la promesa
que le hice a mi madre se debe cumplir... Sólo he venido a despedirme.
- Silcelebwen... Cuantos bellos
recuerdos olvidados acuden a mí al teneros frente a mi humilde persona.
- Vuestra hija es hermosa y será
reconocida, muchos la amarán como heredera de su madre y vuestro Reino jamás
conocerá el fin.
- Vairelorewen es el nombre de
mi hija. – Sonrió el rey. – En vuestro honor así fue bautizada, pues vos, dama,
unisteis vuestro destino al mío y concedisteis lealtad sin igual a mi pueblo.
- Gracias admirable Piedra
Élfica.
- Os dejo con ella. – El rey
miró a la tejedora de sueños. – Haced soñad a mi hija como una vez hicisteis
con el padre. – Y Ellessar dejó a la noble doncella con Vairelorewen.
Las dos se sentaron bajo el sol
y la tejedora de sueños tejió para la
hija del Rey un sueño. Nuevamente la niña se fascinó con la dama, como tantos
otros habían hecho antes, y la rodeó con sus brazos.
Ellrohir, quien estaba de visita en el Reino de Legolas, llegó al
Palacio y caminó hacia el patio, abrió de par en par al encontrarse a su
sobrina en brazos de Silcelebwen. Su hermoso rostro dorado, la larga y rizada
melena, los brillantes ojos cual hilos de plata, la corona y la túnica...
Se detuvo y la observó. Se
aproximó a ella y escuchó fragmentos del sueño que estaba tejiendo para
Vairelorewen y también él, curtido en mil batallas, príncipe de un pueblo de elfos
y poderoso entre los suyos, cayó preso de su hechizo y también él soñó.
- Silcelebwen. – La llamó, ella
elevó su mirada, enmudeció y oyó por primera vez en muchos años la llamada de
Eldamar. Escuchó un susurro de su madre rogando que regresara con su familia y
ella, acostumbrada a soñar para otros, soñó para sí misma y deseó partir a su
hogar más Allá del Mar. Ya no le preocupaba que Helwa hubiera elegido a otra
por esposa, lo único que añoraba era a su familia. Besar el rostro suave de su
madre y abrazar a sus hermanos.
- Vuelve hija mía, vuelve a
Eldamar – Insistió la voz de su madre y ella sonrió por primera vez en mucho tiempo.
Su mirada se volvió Dorada como la luz del sol y sus hermosos ojos plateados se
convirtieron en hilos de plata con pequeños fragmentos esmeralda y de sus
labios frambuesa se escapó un suspiro.
- El mar me espera – Sonrió al
Elfo y lo vio tan hermoso como la primera vez que lo había conocido, unas
cuantas edades atrás. El porte noble, los grises ojos, la voz suave y
melodiosa, la sonrisa. Lo contempló en toda su grandeza, llevaba una corona de
plata sobre su frente, una capa cubría su cuerpo, un traje plateado con un
cinturón verde, sobre la espada el carcaj de las flechas y un afilado puñal con
dibujos noldor en su cintura. El hermoso y sabio rostro del color de la madera
de los árboles y con reflejos dorados. Lo miró y sintió un cosquilleo en el
estómago, había atado su destino al de él mucho tiempo atrás, sin saberlo.
Finalmente se incorporó y con la
Princesa de Gondor en sus brazos se aproximó a él.
- Ellrohir Undomiel, hijo de
Ellrond. – Lo llamó. - Mi mañana es el mañana de los herederos de Elendil, el
rey Gobierna y yo me voy a Eldamar.
- Yo luché por vuestro Rey y no
dejaré que abandonéis Endore. – Tomó el rostro de ella con sus dedos. –Mi
destino es vuestro destino y por eso deseo que os convirtáis en mi esposa, pues
juro que sois hermosa y deseo soñar con vos y tejer nuestros sueños en Eldamar.
- Ellrohir Undómiel, sois noble y yo quiero que seáis mi esposo. Yo os elijo porque salvasteis
a mi Rey porque sois noble y mi alma no ha descansado desde que os vi hace cuatro
años. Tejamos juntos nuestros sueños y creemos un tapiz con ellos.
- Así sea, mi amada. – Ellrohir Undomiel y Silcelebwen
Vairelore se besaron y entre los dos, feliz, estaba Vairelorewen.
Después de un tiempo fueron a
ver al Rey, quien recibió con dicha la noticia de su matrimonio.
Y Ellrohir llamó a sus amigos
hobbits: Frodo Bolsón, Meriadoc Brandigamo, Peregrin Tuk y Samsagaz Gamyi,
quien al contemplar de nuevo a la hermosa doncella le cantó la canción que
había compuesto para ella, y la Dama, bondadosa y fiel, sincera y honesta, besó
al hobbit y le regaló unos cuantos sueños más para sus muchos hijos.
Y el tiempo pasó y la felicidad
llenó Endore durante largo tiempo, pero en el momento en que Ellessar, Piedra Élfica,
se marchó con los reyes de antaño la Doncella y su esposo, junto con Gimli,
hijo de Glóin, Legolas Hojaverde y Samsagaz Gamyi abandonaron por siempre la
Tierra Media y partieron a Eldamar, donde la familia de la Dama la recibió
orgullosa al ver su sabio esposo.
Y allí, al Otro lado del Mar, en
la Tierras Imperecederas que nosotros nunca lograremos alcanzar, vivieron
felices eternamente Silcelebwen Vairelóre, Esposa de la Tierra Media y su
marido, Ellrohir Undómiel.
Y hasta aquí este fanfic, espero
que os haya gustado. Yo no puedo escribir como Tolkien, pero de vez en
cuando, me gusta tomar prestados sus
personajes y, desde el respeto y admiración,
versionar su historia.
Como siempre, publico la Novena a San Judas
Tadeo.
San Judas Tadeo, apóstol y mártir, fiel
intercesor de todos los que invocamos tu patronato especial. En tiempo de
necesidad a ti recurro, desde el fondo de mi corazón, y humildemente te invoco,
a ti San Judas, que cumples milagros y ayudas a quienes ya no tienen esperanza.
A ti, a quien Dios concedió ese gran poder para venir en mi auxilio. Ayúdame en
esta petición actual y urgente, a cambio yo prometo dar a conocer tu nombre y
hacer que otros te invoquen.