sábado, 28 de noviembre de 2015

El demonio dentro de uno mismo

Tras meses y meses sin actualizar, debido a circunstancias personales que me tuvieron un poco triste y por fin, he decidido actualizar el blog. Espero a partir de hoy seguir poniendo contenidos cada semana como solía hacer. Como siempre hoy hago una reflexión sobre "el demonio", pero no voy a hablar del de los cuernos que nos describen en la religión católica, sino de los que residen en nuestro interior.
Cuando la gente habla de demonios tendemos a imaginarnos a los típicos demonios de los que nos han hablado de pequeños: rojos, con cuernos y con cara de monstruos.
La realidad es que, los verdaderos demonios, son aquellos que no se ven. Son invisibles a nuestros ojos, infecciosos y perniciosos. Son los demonios que se ocultan dentro de nosotros y de nuestros seres queridos. Son los que te hacen daño desde dentro y te imposibilitan ir hacia adelante.
 A los demonios de mentira se los puede derrotar y a los de verdad, a veces. Yo, en mi interior, tengo un montón no visibles a simple vista, una colección en realidad. Lo que ocurre es que los tengo siempre bajo control, atados para que no hieran a los demás y no les hagan daño. Nunca he comprendido por qué la gente engaña a los demás o  los traicionan. Quizás debería haber nacido en otra época porque, a pesar de lo que veo cada día, todavía creo en la bondad del ser humano y tiendo a ver siempre lo mejor de los demás. Voy a ser sincera yo he visto al demonio; todos lo habéis visto,  y entiendo a qué se referían los antiguos cuando hablaban de su existencia.


   El demonio es un ser querido perdiendo la cabeza, eres tú mismo cuando te miras al espejo por la mañana y no te gustas, es esa persona que no te cae bien por alguna razón desconocida, cada día que pasas delante de un necesitado y lo ignoras, el político corrupto que dice que él no ha robado, el estudiante que acosa a un compañero, el terrorista que mata por un ente Superior e ignora que el diablo escondido no es otro que él mismo.
     La lista, si nos paramos a pensarla, es casi infinita y, lo peor de todo, es que cada día se hace más grande.
     Confieso que me educaron en la religión católica y, de pequeña, siempre creía que el demonio no existía porque si Dios era tan bueno no permitiría su existencia. Ahora, bastante más mayor, no sé si existe o no un ser superior, pero lo que sé con toda certeza es que el demonio sí.
Está en nosotros mismos luchar contra él o no.

Os daré un consejo antes de dejar esta reflexión de hoy, nunca os fiéis al cien por cien de los demás, algunos son mentirosos, manipuladores que sólo se preocupan de su propio bien porque tienen su propio demonio interior. Yo he confiado en personas que me han traicionado; no les tengo bronca. Reconozco que he pasado una mala temporada preguntándome por qué, pero ya he dejado de hacerlo. Comprendo que cada cual actúa según sus propios principios e ideales y por eso respeto a los demás, no sé si los demás me respetarán a mí, pero yo no voy a cambiar. Me gusta ser como soy, a pesar de que me acabo llevando decepciones. Por suerte tengo gente fantástica a mi lado, amigos estupendos que están siempre, familiares en los que puedo confiar y sigo creyendo en que entre las personas hay más gente buena, que mala. Me llevaré decepciones, pero al menos soy fiel a mí misma.

La Noche

El cielo se oscureció, el alma que vagaba por la casa permaneció en silencio viendo como el sol se apagaba. Mucho tiempo atrás los habitant...