viernes, 26 de mayo de 2017

Un relato sobre un personaje de mi novela negra

Hace algún tiempo empecé mi primera novela negra y las primeras páginas incluso las publiqué en este blog. Sin embargo llegó un momento en el cual sufrí el bloqueo del escritor. La principal razón es probablemente porque a lo largo de los capítulos de la novela he escrito escenas bastante sórdidas y me costaba aceptarlas. No porque no me sienta orgullosa, todo lo contrario me siento muy orgullosa de lo que he escrito, sino porque no sabía muy bien de dónde me salían esas ideas. Mis personajes en la novela son imperfectos, la mayoría son asesinos o gente de honestidad cuestionable. Hace un par de semanas de pronto escribí una escena en la que apareció por primera vez Miguel Garrido. Él es un misógino, asesino de mujeres, violento, un tipo de lo más amigable como imagináis. El caso es que una vez apareció el personaje me recuperé de mi bloqueo y empecé a escribir. De hecho he pasado de tener sólo 50 páginas a 110, lo que dice lo mucho que he trabajado estas dos semanas. Debo explicar mi sistema de escritura en este punto, normalmente cuando escribo una historia sé exactamente dónde empieza, dónde acaba y el camino que deben seguir los personajes. Sin embargo mis personajes son netamente egoístas y se desvían por lugares con los que no contaba. Yo trato de enderezarlos pero, para bien o para mal, ellos ya tienen su propio plan de actuación. Miguel, como todos, venía con un guión de fábrica que no respetó y, al final, consiguió quitar el bloqueo del escritor  y por esa razón merece su propio espacio en este blog literario a pesar de ser un maltratador, misógino y asesino de mujeres. 
La escena que escribo a continuación no forma parte de la novela y advierto que contiene violencia, insultos a la mujer y todo lo que se espera de un asesino de mujeres. Miguel Garrido no es un santo, sino un demonio muy perverso.

MIGUEL GARRIDO
Llegó a la casa de su padrino cansado de un largo día. En su casa la estúpida de su mujer no había sido capaz de hacer una cena decente, así que le había tenido que enseñar un par de cosas y a los imbéciles de sus hijos también por haber tratado de proteger a su madre. 
Las mujeres eran todas estúpidas y débiles, merecían aprender sus lecciones de un hombre como se debía ser. Alguien a quien no le importaba mostrar la fuerza con el sexo débil.
Entró en el horno de la casa, abrió la puerta y movió los restos que quedaban de la última a la que había enseñado una lección. Juliet Neal, una mujer a la que había conocido en el gimnasio y que era una puta. Iba al gimnasio, un espacio de hombres, mostrando su cuerpo, paseándose medio desnuda y haciendo que muchos hombres débiles se giraran para observarla. Lo peor de todo es que llevaba una alianza en su dedo, lo cual mostraba el tipo de zorra que podía ser porque estaba casada y aún así se paseaba medio desnuda por un lugar lleno de otros hombres. Lo enervaba pensar en ella, por fortuna ya no volvería a molestar a nadie.
Matarla había sido una tarea sencilla, en realidad no tenía fuerza para luchar contra él porque era pequeña y ridículamente débil. Intentó jugar la baza de los hijos, pero Miguel estaba convencido de que sus hijos estaban mejor sin una madre furcia. Retiró las cenizas y los trozos minúsculos de huesos que quedaban de la puta y los llevó al jardín de la casa donde la usó como abono de los árboles frutales. 
Miguel se sentía afortunado por tener este espacio propio. El pueblo en el que su padrino se había criado estaba ahora abandonado, la única casa que se mantenía en pie era la suya y eso era bueno para la importante labor de Miguel de eliminar del mundo al mayor número posible de débiles putas.
Con la tarea hecha regresó a la casa, olía a cerdo quemado y por eso no podía traer a su próxima lección durante al menos una semana. Era una lástima porque ya había localizado a la mujer que merecía una lección.
Se llamaba Alberta y asistía semanalmente a hacer la compra al supermercado. Era una mujer alta, tenía músculos y no le importaba poner camisetas que marcaran su pecho y sus bíceps. Era una estúpida si creía que por tener músculos iba a poder defenderse. 
Todas las mujeres eran estúpidas, débiles y merecían morir.
Su propia madre había muerto por ser demasiado débil, su padre le había enseñado una lección cuándo estaba embarazada y tanto ella como el hermano que iba a tener murieron desangrados. 
Unos gilipollas fueron a buscar a su padre y el inútil acabó en la cárcel, con lo cual tuvo que irse a vivir con la inepta de su abuela. Una débil mujer que no sabía cómo tratar a un hombre como era él, pero de quien aprendió una lección valiosa. Las mujeres son útiles si saben hacer la comida y limpiar la casa para que esté impoluta. Fuera de eso, basura, pura mierda.
Fue hacia la ducha de la casa, tras echarse jabón para quitarse el olor a cerdo quemado se marchó cerrando la puerta hasta la semana siguiente cuando Alberta aprendiera a no tener músculos.
FIN

Sí, lo sé, es un cabrón. (Perdón por la palabra malsonante, pero es obvio con qué tipo de persona estamos tratando). No es el único de mi libro y es uno de mis favoritos tras Aiden Sánchez el asesino de las flores, mi protagonista, y la viuda negra con la que estoy trabajando estos días.
La escena es sórdida, pero las he escrito más duras en esta novela. Si os animáis a dar vuestra opinión os invito para ver mi capacidad para crear personajes malos.
Hasta el próximo Tejedora e Hilandera de sueños ;)

martes, 16 de mayo de 2017

Un cuento contra el acoso y a favor de las diferencias

Hoy en "Tejedora e hilandera de sueños" quiero compartir un breve cuento escrito para hablar de las diferencias entre las personas y la necesidad de que no haya tanta discriminación por ser diferente.

EL PATITO AMARILLO

Había una vez un Patito, tenía las plumas amarillas, las patas y el pico naranja como los demás patitos del estanque. Sin embargo este Patito no era como los demás. Le gustaba nadar hacia atrás, hablar bajito y jugar con los cisnecitos y ranitas del estanque. Sus padres se dieron cuenta que su hijo era diferente a los demás, tenía más curiosidad y era menos miedoso que sus compañeros patitos. Le gustaba mirar las estrelas del cielo por la noche y obervar a los humanos que paseaban por el parque.
Los demás patitos no lo comprendían y se metían con él, le decían "Eres un patito como nosotros, pero te comportas como si tuvieras las plumas encarnadas" y el Patito se sentía triste y solo. 
Había días en que deseaba ser como toods los demás, nadar hacia adelante, hablar alto y dormir en lugar de mirar las estrellas en el cielo. Él no comprendía que ser un Patito poco convencional no era malo.
Un día cansado de jugar solo decidió compotarse como los demás patitos; empezó a hablar alto, dejó de mirar las estrellas del cielo y empezó a nadar hacia adelante. Pronto los demás patitos amarillos empezaron a jugar con él, se reían de sus bromas e incluso lo invitaban a sus casas porque ya era uno más de ellos. Sin embargo el Patito se seguía sintiendo solo, incluso jugando con todos los demás patitos del estanque. Tener amigos patitos era divertido, pero echaba de menos las bromas de las ranitas y los chistes de los cisnecitos.
Durante algún tiempo el patito jugó a disfrazarse, fingir ser como todos los demás era más fácil que ser él mismo. 
Un día una nueva familia de patos se trasladó al estanque. Los adultos tenían las plumas del color de sus padres y los patitos pequeños las tenían amarillas, el pico y las patas naranajas. Eran como todos los demás patos, pero a esta nueva familia le gustaba nadar hacia atrás, hablar bajito y jugar con las ranitas y los cisnecitos. Por las noches miraban a las estrellas y se reían con los cisnecitos y las ranitas. Los patos y patitos del estanque se hicieron amigos de la nueva familia, a pesar de que eran diferentes a ellos mismos y el Patito no comprendía la razón.¿Por qué con los nuevos patos eran tan amigables cuando a él lo trataron tan mal por ser diferente?
Un día el Patito estaba nadando hacia adelante y el papá pato de la nueva familia fue a hablar con él. 
El pato adulto invitó al Patito a nadar hacia atrás con su familia y a mirar las estrellas por la noche. El Patito no entendía la razón y le preguntó al papá pato porque lo invitaba a nadar con ellos. El papá pato le explicó que los cisnecitos y las ranitas le habían hablado de su amigo el Patito que nadaba hacia atrás, miraba las estrellas y contaba los chistes más divertidos de todos. El Patito se sorprendió de que sus amigos ranitas y cisnecitos hablasen de él y se preocupasen cuando ya no era el de siempre. Llevaba tiempo sin escuchar sus chistes y sus cuentos, demasiado ocupado jugando a ser un patito más como todos los demás.
Entonces el papá pato le explicó que ser diferente no era malo porque cada pato era diferente a pesar de sus plumas, su pico y sus patas. También le dijo que ser distinto por fuera no era malo porque los cisnecitos y las ranitas eran sus amigos a pesar de su exterior porque tenían el mismo corazón.
El Patito se sorprendió porque él siempre había considerado que ser un pato poco convencional no era bueno, pero entonces el papá pato la explicó que ser poco convencional también significaba ser extraordinario, único en esencia.
Así que el Patito escuchó las sabias palabras del papá pato y decidió volver a nadar hacia atrás, mirar las estrellas del cielo por las noches, hablar bajito y retomar su relación con sus viejos amigos las ranitas y los cisnecitos.
Y un día descubrió que era feliz porque tenía amigos de verdad, que no se fijaban en sus plumas amarillas, sino en el corazón que había debajo.
FIN

Este pequeño texto es para reivindicar la singularidad de cada persona que hay en el mundo y me gustaría que llegara a todas las personas que se sientan especiales por criticar a aquellos que son diferentes por raza, educación o sexualidad y también como un grito desgarrado contra todos los casos de acoso que hay en los colegios. Considero que todos los niños deberían leer esta pequeña historia para comprender la importancia de sentirse orgullosos de sí mismos, sin importar el ruido que hagan los demás. Si como yo pensáis que la singularidad no debería ser criticada os animo a compartir el blog en todas vuestras redes sociales para que el mensaje llegue a todo el mundo que quiera escucharlo.
Hasta el próximo Tejedora :)


miércoles, 3 de mayo de 2017

Un breve relato de Amor

Hoy en "Tejedora e hilandera de sueños" un breve relato sobre un amor que va más allá del tiempo. Esta es una idea con la que ya jugué en "La Noche de San Juan" uno de mis manuscritos favoritos. 

 AMOR

Se pasó buena parte de la noche leyendo relatos breves de amor, era su pasatiempo favorito desde que había roto con su último novio, Pedro. Era una romántica empedernidad y ya que no tenía el amor le gustaba leer historias sobre él. Ella achacaba la culpa a las películas de Disney que había devorado de pequeña y a la lectura de románticos como Bécquer, Larra, Keats o Lord Byron. Tras leer la última historia decidió cerrar el libro era demasiado dulce, incluso para ella. 
Al día siguiente tendría que madrugar para trabajar en la panadería y seguramente el pasar tantas horas leyendo antes de dormir le iba a acabar pasando factura. El sueño la cogió rápido y se dejó trasladar al mundo de Morfeo con una sonrisa llena de posibilidades, normalmente sus sueños eran muy vívidos, llenos de color, música y animales parlantes. 
El de esa noche, no obstante, fue diferente, demasiado realista para lo que acostumbraba a soñar.
Empezaba con ella en una fiesta con sus mejores amigos, era la verbena del pueblo en la que todos participaban. Ella caminaba por el lugar con una sonrisa en sus labios y una botella de cerveza en sus manos. A lo largo de su camino sus amigos se iban yendo a diferntes lugares para liarse con sus parejas o para consumir cantidades ingentes de alcohol. Ella escuchaba la música feliz, daba pasos de baile sin ser demasiado evidente, estaba relajada, sonriendo. El mundo de su sueño era perfectamente normal. La música la típica de las verbenas, la gente vestida con vaqueros y camisetas, nada de colores llamativos o vestidos imposibles de imaginar como solían ser los de sus sueños. Quizás por eso pensó que no se trataba de un sueño en absoluto hasta que lo vio a él. Un chico que no encajaba en el ambiente de la verbena, alguien que no pertenecía al pueblo, ni vivía allí. Sus ojos de un incierto color miel-avellana, el pelo castaño claro un poco largo y hoyuelos en su mejilla. Era Julio un chico que había conocido en el trabajo que había cogido a tiempo parcial mientras estudiaba en la Universidad. Ella siempre había estado un poco enamorada de él, le gustaba su forma de ser, lo admiraba por su inteligencia y el extraño humor que tenía. Se habían hecho amigos pronto, pero tenía novia y ella no se entrometió entre ellos. Se conformaba con mirarlo desde lejos, ser su amiga, amigos estaba bien, no necesitaba nada más. 
  -Tú no perteneces aquí. - Le decía en su sueño.-Vives en otro lugar y no en mi pequeño pueblo. Debes marcharte a perseguir tu sueño de ser banquero en la gran ciudad.
  -He venido a por ti, María. -Afirmaba la figura de Julio y la besaba. Fue un momento mágico, se sintió real e hizo que su interior se agitara con mariposas en el estómago y, justo entonces, se despertó en su cama con el corazón latiendo en el pecho frenéticamente. Superada por la emoción del sueño, del beso, se echó a llorar. Consciente de que sólo había sido un sueño sobre un anhelo que la había perseguido duranto años. Ella se había enamorado de él como una estúpida y, en un loco arrebato, incluso llegó a pensar que se trataba del amor de su vida. Se sentía ridícula cada vez que pensaba en el pasado, era avergonzante. Sin embargo a pesar de ello siguió llorando porque el sueño se había sentido tan real que creía poder tocarlo.
   A veces se preguntaba cuánto tiempo podía durar un corazón roto recordando algo que no fue. Se culpó a sí misma por tener sueños absurdos y fuera de lugar. Se maldecía porque los ojos que aparecían en sus sueños eran miel-avellana y no verdes como los de Pedro.
  Decidida a no perder un minuto más dando vueltas a su "Y si" se echó de nuevo en la almohada, mojada todavía con las lágrimas derramadas, y volvió a dormir. Por fortuna para ella el nuevo sueño tenía colores llamativos, música y no parecía real.
  Al día siguiente cuando sonó su despertador deseó, seriamente, tirarlo por la ventana. Sin embargo se levantó de la cama, fue a ducharse, desayunó y partió a su trabajo en la panadería donde ejercía como dependiente y contable.
 Su jefa la recibió con una sonrisa y ella se sintió en el hogar. Echaba de menos la ciudad, el ambiente, pero ese era su lugar. El pequeño pueblo en el que nadie podría aplastar sus sueños y esperanzas de futuro. 
 Al terminar su jornada laboral se fue de cañas con su mejor amiga para hablar de su día y organizar la despedida de soltera de otra de las amigas de la infancia. Por suerte era viernes y el sábado sólo trabajaba por la mañana. 
 Entró en su casa, colgó las llaves en el mueble de la ventana, se desvistió y se tumbó en la cama con intención de tener otro de sus locos sueños de colores y animales que hablaban. Ese no fue el sueño que tuvo, sin embargo.
  Todo empezaba en un lugar desconocido, había una mujer joven en él, no se parecía en nada a ella y, a pesar de ello, supo sin ningún tipo de duda que era ella. La joven vestía una túnica ceremonial y bailaba con un muchacho alrededor de un monumento que nunca había visto. Observó al chico con ojo crítico, no se parecía en nada a él, pero de algún modo lo identifico como Julio sin llegar a comprender por qué razón. Se despertó un poco después, desorientada, no recordaba dónde se encontraba y porque no estaba bailando con el chico de sus sueños alrededor de un monumento. Hasta que se dio cuenta de que había sido otro sueño.
Miró el reloj, las tres de la mañana, todavía le quedaban tres horas antes de levantrse y volvió a meterse en la cama preguntándose a dónde habían ido sus sueños de colores  y por qué los de ahora parecían tan reales que le daban miedo.
 Se despertó al día siguiente, caminó al trabajo cansada y supo que ese día le iba a resultar pesado porque estaba agotada tras pasar dos noches sin dormir propiamente. Aunque al final la mañana no fue tediosa, hacía buen día y todos los vecinos del pueblo pasaron por la panadería para coger pan e ir de picnic a la playa, con lo que no tuvo un instante para sentirse agotada o aburrida. Al cerrar la panadería decidió seguir el ejemplo de sus vecinos y bajar de picnic a la playa.
 En su pequeño pueblo el buen tiempo era un fenómeno extraño que debían aprovechar mientras tenían la oportunidad y, por eso, los días que el sol salía todos se animaban y ella, contagiada por el ánimo de los demás optó por hacer eso exactamente. Llegó a su casa, preparó su bolsa de la playa con el libro que estaba leyendo, el móvil, los cascos, una botella de agua y un bocadillo. 
 Era temprano cuando llegó pero ya estaba llena hasta la bandera de gente del pueblo. Encontró un sitio alejado y caminó hacia él, parándose a saludar a todos los vecinos y conocidos que veía en el trayecto. Al llegar a su rincón alejado dejó su mochila y se dedicó a contemplar como la luz del sol incidía en el agua, dándole un hermoso tono turquesa que no envidiaba, para nada, ninguna de las playas caribeñas que veía en la televisión. Finalmente abrió la mochila, cogió la toalla, el bocadillo y se sentó a disfrutar de su comida mientras regalaba sonrisas anhelantes al agua que, sin duda, estaría helada. Tras devorar su comida se tumbó en la toalla, encendió la música en su teléfono móvil, se puso los cascos y cerró los ojos.
El sueño la alcanzó rápido porque llevaba dos noches sin dormir. Empezó, como todos los anteriores, en una escena demasiado real. 
Había una pareja mirándose a los ojos mientras el sol se ocultaba en el horizonte. Anheló ese instante porque reconoció a los protagonistas, nuevamente ella y Julio. El aspecto de Julio era rubio, ojos azules y no demasiado alto, ella pelirroja, de ojos verdes con pecas y menuda. La mirada de los dos lo expresaba todo, sin necesidad de palabras.
 Se despertó de golpe y contempló la playa. Las lágrimas acudieron a sus ojos sin que las pudiera detener anhelando, una vez más, algo que no tuvo, que nunca tendría. Dio un sorbo largo al agua y fue a bañarse, tal vez el agua fría despejaría sus ideas.
 Al anochecer regresó a su casa, a pesar del molest sueño tuvo un buen día en la playa y decidió que si al día siguiente hacía buen tiempo regresaría. El mar tenía esa maravillosa capacidad de recargar sus baterías aunque estuviera agotada. 
 Esa noche tuvo un colorido sueño con perros parlantes y lo que parecía una versión propia de Narnia. 
 El sol matilan se coló por su persiana medio abierta. Decida a no perder el tiempo desayunó rápido, preparó dos bocadillos, algo de fruta y dos botellas de agua para bajar a la playa. Al ser una hora temprana no había nadie y pudo escoger su sitio favorito en la playa. Depositó sus cosas, caminó hacia la orilla y paseó mientras observaba las gaviotas. Tras un paseo largo se bañó, después regresó a su toalla, se sentó a tomar un poco de fruta, un bocadilllo y contempló como la gente iba llegando a la playa. La gente la saludaba animada mientras encontraba un sitio donde colocarse y ella se sintió realmente animada. Cerró los ojos, dejándose llevar al mundo de Morfeo por el murmullo del mar.
El sueño empezó en cuanto cerró sus ojos. Se gritó a si mimsa para despertar porque no deseaba soñar con la pareja, pero no lo logró. Nuevamente los vio con un aspecto diferente y una época histórica distinta. Este sueño fue más angustioso que los anteriores porque se trataba de una despedida. El chico partía a la guerra y la chica prometió esperarlo. "Volveré", prometió él, pero no regresó.
Se despertó anegada en lágrimas una vez más. 
Por la pareja que seguía ocupando sus sueños y que nunca parecía tener un final feliz, sino corazones rotos una y otra vez como si de una maldición se tratara.
Fue hacia el agua, se bañó y dejó que el mar borrara el recuerdo de su sueño mientras se mecía en sus olas suavemente. Al atardecer fue a su casa, cenó una ensalada y se echó a dormir, rezando para que esos sueños dejaran de importunarla. Esa noche tuvo suerte, soñó con la película que había visto antes de acostarse.
 Al sonido del despertador se incorporó, se duchó de buen humor y fue hacia el trabajo tarareando una de sus canciones favoritas. Al salir de su jornada quedó para tomar unas cañas con varios de sus amigos y se sintió muy optimista. La semana prometía ser buena si el lunes empezaba así de bien.
Volvió a su casa, puso la televisión y vio una serie en la que el protagonista se declaraba al amor de su vida con una frase que deseó que alguien le dijera "Como si en cada vida que tú y yo vivimos, hubiéramos elegido volver, encontrarnos uno al otro y enamorarnos una y otra vez por toda la eternidad". Realmente la frase le tocó el corazón y cuando se acostó lo hizo con una sonrisa pensando en ese diálogo tan precioso y preguntándose si ella sería tan afortunada de encontrar a alguien como el protagonista de la serie.
Esta vez el sueño no la pilló desprevenida y ni siquiera decidió luchar contra él, estaba harta de intentarlo así que decidió dejarlo ir. La pareja, nuevamente, otra época histórica, un ambiente diferente y como siempre una mirada enamorada. Honestamente tuvo ganas de pegarles. Se miraban con una sonrisa tan grande que no podía ser real, era demasiado abierta, demasiado perfecta y la perfección no existía. Sinceramente, estaba hasta las narices de ellos, les deseaba un final horrible y doloroso. Sin embargo en el momento en que ese pensamiento cruzó su mente el sueño cambió. La chica la miró y dijo exactamente las mismas palabras que el protagonista de la serie que había visto esa noche. 
Despertó de golpe, pero sin angustia en esta ocasión. Había comprendido que sus sueños eran sólo reflejo de un anhelo de encontrar a alguien, de enamorarse de nuevo. 
Ese fue el último día que soñó con ellos. Sus sueños volvieron a ser en tecnicolor, propios de los mundos de Tolkien y CS Lewis. 
Los olvidó hasta que, cinco años después, se volvió a encontrar con Julio y se intercabiaron los teléfonos nuevamente. Tras un año de relación como amigos ella le habló de los extraños sueños de la pareja, aunque omitiendo la información de que siempre eran ellos dos en el sueño. 
Y no pudo estar más sorprendida cuando él la besó y le dijo, "Lo sé, somos nosotros".
FIN
 
Y hasta aquí mi breve relato de amor. Reconozco que la frase de la serie realmente no es mía sino de Glee, aunque reconozco que la primera vez que la oí deseé haberla escrito yo porque me encanta. El resto de la historia es mía, los personajes no son reales, no existen, pero tras escuchar esa frase en Glee se me ocurrió volver a tocar un tema de forma breve porque, de eso precisamente, va mi manuscrito de "La noche de San Juan" de una pareja maldita que se encuentran en sus diferentes vidas y todas ellas acaban con corazones rotos. 
Hasta el próximo "Tejedora e hilandera de sueños", si os gusta esta breve historia os pido que la compartáis en vuestras redes sociales para que llegue a más gente.   :)
 

La Noche

El cielo se oscureció, el alma que vagaba por la casa permaneció en silencio viendo como el sol se apagaba. Mucho tiempo atrás los habitant...