martes, 9 de abril de 2013


Capítulo seis de la segunda versión. Dany esta cada vez más cerca de hablar con su Ángel de carne y hueso, pero antes debe enfrentarse a un par de encuentros con figuras de su pasado que influyeron en su vida. Sus intenciones son buenas, pero a veces, las personas se niegan a escuchar los consejos que necesitan oír.
Capítulo 6
A la mañana siguiente me desperté en la cama de mi hermana. Las dos habíamos dedicado toda la noche a un maratón de nuestros clásicos favoritos. Mi hermana era una amante del cine y en su videoteca tenía una inmensa colección de buenas películas de los años cuarenta hasta los setenta. Miré alrededor y me encontré a mí hermana durmiendo plácidamente, sonreí ante la imagen. La había echado de menos, había extrañado tener una relación  con ella. Sin hacer ruido me levanté, fui hacia la cocina y preparé el desayuno. Hice tortitas, las cuales eran mi especialidad, y un café bien cargado. Cuando estaba terminando de echar la última tortita mi hermana entró en la cocina, recién duchada, vestida y con una sonrisa en sus labios.
- ¡Tortitas! – Exclamó feliz. – Nadie hace las tortitas como tú, Dany, así que pienso comer muchas y ponerme muy gorda, lo hago por el bien de tu ahijado/ahijada, que conste. – Bromeó y se acarició la barriga.- Porque soy una mamá muy responsable.
- Gracias. – Le dije y ella me miró, sorprendida.
- ¿Por qué?
- Por ser mi hermana, por quererme, por cuidarme, por protegerme. Te quiero y nunca voy a permitir que nada no separe otra vez.
- Yo también te quiero, hermanita. – Diana vino hacia mí y me rodeó con sus brazos, después se echó a llorar. - ¡Malditas hormonas! – Protestó, pero no me soltó durante un buen rato.
Después las dos nos sentamos en su cocina y desayunamos. A las ocho y media, Diana me miró.
- Tengo que ir al trabajo, ¿te apetece venir mañana de compras conmigo?
Hay muchas cosas que debo comprar para el bebé y Mauricio odia ir de compras.
- Claro. – Aseguré. – Yo le compraré la cuna. – Afirmé. – Y el peluche más grande que haya en la tienda, desde ahora mismo soy madrina en funciones las veinticuatro horas del día.
- Eso me gustará. – Diana me sonrió. – Durante algún tiempo pensé que no podríamos volver a tratarnos como hermanas, me alegra haberme equivocado.
- Yo también lo pensé y me alegra haberme equivocado. – Dediqué una mirada cariñosa a mi hermana. – Estoy purgando mis culpas, ¿sabes? – Expliqué. – He decidido hablar con todas las personas a las que fallé, con todas a las que les debo las gracias y voy a arreglar la situación. Voy a empezar a vivir, Diana, pero esta vez lo haré como se debe hacer.
- ¡Esa es mi chica! – Aseguró mi hermana, después besó mi frente. - ¿Trabajas hoy?
- Sí.
- ¿Y vas a hablar con Darío?
- Todavía no, debo arreglar los desastres que he ido montando por ahí y también dar las gracias a quienes me ayudaron. Una vez resuelva los problemas le diré a él la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
- Se merece saberla.
- Yo también lo creo. – Dije.  Diana me miró un instante, después cogió unas llaves y me las tendió.
- Son de casa. – Explicó. – Quiero que vengas siempre que quieras, si necesitas hablar, si necesitas llorar, si necesitas una sesión de cine clásico y ponerte muy gorda a base de pizza barbacoa, cuenta conmigo, Dani. Desde hoy no pienso volver a dejarte sola.
- ¿Para mí? – Miré las llaves, atónita, después las apreté contra mi pecho, las guardé en mi bolso y saqué mi llavero. De él extraje dos llaves y se las tendí a Diana. – Estas son las de mi casa, ya no parece un vertedero, así que si quieres venir a dormir allí y que te prepare tortitas cuando Mauricio esté de viaje, ni te lo pienses.
- ¡Trato hecho! – Diana cogió las llaves y las guardó en su llavero. – Bueno, pequeñina, es hora de ir a currar.
- Tienes razón.
Oye, te llamo esta noche y te cuento cuáles han sido mis visitas oficiales para arreglar mis liadas, ¿te parece bien?
- Perfecto. – Diana y yo salimos de su casa.
Observé el reloj y como tenía un par de horas libres opté por ir a ver a uno de mis ex. Quería decirle un par de verdades que necesitaba escuchar, como yo, él estaba autodestruyéndose y si yo podía salvarme, tal vez él también pudiera. Él no era de los maltratadores, cuando llegó a mí le habían dicho que tenía una enfermedad degenerativa y desde ese instante no había parado de beber, drogarse y de vivir la vida al límite.
Cuarenta y cinco minutos después estaba en su casa, llamé al timbre, él abrió y se quedó de piedra al observarme.
- Vaya sorpresa,  ¿a qué debo el honor?
- Deja de beber, David.-  Le dije. – Tienes una enfermedad grave, si sigues así acabaras con tu vida en menos de cinco años. Debes asumir que estás enfermo, debes ir al psicólogo y que te ayude a superar tus traumas. – Seguí. – Eres un buen tío, nada que ver con los otros con los que estuve y te mereces una oportunidad.
Sé que no es fácil, entiendo que tu situación es bastante complicada, pero estoy convencida de que si dejas de beber conocerás a una mujer maravillosa.
- Una vez conocí una y me dejó por un tipo maltratador.- Me dijo, yo entendí el mensaje entre líneas, me estaba acusando de haberlo abandonado y tenía razón. Yo lo había dejado caer en una espiral de destrucción cuando podía haber intentado salvarlo.
- Me equivoqué, pero ahora estoy resolviendo mis problemas. No puedo rescatarte, David, primero debo salvarme a mí misma y no estoy en situación de cuidar de nadie más.
He tardado trece años en salir de mi espiral de destrucción.
Perdóname por haberte herido, lo siento de verdad, y lucha por tu vida. Una vez que resuelvas tus problemas encontrarás lo que buscas, yo espero hacer lo mismo. – Me acerqué a él y lo abracé.- Deja de lamentarte por tu suerte y comienza a trabajar por mejorarla. Ahí de brazos cruzados lo único que haces es caer más, yo estuve al fondo del pozo y te aseguro que no es una vista agradable.
Ahora me tengo que ir sino quiero llegar tarde al trabajo.
- Dany. – Me detuvo, sujetándome por un brazo. - ¿Podemos ser amigos?
Voy a necesitar mucha ayuda y tú eres una buena persona, ahora lo veo.
- De acuerdo. – Le dediqué una sonrisa. – Es hora de dejar de lamerse las heridas y levantarse. Si quieres hablar, llámame y no esperes una relación de mí… quiero que eso quede claro.
- Sólo amigos.
- ¡Trato! – Exclamé. Tras darle un último abrazo salí corriendo, tenía que llegar al hospital.
Entré con prisas y choqué con Darío. Sus ojos verdes se clavaron en mí por un instante, las mariposas se movieron inquietas en mi abdomen. Amaba a ese hombre y, por eso, lo iba a dejar marchar.
- ¿A qué tanta prisa, princesa?
- Temía llegar tarde y mi jefe es un poquitín gruñón. – Bromeé y él me sonrió.
- Te has levantado de buen humor, ¿no?
- He arreglado las cosas con Diana, voy a ser madrina y estoy muy contenta.
- Me alegro, tu hermana es una buena mujer.
- Sí, lo sé.
Vamos, jefe, hay que moverse. Los pacientes no se van a curar ellos solos.
- De acuerdo, a currar. – Darío me empujó hacia el vestuario de mujeres. Yo me cambié y, cuando terminé, fui hacia las sala de doctores a tomar un café.
El día se me hizo muy corto. Atendí a muchos pacientes, hablé con todos mis compañeros y conseguí arrancarle un par de sonrisas a Darío. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo hice sonreír, que me sentí muy orgullosa de mí misma. Quizás estaba en camino de conseguir algo realmente bueno.
Al llegar a casa llamé a Diana, le conté la visita a David y el plan que había formado para resolver los asuntos pendientes. Tras una larga conversación, colgué y le prometí llamarla e irle informando según acontecieran las cosas.
Esa noche dormí plácidamente, las tinieblas de mi vida estaban empezando a despejarse. Sabía que no iba a ser fácil, pero iba a arreglarlo todo y, de paso, arreglarme a mí misma.
Esa semana tuve muchísimo trabajo en el hospital, tuve que aparcar mi lista durante unos días. Tras retomarla opté por ir a visitar a mi ex mejor amiga. Ella me había robado a mi último novio, es verdad, pero no se merecía a un tipo maltratador.
Llamé a su piso, abrió la puerta y vi el moratón de su mejilla derecha. No hacía falta ninguna explicación absurda sobre ello, yo sabía la verdad. También había padecido sus ataques.
- ¿Qué haces aquí? – Preguntó, bastante sorprendida.
- No vengo a por Fermín, tranquila, no me interesa lo más mínimo y a ti tampoco debería gustarte. Es un mal hombre, Cecilia, cualquier día puede hacerte daño de verdad y sé de lo que hablo. – Seguí. – De hecho, Fermín tiene aún menos excusa que Miguel. Él trató de  matarme, es cierto, pero al menos sufría una enfermedad mental.
 Fermín no la sufre, nació maltratador, creció maltratador y morirá maltratador.
- Tú no lo sabes.
- Lo sé. – Contesté. – Esa clase de tipos no cambian, puedes tratar de salvarlo, pero sería inútil. En lugar de eso, coge tus cosas, lárgate y sálvate tú misma, hazlo antes de que sea demasiado tarde.
- No tienes ni idea de lo que es el amor de verdad, por eso dices esas gilipolleces. Nunca sentiste algo tan fuerte como yo.
- Una vez me dejé clavar un cuchillo de la clavícula al abdomen, sé de lo que hablo. Vine sólo a decirte que no vas a resolver nada, lo único que lograrás es morir a sus manos. Debes aprender a ser libre, debes vivir por ti y dejarte de tonterías.
El amor consiste en dar, también en recibir y si alguien te golpea, perdóname, pero no te ama. He tardado trece años en comprenderlo gracias a un hombre magnífico que estuvo a mi lado incondicionalmente, incluso cuando las cosas estaban peor y yo era una sombra de mi misma.
No soy la persona más indicada para dar lecciones de moralidad, sin embargo, una vez fuimos amigas y por eso te lo he dicho. He cumplido con mi obligación, ahora me marcho.
- ¿Por qué has venido ahora?
- Estoy tratando de arreglar mi vida, quizás es un poco tarde, sin embargo estoy decidida a hacerlo por mi propio bien.
- Te hacía falta. – Aseguró, después me cerró la puerta en las narices.
No me paré a pensar en su futuro, en cómo viviría a partir de ese momento. Yo la había considerado una vez amiga mía, pero ahora su vida ya no era asunto mío. Tomó sus decisiones, hizo su elección y yo la mía. No era momento para lamentarse de haber salido con Fermín o de sentirme mal por haber roto una amistad a causa de un desamor. La verdad, visto con la distancia, probablemente en ningún momento había sido una verdadera amistad, quizás sólo fue una pausa en el camino.
Nunca he tenido muchos amigos, siempre he seleccionado muchísimo a la gente de mi vida y, por confiar ciegamente en los demás, me han herido muchas veces. Mas, con el paso del tiempo, había logrado amigos de verdad, personas que estaban a mi lado incluso cuando yo no era yo.  Eran un puñado maravilloso con quienes  podía contar incondicionalmente y, por ello, me sentía muy agradecida.
Tras esa charla tuve otras con diversos individuos que habían pasado por mi vida. Algunos me habían ayudado, otros me habían hundido más en mi propia miseria a lo largo de mi camino hasta la decisión de cambiar mi vida.
No todas fueron mal, ni todas fueron bien. Algunas estuvieron cargadas de reproches, otras de lágrimas de felicidad, y, las menos, de remordimiento por ambas partes por haber equivocado la ruta en nuestra relación.
Finalmente llegó el día en el cual acabé con mi lista. Mi hermana estaba embarazada de cuatro meses, habíamos retomado nuestra relación al cien por cien y, mi vida, parecía por fin haber hallado su rumbo.
Era hora de hablar con Darío.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Noche

El cielo se oscureció, el alma que vagaba por la casa permaneció en silencio viendo como el sol se apagaba. Mucho tiempo atrás los habitant...