Capítulo 6
Daniela me llamó y descubrí
que sabía quién había sido antes, imaginé que eso haría las cosas más fáciles; me
equivoqué.
El mantener la distancia,
decirle que me llamaba Dariel, fingir que no la conocía había funcionado para
acercarme, me había dado el valor necesario para hacerme corpóreo. Sin embargo,
la máscara había caído y ya no tenía protección alguna ante ella.
Sentí una presión en el
corazón al pensar en la cicatriz de su torso, las imágenes que regresaban a mi
mente del momento en el cual la cosí eran confusas. Sólo recordaba el olor de
la sangre, lo cerca que la puñalada había estado del corazón, los vasos sanguíneos
que había dañado y los órganos vitales que había rozado. Sabía exactamente la
velocidad a la cual iba su pulso mientras la cosía y las veces que habíamos
tenido que usar el resucitador para traerla de vuelta.
Nadie apostaba por ella, ni
siquiera yo.
Desde mi cielo eché un
vistazo a dónde estaba. Había regresado a su casa y rescató una foto mía de uno
de sus cajones. La colocó en la mesilla de su habitación y después fue hacia la
cocina.
En su rostro vi
determinación, comprendí sus intenciones y me enfurecí. Al principio me sentí
tentado de bajar para impedírselo, no deseaba verla cerca del hombre que casi
la mata, pero supe que esa decisión no me correspondía a mí.
Después cerré los ojos y le
permití ser libre.
Esa fue la primera vez, en
trece años, que elegí no vigilarla. Había cosas que debía hablar con Miguel,
había sentimientos que debía expresar y yo no tenía derecho a conocer esa parte
de Daniela.
La situación me llevó a
pensar en cómo sería si yo aún estuviera vivo, si ese conductor
borracho no hubiera segado mi vida y por más vueltas que le daba, de una manera
u otra, siempre llegaba a la conclusión de que ella y yo acabaríamos juntos.
Había amado a Mónica con
todo mi corazón, pero no como a Daniela. Mi alma estaba prendida a la suya, mi
corazón entero le pertenecía y me preguntaba, muchas más veces de las que
debería, si en algún momento ella regresaría a mí para quedarse.
Mi corazón se permitió latir
con esperanza, quizás tras su muerte también ella se convertiría en Ángel y,
por fin, vendría a mí. A veces me preguntó si es posible que dos Ángeles se
enamoren.
Adriel nunca me ha hablado
de ese tema, en realidad tampoco he tenido antes la necesidad de preguntarle
sobre ello. Con el tiempo había asumido mi nueva vida, acudía a ayudar a mis
protegidos cuando me llamaban y, en mi tiempo libre, me dedicaba a vigilar a
Daniela para que no diera un paso en falso, para que nada malo le ocurriera.
Más de trece años y nunca
antes me había planteado un futuro.
¿Lo habría?¿Podría aspirar a
convertirme en algo más para Daniela?¿Podría reencontrarme con ella y hablar de
todas las cosas que no pudimos hablar entonces?
Me gustaría decirle lo
orgulloso que me siento porque hizo Medicina, le explicaría que yo siempre he
creído en ella, desde el instante mismo en que abrió sus hermosos ojos tras la
larguísima operación. Le hablaría de mi pasado, de Mónica, de mi vida antes de
haberla conocido, de mis sueños, de mis esperanzas y le daría gracias por haber
rezado por mí ese día, por haberme dedicado una oración cuando se enteró del
accidente.
Ahora sé que no sería quien
soy si no la hubiera conocido. Quizás me habría casado con Mónica, habríamos
tenido hijos, habríamos disfrutado de una vida común feliz y ninguno de los dos
influiría en los demás. Posiblemente yo
no tendría el par de alas blancas que adorna mi espalda, no habría conocido a
Adriel y no comprendería muchas de las cosas que ahora creo entender.
Sería diferente, quizás un
poco peor.
Desde el plano en el que
estoy puedo entrever algunas respuestas y, honestamente, no me gustaría el tipo
que sería si no la hubiera salvado a ella.
Si lo pienso, cuando llegó a
mis manos yo me creía muy bueno, me consideraba mejor médico que mis compañeros
y pecaba de orgullo. Al verla llegar todos los demás la desahuciaron y yo quise
demostrarles lo bueno que era trayéndola de vuelta. Me metí en el quirófano con
la autoestima por las nubes, pero no fui yo quien la salvó, sino su fuerza de
voluntad y sus ganas de vivir, yo sólo hice un zurcido muy bonito.
Hasta Daniela mis pacientes
habían sido para mí un número, las vidas que había salvado; pues una vez fuera
de mi quirófano pasaban a ser responsabilidad de otros doctores, no tan buenos
como yo, o eso me creía.
En realidad era un tipo
bastante triste, alguien a quien le preocupaba más su prestigio que sus
pacientes; un auténtico capullo. Si Daniela me hubiera conocido en
circunstancias normales pensaría que era un gilipollas prepotente que se creía un
regalo y tendría razón.
Escuchó a otro protegido
llamándome, dedicó un último pensamiento a Daniela y acudo en su ayuda.
Soy un Ángel y ese es mi
trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario