jueves, 11 de agosto de 2016

Sonrisas de papel cuché

Una pensaría, a estas alturas de la canción, que ya había aprendido la lección. Tras decepciones varias, desengaños, pérdida de confianza y demás, debería haber aprendido a no depositar mi confianza con tanta facilidad en los demás. De hecho me repito muy a menudo que no debo fíarme ni de mi propia sombra, pero al final siempre acabo fiándome de los demás, confiando en ellos. 
Una parte de mí, bastante más inteligente que yo, sabe que la confianza es un tesoro que no debes ir depositando por ahí en los demás, pero la parte más estúpida que tengo sigue creyendo en la buena voluntad de las personas, que todos somos buenos por naturaleza.
Y, lo triste del asunto, es que últimamente me estoy relacionando con muchísimos políticos, diversas autoridades y gente completamente diferente a mí y me doy cuenta de que todos ellos llevan sus sonrisas de papel cuché.
Hace  tiempo hablé de las sonrisas de papel cuché de las personas y de las caras de mentira, de lo que me cabreaban las dos. Las sonrisas de papel cuché y las caras de mentira son falsas y me enojan profundamente, pero temo que yo misma estoy empezando a utilizar mi propia sonrisa de papel cuché para protegerme de los demás, de las situaciones, de la falsedad y del cinismo de muchas personas. Yo soy como soy, soy sincera, honesta y sin aristas. Puedo ser bastante cobarde en algunos aspectos, no lo negaré, pero soy aplastantemente honesta,  sin caras de repuesto, mas últimamente me doy cuenta de que pongo sonrisas de papel cuché, lo hago sin querer, pero lo hago.
Lo grave del asunto es que empiezo a creer que lo mejor que puedes hacer en esta vida es ponerte esa sonrisa de papel cuché. Una sonrisa que esconde lo jodido que estás porque te preocupa no sacar buena nota en un examen, lo triste que te sientes porque esa persona especial no te corresponde, lo frustrado que te encuentras en un trabajo, lo cabreado que te sientes cuando alguien en quien confiabas resulta no ser tan sincero como tu creías,  esa furia que te sube por las venas cuando eres testigo de una injusticia y te falta valor para denunciarla o incluso la cara de circunstancias que pones cuando te toca aguantar a una persona que no te es simpática.
Las sonrisas de papel cuché son, en realidad, una verdadera arma de destrucción masiva porque dicen a todos los demás que estás de puta madre, cuando a veces, lo único que quieres es llorar de frustración o de pura angustia.
Las sonrisas de papel cuché son el filo de una navaja muy afilada. Si das un paso en falso se te acaba clavando en el corazón y, adiós mundo.
A veces desearía no ser tan controladora, decir lo que realmente siento cuando alguna persona me hace una afrenta, seguramente si lograse hacer eso mis problemas de estómago se desvanecerían con la misma facilidad que han llegado. Sin embargo, mi profundo respeto al respeto y, válgame la redundancia, hace que no denuncie una situación que me parece mal o que calle cuando, en realidad, debería decir lo que pienso.
Lo bueno es que ya he sufrido tantas decepciones que el daño inflingido hace que cada día esté más cerca de poder decir lo que pienso y cómo me siento, más cera de quitarme la falsa sonrisa de papel cuché y decir a alguien que me ofende si realmente lo está haciendo.
Honestamente, creo que eso es bueno.
Poder decir que algo me duele.
Poder explicar lo que pienso cuando alguien traiciona mi confianza.
Poder quejarme, si así lo necesito.
Poder, en fin, ser yo misma.
Las sonrisas de papel cuché están muy bien para llenar revistas del corazón, pero, honestamente, prefiero no tener esas sonrisas de mentira y permitirme llorar o quejarme si así lo deseo.

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