Hoy en “Tejedora” quiero hacer
una reflexión sobre la libertad porque me da la sensación de que cada día hay
menos libertad y la gente está más condicionada por lo que hay a su alrededor,
sin tener en cuenta sus verdaderos sentimientos y sin escuchar su propia voz
interior. Creo que nos hemos acostumbrado tanto a seguir a la manada que se nos
ha olvidado ser nosotros mismos.
Libertad
Julio había pasado la mayor
parte de su adolescencia en un internado, allí había aprendido las cosas
importantes de la vida y estaba acostumbrado a no cuestionarse nada porque las
cosas eran como debían ser. Por eso él nunca había tenido dudas sobre la vida,
quizás porque Julio había estado encerrado entre cuatro paredes, repitiendo los
mismos patrones cada mañana, hablando con las mismas personas, tan encorsetado
en su propia vida que nunca se atrevía a dar un paso más. Sin embargo, el
último año en el internado ocurrió algo que no se esperaba.
Todo empezó por la mañana, ese
día llegó un nuevo alumno a su curso, no era como los demás chicos de su clase
porque era pelirrojo. Cuando Tomás bajó al patio los amigos de Julio empezaron
a criticarlo por ser tan diferente, al fin y al cabo, la mayoría de los alumnos
eran rubios y morenos. Julio dijo que estaba de acuerdo, pero la verdad es que
en el fondo a él le parecía estupendo que Tomás fuera diferente, porque después
de tantos años en el mismo colegio Julio se había empezado a aburrir.
La primera semana de Tomás fue
bastante triste, ningún alumno quería hablar con él, ninguno deseaba acercarse
a alguien tan diferente. Julio pensó que Tomás estaría triste por no tener
amigos, pero lo cierto es que a Tomás le era indiferente encajar o no en ese
pequeño mundo porque Tomás había visto el exterior, había disfrutado del sol,
de la lluvia, había conocido el dolor e incluso había dado su primer beso. Para
Tomás el internado era un lugar más en el que estar y no se sentía solo porque
Tomás se sentía muy feliz en su propia piel, sin responder a las convenciones o
a las expectativas de los demás.
El primer mes los amigos de
Julio criticaban a Tomás continuamente porque no se ofendía por el hecho de que
lo ignoraran y porque el propio Tomás no trataba de encajar en el pequeño mundo
en el que habitaban. A la hora del recreo Tomás leía libros, muchos de esos
libros no eran recomendaciones de los profesores y Julio cada día se sentía más
y más intrigado por Tomás.
El segundo mes había un festivo
y los alumnos podían recibir a sus familiares, así que todos se pusieron sus
mejores galas y bajaron al patio a ver a sus seres queridos.
Ese día aparecieron muchísimas
personas para ver a Tomás, la mayoría de los alumnos se relacionaban con sus
parientes más cercanos, pero a Tomás lo fueron a ver primos, tíos, hermanos,
padres e incluso abuelos. Julio lo observaba desde la distancia y comprendió la
razón por la cual Tomás no encajaba con los demás. Tomás sonreía muchísimo, era
el único pelirrojo de su familia y, sin embargo, todos los demás lo miraban con
orgullo.
Entonces, en el pequeño mundo de
Julio algo cambió, la cosa más inesperada; su madre y su padre caminaron hacia
la familia de Tomás y él los siguió. Al llegar hasta ellos observó cómo su
madre daba un par de besos en la mejilla a la madre de Tomás y se preguntó
porque algo tan simple había cambiado su perspectiva. Se quedó en silencio
mientras se hacían las presentaciones, comprendió que su madre y la de Tomás
habían sido amigas en su infancia y que había sido su madre la que había
recomendado a la de Tomás meter a su hijo en el colegio de Julio. Sin darse
cuenta de pronto estuvo inmerso en el mundo de Tomás, aunque procuraba no hacer
ruido porque creía que no encajaba. Él no estaba acostumbrado a reírse tan
fácilmente y tampoco a que sus padres parecieran personas completamente
humanas, capaces de gastar bromas. La hora de las visitas concluyó y cuando la
madre de Tomás se iba hizo un regalo a Tomás y otro al propio Julio. Julio la
miró sorprendido y ella se limitó a sonreírle.
Esa tarde Julio bajó como todos
los días a cenar, vio a su grupo de amigos y caminó hacia ellos, sin embargo
ellos le dieron la espalda porque ya no respondía al canon.
Julio caminó hacia una mesa al
fondo, se sentó solo y pensó que la vida era bastante más complicada de lo que
siempre le habían dicho entre esas cuatro paredes. Estaba dispuesto a cenar
solo cuando Tomás se sentó a su lado y le sonrió.
- Tú no eres como ellos, pero
aún no te has dado cuenta, Julio. – Le dijo.
- ¿Por qué te has sentado
conmigo? Me porté mal contigo, nunca he sido amable y no he intentado acercarme
a ti.
- Me caes bien. – Respondió
Tomás y cenaron en silencio, al terminar cada uno regresó a su habitación.
A la mañana siguiente Julio se
levantó y bajó a desayunar, Tomás ya había llegado y Julio se sentó a su lado.
- Esta mañana me he despertado
muy contento.- Explicó.- He comprendido que es más fácil no tener que ser como
los demás.
- Aprendes rápido.
- Hasta ayer creía que no debía
ser una nota discordante en este lugar pero ¿sabes?, he cambiado de opinión.
- Me alegro, ¿te apetece que vayamos
a la biblioteca?
Hay un montón de libros
interesantes y la bibliotecaria es una mujer muy divertida.
- Me gustaría que me hablases de
lo que hay fuera.
- ¿Fuera de los muros?
- Sí.
- Fuera de los muros hay mucha
gente; cada persona es diferente y, aunque no te lo creas, fuera también hay
personas que como tus ex amigos piensan que las cosas solo pueden ser blancas o
negras, no son capaces de ver los colores del Arco Iris, están metidos en su
pequeño e insignificante mundo y son incapaces de ver más allá de sus narices.
- ¿Por qué son así?
- Porque se han olvidado de lo
que es la libertad, están tan acostumbrados a seguir al rebaño que han dejado
atrás su individualidad. Por suerte todavía quedan personas capaces de salirse
del redil y cambiar las cosas, a veces basta con que alguien se atreva a dar un
pequeño paso adelante.
- Eso parece tan difícil…
- Y lo es, más de lo que te
imaginas, pero si cada persona da un pequeño paso cada vez las cosas cambiarán.
No es un proceso rápido, ya sabes que Roma no se construyó en un día, pero si
hay más personas como tú, capaces de abandonar la seguridad del rebaño,
entonces todavía queda esperanza.
- Julio observó a Tomás y
sonrió, en un mes había aprendido una lección que a algunas personas les
llevaba toda la vida comprender y se sintió feliz. Ya no le preocupaba encajar
en el redil, prefería ser como Tomás un poco más libre y completamente feliz.
FIN
Esta reflexión viene a cuento
porque cada día hay más coacciones a la libertad y no solo en Siria, Venezuela o
Rusia, cada día hay más lugares en los que los líderes coartan a sus votantes,
a veces son cosas pequeñas, pero por desgracia las cosas pequeñas se van
haciendo más y más grandes cada vez. Desde esta bitácora alzo la voz para que
surjan más Julios entre nosotros, personas dispuestas a defender la libertad,
pero sin usar la violencia porque si se emplea no somos mejores que quienes
limitan nuestras libertades.
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