Hoy
en “Tejedora” quiero hablar de la expresión latina “Carpe Diem”, que para
aquellos que no lo sepan significa “Aprovecha el momento”.
La reflexión viene a cuento
porque últimamente me he dado cuenta de que, la mayoría de las personas, yo
incluida, pasamos por la vida como si fuéramos fantasmas, sin sacarle todo el
jugo posible. Hoy por la mañana he recordado mi infancia y lo mucho que aprovechaba
entonces el momento, me reía, disfrutaba, jugaba con mis primos, algunas veces
los mangoneaba, otras me mangoneaban ellos a mí y, sin embargo, le sacábamos
toda la chicha posible a la vida. Lo maravilloso de ser un niño es saber sacar
partido a todas las situaciones y tener esa extraordinaria capacidad de
disfrutar de cada día como si fuera el último. A medida que nos vamos haciendo
mayores perdemos esa ingenuidad y esa facultad de sorprendernos hasta por el
más mínimo detalle: las obligaciones escolares, las expectativas paternas, la
adolescencia (¡Ay madre que época! Tantas dudas existenciales, nos cuestionamos
todo, nos rebelamos contra el poder paterno y luego están esos primeros
enamoramientos, que nos creemos que van a durar para siempre, y las primeras
decepciones amorosas. ¡Menos mal que ya pasé por todo eso y no creo que vuelva
a hacerlo! J)
Por
eso, a veces, necesitamos sacar a nuestro Peter Pan interno y mirar la vida con
los ojos de un niño, disfrutar cada segundo y dejar atrás nuestras
preocupaciones de persona adulta. En “Tejedora” hoy los protagonistas son
Samuel y Rocío.
SUPERHÉROES
Samuel
se despertó a las ocho de la mañana y caminó hacia la televisión para ver sus
dibujos favoritos, saludó a su madre con un beso, se sentó en el sofá y esperó
a ver a los superhéroes hacer su trabajo. Samuel, de diez años, tenía una cosa
muy clara; cuando fuera mayor, sería un Superhéroe.
Veinte años después…
Samuel
despertó con la sirena de la central, se vistió y bajó. El camión rojo lo
esperaba con sus compañeros y se permitió sonreír al recordar su infancia, cuando soñaba con tener una capa
roja y un traje azul. La vida le había demostrado que los héroes no existían,
sino personas que, cada día, luchaban por sobrevivir en un mundo cada vez más
cruel.
El camión salió con la sirena
retumbando en sus oídos y el silencio en su interior. En los momentos previos a
extinguir un fuego guardaban silencio; algunos para rezar y otros para
concentrarse en sus familias y amigos.
Samuel adoraba su profesión y
disfrutaba cuando salvaba la vida a una persona o cuando extinguía un fuego.
Era su manera de luchar contra la injusticia, de ser un héroe, pero la vida le
había hecho olvidar que él no necesitaba una capa roja y un traje azul, porque
le bastaba con un traje ignífugo.
Llegaron
al lugar del incendio; la casa estaba en llamas y en el exterior una madre con
un bebé en brazos gritaba desgarrada por el dolor.
-
¡Mis hijos! – Samuel no se paró a consolar a esa madre, se cubrió la cabeza con
el casco y entró en la vivienda. En el interior sintió el calor abrasador que
siempre había en un lugar plagado de llamas, miró en todas las habitaciones de
la casa, hasta llegar a la que estaba más alejada de la entrada. Abrió la
puerta y se maravilló al ver lo que había tras ella: Una niña, de unos diez
años, vestida con un traje azul y capa roja, tenía en sus brazos a un niño más
pequeño, cubría su cuerpecito para protegerlo, le sonreía y le contaba una
historia sobre los superhéroes que los salvarían.
La
niña levantó su mirada y al ver a Samuel le sonrió.
-
Te lo dije, Marcos, ha venido un superhéroe.- Después le entregó al niño a
Samuel y cuando ya estuvo en sus brazos se desmayó.
Marcos
empezó a llorar y Samuel, por primera vez en veinte años, se conmovió y recordó
porque razón siempre había soñado con convertirse en un superhéroe; esa niña le
había recordado el motivo que lo había empujado a ser bombero y, cosas de la
vida, también recordó algo que, con los años, se le había olvidado: Carpe Diem!
Disfruta del momento.
-
Marcos, ¿confías en mí? – Le preguntó al pequeño.
-
Sí. – Contestó.
-
Bien, necesito que seas muy fuerte, quiero que te agarres a mí fuerte para que
pueda coger a tu hermana y sacaros a los dos de aquí con mis súper poderes, ¿lo
harás?
-
Sí. – El pequeño se agarró muy fuerte al cuello de Samuel, él cogió a la niña
inconsciente y salieron de la casa. Las llamas eran cada vez más intensas,
Samuel corrió como nunca lo había hecho en su vida, protegiendo a ambos niños
con su cuerpo. En un tiempo indeterminado, podría ser un minuto podrían ser
quince, los tres salieron por la puerta. La llorosa madre corrió hacia su hija
y, aterrada, gritó un nombre.
-
¡Rocío! – Los sanitarios acudieron con rapidez para ayudar a la niña y cuando
ella, por fin, abrió los ojos tenía una enorme sonrisa en su rostro, no miró a
su madre, sus ojos viajaron hasta su hermano pequeño y corrió hacia él para
abrazarlo. Marcos se echó a llorar y Rocío buscó Samuel, lo localizó y caminó
hacia él.
-
Gracias, superhéroe. – Le dijo y, ahí, frente a una niña manchada de hollín,
Samuel descubrió que era lo que siempre había soñado: un superhéroe de carne y
hueso.
-
En realidad la superheroína has sido tú, pequeña. – Le dijo.- Me has salvado la
vida.
-
¿Yo? – Rocío miró a Samuel con sus enormes ojos verdes, él le sonrió y se
agachó para estar a su altura.
- He
recordado cosas que había olvidado, a veces, los superhéroes necesitamos a
niños como tú para ver la vida como si fuera un regalo y disfrutar cada segundo
de ella.
-
Jeje, ¡qué cosas más raras dices! – Rocío besó a Samuel en la mejilla y después
corrió hacia Marcos que la esperaba sonriendo, se pusieron a jugar y Samuel
regresó al camión de bomberos.
Las llamas se habían extinguido
en la casa, pero en el interior de Samuel se había iluminado una pequeña llama,
la de la ilusión de volver a ver las cosas con los ojos de un niño.
Fin
Quizás me he pasado quemando la casa de Rocío
y su familia, pero lo cierto es que lo maravilloso de ser un niño es esa
capacidad innata que tienen para sacar partido de la peor situación posible. Quería
demostrar con esta historia que siempre hay que mantener un rayito de esperanza
y tener los ojos abiertos para, de vez en cuando, descubrir la belleza en las
pequeñas cosas de la vida; ya sea porque sale el sol por la mañana o por recordar
alguna anécdota de nuestra infancia, olvidada, y evocarla con ilusión.
Desde
esta bitácora os ánimo a sacar una de esas anécdotas y disfrutar de ella como
la primera vez que la vivisteis.
Hasta
la semana que viene y recordad, Carpe
Diem!
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