Lo cierto es que,
para bien o para mal, yo tengo unas cuantas experiencias en el tema amigos.
Algunas muy buenas y otras, no tanto. Lo cierto es que yo siempre he creído que
los amigos son la familia que nosotros elegimos, y, por suerte, nuestros amigos
son verdaderamente extraordinarios.
A lo largo de mi
vida he conocido a diversas personas, he tenido amigos que sólo se escuchaban a
sí mismos y cuando yo les hablaba de mis preocupaciones siempre me decían “y yo
más”. He tenido otros que me hacían sentir inferior o menos valorada porque
decían que no era tan guapa, simpática y maravillosa como ellos. También he tenido
amigos que deseaban mi vida lo cual, a día de hoy, todavía me sorprende porque
no es que yo tenga una vida extraordinaria y me pasen cosas fabulosas todo el
tiempo, de hecho, diría que mi vida es bastante complicada y por cada cosa que
me sale bien, hay otra que me sale del revés.
Esas son las malas
experiencias, pero por suerte también tengo amigos increíbles, maravillosos,
que han estado a mi lado en los peores momentos y cuya presencia hace que sonría sin
proponérmelo. A ellos les dedico esta historia para agradecerles su apoyo
incondicional y esa maravillosa costumbre de hacerme sentir mejor de lo que
soy.
Este relato va por
vosotros, porque os quiero.
AMIGOS
Todo
empezó el primer día de clase, llegó nuevo y se sintió muy pérdido porque había
dejado atrás a sus amigos e incluso a sus enemigos. En su anterior colegio
había encontrado un lugar en el cual encajar, un grupo en el que se sentía
bastante cómodo, aunque no todos los miembros le cayeran igual de bien. Así que
empezar en un sitio nuevo era para él un desafío mayor de lo que hubiera
imaginado.
En
la primera clase prestó atención a los diversos grupos que había: góticos, emo,
hipster… había una gran colección de las nuevas tribus urbanas y él no creía
encajar en ninguna de ellas. Era un tipo común y corriente, se vestía a su
aire, no le preocupaba lo más mínimo su aspecto y no se inquietaba si se
manchaba el vaquero.
En
la hora de descanso vio como cada pandilla se distribuía por una parte del
instituto y se sintió como un perro verde. Se sentó en un escalón y sacó su
teléfono móvil del bolsillo para “wasapear” a alguno de sus antiguos amigos,
sin embargo, la distancia era un problema y sabía que más tarde o más temprano
debería buscarse un nuevo grupo en el cual integrarse. La respuesta de su mejor
amigo le llegó al instante, le decía que echaba de menos su compañía y le
contaba los cotilleos del día de su antiguo instituto. Eso lo hizo reír durante
un breve lapso de tiempo, fue capaz de escribir un par de chistes manidos y
Julián, desde el otro lado, respondió con un emoticono.
El
timbre sonó y tuvo que dejar atrás su pasado para centrarse en el futuro. En su
nueva clase los grupos seguían siendo los mismos y él se hundió más en su
propia miseria. Sus padres estaban muy contentos con el traslado, al fin y al
cabo, habían ascendido a su padre y eso siempre era bueno, salvo cuando eres un
adolescente incomprendido que tardó un par de años en encontrar un lugar en el
cual encajar para perderlo todo en menos de un minuto.
La
siguiente hora de descanso caminó sin rumbo por el instituto. Había en el fondo
un grupo especialmente ruidoso y a él le cayeron mal, así, sin razón ni motivo
aparente.
Al
concluir las clases regresó a su casa, el trayecto lo hizo en silencio, mirando
los edificios de su nueva ciudad, tratando de memorizar el esquema de su nuevo
hogar, aprendiendo nuevos caminos y sintiéndose terriblemente pequeño. Estaba
metido en sus propios pensamientos cuando alguien se colocó a su lado, se giró
y observó a uno de los chavales del grupo ruidoso del instituto.
-
Soy Edu. – Le dijo y le tendió la mano.- Bienvenido a la ciudad.
-
Soy Marco.
-
El nuevo, lo sé. – Edu le sonrió.- ¿Quieres venir con mis amigos y conmigo al
cine?
-
¿Cuándo?
-
Esta tarde, vamos a ver la última de Tarantino.
-
No me conocéis.
-
No importa, es difícil ser el nuevo y no integrarse en ningún grupo, lo sé, yo
fui el anterior nuevo, pero por suerte Lucas, Irene, Silvia, Héctor y Enrique
me ayudaron a integrarme.
-
Sois muy ruidosos. – Dijo con cierta timidez.
-
Porque nos divertimos mucho juntos, si te unes a nosotros descubrirás que la
vida es más sencilla cuando hay personas que te aceptan tal y como eres, sin
estereotiparte.
-
Me gusta Tarantino.
-
Te pillamos a las cinco en la puerta del instituto. Hasta la tarde, Marco.
-
Hasta la tarde, Edu.
Vi
a su nuevo amigo alejarse y regresó a su casa con una sonrisa; ya no le
preocupaba encajar o no en el instituto porque había un grupo de personas
dispuesto a aceptarlo tal y como era.
FIN
Esta
historia es una reflexión basada en mi propia experiencia. A lo largo de mi
vida he tenido la inmensa fortuna de conocer a personas increíbles y, por eso,
deseaba hacerles un merecido homenaje, quería agradecerles su presencia
constante en mi vida porque me han ayudado a crecer como persona y como amiga. No
hace falta que hablemos todos los días, porque cuando lo hacemos, da igual si
han pasado un año o diez, pues seguimos queriéndonos como el primer día.
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