miércoles, 12 de diciembre de 2012

Ya nos estamos acercando al final de esta primera versión de "La decisión", espero que lo que habéis leído hasta ahora os haya gustado y que esta primera versión no os decepcione. Aunque todavía faltan dos versiones más y de las tres podéis elegir vuestro final preferido.
Daniela se enfrenta hoy a un nuevo reto en su vida, sin saber que cada día se está acercando más a su Ángel de la Guarda.

Capítulo 5
A las cuatro, mi hermana y mi padre regresaron a la tienda a trabajar. Yo cogí mis llaves, fui hasta casa, busqué la carpeta de mi tesis doctoral y con ella me encaminé hacia la Universidad. Mi profesora estaba recibiendo en su despacho a otro alumno, era de primero y lo vi tan asustado cómo lo estaba yo el primer día. Una tenue sonrisa iluminó mi rostro, los recuerdos afloraban ahora con facilidad. Los había estado reprimiendo en lo más profundo de mi ser durante años y dejarlos salir era, en cierto modo, liberador.
La profesora Mónica Barba me invitó a entrar. Su rostro se transformó en cuánto crucé la puerta y caminé hacia ella.
- Siento el retraso. – Le dije con una sonrisa. –Estaba un poco perdida, pero me he encontrado. Ten, este es el trabajo de los primeros meses. Me gustaría volver a empezar, he pensando en cambiar el tema de mi tesis.
- Imaginé que nunca más volvería a verte, Dany.
- Yo, por un momento, también.
- ¿Qué te hizo cambiar de opinión?
- El Doctor Pardo.
- Darío. – Ella me miró, me sonrió con cariño. – Te acabó inspirando, ¿no es cierto?
- Me cambió la vida, aunque no me di cuenta hasta ahora.- Le sonreí. - ¿Piensas a menudo en él?
- Casi todos los días. – Mónica me sonrió. – Soy feliz con mi marido y con mis hijos, pero una vez estuve a punto de convertirme en su esposa.
Te sonará raro, pero en ocasiones lo siento cerca, como si me protegiera.
- Mónica, si… pongamos por caso, un ángel se te apareciera y te diera oportunidad de cambiar alguna decisión de tu vida… ¿lo harías?
- Ni loca.
Estoy feliz con mi vida, perder a Darío fue terrible, me dejó desolada y cuando pensé que nada me ayudaría a superar el trauma apareciste tú.  Con esa cicatriz que ahora luces, con el rostro descompuesto de dolor, aún pálida después de salir del hospital y me diste las gracias, ¡a mí!, porque mi prometido salvó tu vida.
No te imaginas cómo me sentí de orgullosa y feliz porque él había hecho algo por ti, tan pequeña, frágil, perdida y, ¡tan viva, gracias a él!
Lo amé más y me pude despedir de su recuerdo gracias a ti.
Mi felicidad aumentó el día que entraste en mi aula, aún frágil y asustada, pero con ganas de dedicarte a lo mismo que nosotros y todavía más cuando terminaste la Universidad y aprobaste el MIR. Luego me pediste que dirigiera tu tesis y aquí estamos trece años después.
- Voy a recuperar mi trabajo en el hospital, Mónica. – Afirmé.- Se lo debo.
- Desde luego que sí, eres una gran doctora y me niego a que se pierda tu talento. ¿Vas a renunciar a hacer la tesis entonces?
- Compatibilizaré las dos cosas, me llevará más, pero lo haré.
- Se sentiría orgulloso de ti, tanto como me siento yo.-Mónica se incorporó, caminó hacia mí y me abrazó con fuerza. – Has vuelto, esta es la jovencita que le obsesionaba día y noche, la adolescente que peleó cual titán por volver al mundo de los vivos, eres un poquito de él y eso me hace feliz.
- Te odié un poquito cuando te vi, ¿sabes? – Le dije con una sonrisa. – Me volví loca por el doctor Pardo, pensé en declararme y todo… - Confesé avergonzada.
-¡Chiquilla sinvergüenza! – Contestó ella y me besó en la mejilla. – No tiene sentido que le sigas llamando doctor Pardo, a él le habría gustado que le llamases Darío.
- Me habría encantado que fuera mi profesor en la Universidad, así os tendría a los dos y seguiría amándolo en secreto, por supuesto. – Bromeé. – Le debo la vida y nunca podré agradecérselo…
- Lo hiciste, sobreviste.
- Sí, sobreviví.
Ayer fui a ver a Miguel. – Confesé.
            - ¿Por qué?
            - Necesitaba enterrar el pasado, aunque parezca extraño me sirvió de mucho. Él está bien, ahora no parece el mismo y lo superará. Tiene mucho que aprender. Yo tardé trece años, quizás a él le cueste más. No deseo volver a verlo, aunque me gustaría saber si se recupera.
            Por eso quiero cambiar mi tesis, afrontarla desde la perspectiva del enfermo y no del doctor. En el ala de psiquiatría hay muchas personas con un trastorno de personalidad, no quiero incluir a Miguel en mi trabajo porque lo haría subjetivo, pero me gustaría tener a otros en su misma situación.
            Tal vez así también ayudaré a víctimas como yo a comprender sus motivaciones, sus impulsos.
- Es un reto interesante, me apunto. – Mónica me miró. – Sin embargo, no creo que debas afrontar esas entrevistas tú sola.
- Ya lo había pensado, pero tengo la suerte de conocer a la mejor experta de psiquiatría de la Uni, tal vez ella quiera cooperar conmigo.
- Dalo por seguro, esta experta estará encantada en echarte una mano.
- Gracias.
- Deberías acercarte al hospital ahora mismo.
- Ya lo había pensado, hoy estoy de excelente humor y me gustará ver a la gente.
- Aprovecha este último mes de excedencia porque una vez que te reincorpores al hospital volverás a tener guardias interminables, operaciones imposibles y muchísimo estrés.
- Un poco de estrés no viene mal, tener demasiado tiempo para pensar es un error de cálculo inmenso.
- Sí, tienes razón. ¿Cuándo empezaremos con tu nueva tesis?
- ¿Qué tal mañana?
- Perfecto, tengo de cinco a siete dos horas libres, buscaremos en la biblioteca los libros sobre trastornos de personalidad que haya, después elegiremos los mejores y nos pondremos las pilas.
- Hecho. Hasta mañana, Mónica.
- Hasta mañana, Dany.
Tras salir del despacho de Mónica me dirigí al hospital, caminé hacia la dirección. Llamé a la puerta y el director me recibió con una sonrisa.
- Daniela, me alegro de verte.
- Buenas tardes, Doctor Martínez. Venía a hablar de mi excedencia.
- Te escucho.
- Quiero volver a trabajar aquí, sé que durante estos dos años he estado alejada, pero me gustaría mucho reincorporarme a mi plaza.
- Menos mal. – El doctor Martínez me sonrió. – Admito que no verte durante tanto tiempo me ha llevado a pensar que ibas a abandonar la profesión.
- Estuve a punto de hacerlo, pero el sentido común me dice que se lo debo a este hospital y al Doctor Pardo.
- Fue un excelente médico, luchó por tu vida incluso cuando todos los demás daban por hecho tu fallecimiento.
- Sí, lo sé.
- ¿Cuándo te reincorporas?
- En un mes como estaba previsto, he decidido avanzar un poco más en mi tesis doctoral ahora antes de volver al horario de urgencias.
- ¿Deseas el horario de urgencias otra vez?
- Sí.
- Te resultaba muy duro.
- Antes tal vez, ahora ya no me afectará. Quizás tenga la ocasión de hacer por otra persona lo que hicieron por mí.
-  El doctor Martínez se incorporó de su silla y caminó hacia mí, me rodeó en un abrazo. – Eres una excelente médico y estoy seguro de que salvarás muchas vidas.
- Lo intentaré, se lo prometo.
- De acuerdo, te veo en un mes.
            - Gracias por su comprensión.
            - Tú eres parte de este hospital desde hace trece años, fuiste nuestro milagro. Verte todos los días hará que recordemos por qué nos apasiona la profesión.
            - Tras despedirme de  mi jefe decidí acercarme por urgencias. Al entrar por la puerta principal la mayoría de mis compañeros vinieron a saludarme y sentí que formaba parte de algo por primera vez en trece años.
            Ya no veía mi vida desde las gradas, había bajado al campo y estaba dispuesta a jugar el partido y ganar.

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