Hoy
en “Tejedora e Hilandera de Sueños” he decidido escribir un
minirrelato sobre el primer amor.¿Quién no recuerda con cariño esa
primera persona de la que nos enamoramos?
Pasan
los años y, en nuestra mente, ese primer amor sigue tan fresco como
el día que nos “enamoramos” de él. Solemos rememorarlo con
cariño, una parte de nosotros seguro que sigue pensando que era la
persona perfecta; no tiene ni un defecto ante nuestros ojos. Tengo la
teoría de que muchas veces ese primer amor se convierte en un amor
platónico del que sólo tenemos buenas palabras. Mi primer amor era,
y sigue siendo, amable, cariñoso, se preocupa por los demás y, cada
vez que lo veo, mi corazón bota con nostalgia. Por esa razón me
gustaría dedicarle este post, sé que no es la persona de la que
estuve más enamorada, pero le sigo teniendo un profundo afecto y
para mí es y seguirá siendo un príncipe azul.
El
Primer Amor
La
primera vez que Laura vio a Joaquín tenía cinco años. Se
conocieron en la guardería, cuando el mundo les parecía un universo
nuevo que explorar. Se hicieron amigos al instante, como si lo más
natural del mundo fuera caerse bien desde el primer momento. Los dos
pronto se ganaron el apelativo de “novios” cuando ninguno de los
dos acertaba a poner el significado concreto de esa palabra. Así
pues fueron los “novios” oficiales de la clase de los primeros
años de educación infantil.
Por
lógica la amistad entre los dos niños llevó a los padres a una
relación de conocidos, que evolucionó a una relación de amigos
íntimos tras un año de “quedadas” en el parque, tomar café los
fines de semana etc.
Si
Laura enfermaba llamaba Lucía a Olga, la madre de Joaquín, para
preguntar qué habían hecho en el cole.
Si
Joaquín era el que enfermaba llamaba Olga a Lucía para preguntar
por las tareas.
Con
el tiempo Héctor y Manuel se convirtieron en colegas de fútbol y
sufrían por el otro cuando su equipo perdía porque no eran
seguidores del mismo equipo.
A
los padres pronto les dijeron los niños que eran “novios”,
evidentemente, a ellos les hacía gracia esa afirmación a tan
temprana edad y tomaban el pelo a sus hijos preguntándoles por su
“novio” y “novia”.
El
primer día de Educación Primaria, Joaquín y Laura entraron en
clase con las manos entrelazadas. Ambos tenían miedo por ir a un
cole diferente a su guardería y les asustaba conocer a gente
diferente de sus primeros amigos. Así que, pronto, sin quererlo, ni
beberlo, se convirtieron, otra vez, en los “novios oficiales” de
la clase. Ellos seguían sin pensar en lo que en realidad era ser
novios. Para ambos estar juntos era tan natural como respirar. Pronto
llegaron los nuevos amigos, las nuevas aventuras y se olvidaron del
temor inicial al entrar en un lugar nuevo, mucho más grande y con
“profes” nuevos a los que conocer.
Sus
padres escucharon a sus hijos que eran “novios” en el nuevo cole
y siguieron con las susodichas bromas a las que sus hijos ya estaban
acostumbrados.
Su
amistad se afianzó día a día, pero al llegar el último año de
Educación Primaria las cosas empezaron a cambiar entre ellos.
Laura
sentía mariposas en el estómago cuando Joaquín le daba la mano y
Belén, que se había convertido en una de sus nuevas amigas, empezó
a molestarle porque pasaba mucho tiempo con Joaquín. Laura,
preocupada, dijo a su hermano mayor Rodri lo que le ocurría y, de
pronto, Rodri se ponía muy protector cada vez que Joaquín iba a
hacer los deberes a su casa; nunca lo dejaba a solas con su
“hermanita”.
Joaquín
notaba hormiguitas en el estómago cuando Laura le sonreía y, de
pronto, Julián le empezó a caer mal porque miraba mucho a Laura.
Joaquín, inquieto, preguntó a su prima mayor Marga porque le
pasaban esas cosas raras y Marga enlazó sus manos y empezó a decir
incoherencias sobre besos, novios, citas... El pobre Joaquín acabó
más confundido de lo que ya estaba.
El
primer día de secundaria, Laura y Joaquín entraron en el Instituto
cogidos de la mano. Ambos estaban nerviosos porque empezaban una
nueva vida en un colegio mucho mayor que el de primaria y en el que
había muchos más “chavales” que en el anterior.
Y,
sí, se convirtieron en los “novios” oficiales del primer año de
secundaria. Pero Joaquín y Laura ya no tenían seis años, con doce
se sentían muy adultos y habían aprendido el verdadero significado
de la palabra novios y, puesto que habían pasado toda su vida
juntos, decidieron ser oficialmente “novios”. Al fin y al cabo se
conocían desde la guardaría, habían ido juntos al colegio de
primaria y empezaban su nueva aventura como “adolescentes”.
El
primer trimestre pasó rápido. Muchos deberes, muchos profesores,
muchos amigos nuevos y un Rodrigo cada vez más desconfiado. Ni un
minuto estaban ellos sin la supervisión de Rodri y no habían tenido
tiempo de experimentar eso que todos llamaban “primer beso”.
Fue
la noche de Navidad, cuando todos estaban comiendo en casa de Joaquín
que tuvieron la ocasión de estar a solas.
Rodrigo
estaba ocupado jugando con su nueva consola.
Las
madres estaban en la cocina preparando la comida.
Y
los padres habían ido a por el postre.
Joaquín
y Laura jugaban con sus consolas, pero en un instante sus ojos se
cruzaron y, sabiéndose solos, decidieron experimentar el consabido
primer beso.
No
fue como imaginaban.
Fue
incómodo, extraño y realmente tonto. Sin embargo ninguno de los dos
dijo nada. Disfrutaron del instante de estar solos y, de forma
involuntaria, sus manos se unieron una vez más. Al fin y al cabo, la
mayoría de su vida había transcurrido con esas dos manos
entrelazadas.
Quizás
ese tímido primer amor duraría para siempre o, tal vez, se acabaría
al día siguiente, pero sin duda Joaquín y Laura lo recordarían
siempre con una sonrisa y sus dos manos enlazadas.
FIN
Y ya cierro el Tejedora de hoy. Hasta el próximo!! :)
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