miércoles, 3 de mayo de 2017

Un breve relato de Amor

Hoy en "Tejedora e hilandera de sueños" un breve relato sobre un amor que va más allá del tiempo. Esta es una idea con la que ya jugué en "La Noche de San Juan" uno de mis manuscritos favoritos. 

 AMOR

Se pasó buena parte de la noche leyendo relatos breves de amor, era su pasatiempo favorito desde que había roto con su último novio, Pedro. Era una romántica empedernidad y ya que no tenía el amor le gustaba leer historias sobre él. Ella achacaba la culpa a las películas de Disney que había devorado de pequeña y a la lectura de románticos como Bécquer, Larra, Keats o Lord Byron. Tras leer la última historia decidió cerrar el libro era demasiado dulce, incluso para ella. 
Al día siguiente tendría que madrugar para trabajar en la panadería y seguramente el pasar tantas horas leyendo antes de dormir le iba a acabar pasando factura. El sueño la cogió rápido y se dejó trasladar al mundo de Morfeo con una sonrisa llena de posibilidades, normalmente sus sueños eran muy vívidos, llenos de color, música y animales parlantes. 
El de esa noche, no obstante, fue diferente, demasiado realista para lo que acostumbraba a soñar.
Empezaba con ella en una fiesta con sus mejores amigos, era la verbena del pueblo en la que todos participaban. Ella caminaba por el lugar con una sonrisa en sus labios y una botella de cerveza en sus manos. A lo largo de su camino sus amigos se iban yendo a diferntes lugares para liarse con sus parejas o para consumir cantidades ingentes de alcohol. Ella escuchaba la música feliz, daba pasos de baile sin ser demasiado evidente, estaba relajada, sonriendo. El mundo de su sueño era perfectamente normal. La música la típica de las verbenas, la gente vestida con vaqueros y camisetas, nada de colores llamativos o vestidos imposibles de imaginar como solían ser los de sus sueños. Quizás por eso pensó que no se trataba de un sueño en absoluto hasta que lo vio a él. Un chico que no encajaba en el ambiente de la verbena, alguien que no pertenecía al pueblo, ni vivía allí. Sus ojos de un incierto color miel-avellana, el pelo castaño claro un poco largo y hoyuelos en su mejilla. Era Julio un chico que había conocido en el trabajo que había cogido a tiempo parcial mientras estudiaba en la Universidad. Ella siempre había estado un poco enamorada de él, le gustaba su forma de ser, lo admiraba por su inteligencia y el extraño humor que tenía. Se habían hecho amigos pronto, pero tenía novia y ella no se entrometió entre ellos. Se conformaba con mirarlo desde lejos, ser su amiga, amigos estaba bien, no necesitaba nada más. 
  -Tú no perteneces aquí. - Le decía en su sueño.-Vives en otro lugar y no en mi pequeño pueblo. Debes marcharte a perseguir tu sueño de ser banquero en la gran ciudad.
  -He venido a por ti, María. -Afirmaba la figura de Julio y la besaba. Fue un momento mágico, se sintió real e hizo que su interior se agitara con mariposas en el estómago y, justo entonces, se despertó en su cama con el corazón latiendo en el pecho frenéticamente. Superada por la emoción del sueño, del beso, se echó a llorar. Consciente de que sólo había sido un sueño sobre un anhelo que la había perseguido duranto años. Ella se había enamorado de él como una estúpida y, en un loco arrebato, incluso llegó a pensar que se trataba del amor de su vida. Se sentía ridícula cada vez que pensaba en el pasado, era avergonzante. Sin embargo a pesar de ello siguió llorando porque el sueño se había sentido tan real que creía poder tocarlo.
   A veces se preguntaba cuánto tiempo podía durar un corazón roto recordando algo que no fue. Se culpó a sí misma por tener sueños absurdos y fuera de lugar. Se maldecía porque los ojos que aparecían en sus sueños eran miel-avellana y no verdes como los de Pedro.
  Decidida a no perder un minuto más dando vueltas a su "Y si" se echó de nuevo en la almohada, mojada todavía con las lágrimas derramadas, y volvió a dormir. Por fortuna para ella el nuevo sueño tenía colores llamativos, música y no parecía real.
  Al día siguiente cuando sonó su despertador deseó, seriamente, tirarlo por la ventana. Sin embargo se levantó de la cama, fue a ducharse, desayunó y partió a su trabajo en la panadería donde ejercía como dependiente y contable.
 Su jefa la recibió con una sonrisa y ella se sintió en el hogar. Echaba de menos la ciudad, el ambiente, pero ese era su lugar. El pequeño pueblo en el que nadie podría aplastar sus sueños y esperanzas de futuro. 
 Al terminar su jornada laboral se fue de cañas con su mejor amiga para hablar de su día y organizar la despedida de soltera de otra de las amigas de la infancia. Por suerte era viernes y el sábado sólo trabajaba por la mañana. 
 Entró en su casa, colgó las llaves en el mueble de la ventana, se desvistió y se tumbó en la cama con intención de tener otro de sus locos sueños de colores y animales que hablaban. Ese no fue el sueño que tuvo, sin embargo.
  Todo empezaba en un lugar desconocido, había una mujer joven en él, no se parecía en nada a ella y, a pesar de ello, supo sin ningún tipo de duda que era ella. La joven vestía una túnica ceremonial y bailaba con un muchacho alrededor de un monumento que nunca había visto. Observó al chico con ojo crítico, no se parecía en nada a él, pero de algún modo lo identifico como Julio sin llegar a comprender por qué razón. Se despertó un poco después, desorientada, no recordaba dónde se encontraba y porque no estaba bailando con el chico de sus sueños alrededor de un monumento. Hasta que se dio cuenta de que había sido otro sueño.
Miró el reloj, las tres de la mañana, todavía le quedaban tres horas antes de levantrse y volvió a meterse en la cama preguntándose a dónde habían ido sus sueños de colores  y por qué los de ahora parecían tan reales que le daban miedo.
 Se despertó al día siguiente, caminó al trabajo cansada y supo que ese día le iba a resultar pesado porque estaba agotada tras pasar dos noches sin dormir propiamente. Aunque al final la mañana no fue tediosa, hacía buen día y todos los vecinos del pueblo pasaron por la panadería para coger pan e ir de picnic a la playa, con lo que no tuvo un instante para sentirse agotada o aburrida. Al cerrar la panadería decidió seguir el ejemplo de sus vecinos y bajar de picnic a la playa.
 En su pequeño pueblo el buen tiempo era un fenómeno extraño que debían aprovechar mientras tenían la oportunidad y, por eso, los días que el sol salía todos se animaban y ella, contagiada por el ánimo de los demás optó por hacer eso exactamente. Llegó a su casa, preparó su bolsa de la playa con el libro que estaba leyendo, el móvil, los cascos, una botella de agua y un bocadillo. 
 Era temprano cuando llegó pero ya estaba llena hasta la bandera de gente del pueblo. Encontró un sitio alejado y caminó hacia él, parándose a saludar a todos los vecinos y conocidos que veía en el trayecto. Al llegar a su rincón alejado dejó su mochila y se dedicó a contemplar como la luz del sol incidía en el agua, dándole un hermoso tono turquesa que no envidiaba, para nada, ninguna de las playas caribeñas que veía en la televisión. Finalmente abrió la mochila, cogió la toalla, el bocadillo y se sentó a disfrutar de su comida mientras regalaba sonrisas anhelantes al agua que, sin duda, estaría helada. Tras devorar su comida se tumbó en la toalla, encendió la música en su teléfono móvil, se puso los cascos y cerró los ojos.
El sueño la alcanzó rápido porque llevaba dos noches sin dormir. Empezó, como todos los anteriores, en una escena demasiado real. 
Había una pareja mirándose a los ojos mientras el sol se ocultaba en el horizonte. Anheló ese instante porque reconoció a los protagonistas, nuevamente ella y Julio. El aspecto de Julio era rubio, ojos azules y no demasiado alto, ella pelirroja, de ojos verdes con pecas y menuda. La mirada de los dos lo expresaba todo, sin necesidad de palabras.
 Se despertó de golpe y contempló la playa. Las lágrimas acudieron a sus ojos sin que las pudiera detener anhelando, una vez más, algo que no tuvo, que nunca tendría. Dio un sorbo largo al agua y fue a bañarse, tal vez el agua fría despejaría sus ideas.
 Al anochecer regresó a su casa, a pesar del molest sueño tuvo un buen día en la playa y decidió que si al día siguiente hacía buen tiempo regresaría. El mar tenía esa maravillosa capacidad de recargar sus baterías aunque estuviera agotada. 
 Esa noche tuvo un colorido sueño con perros parlantes y lo que parecía una versión propia de Narnia. 
 El sol matilan se coló por su persiana medio abierta. Decida a no perder el tiempo desayunó rápido, preparó dos bocadillos, algo de fruta y dos botellas de agua para bajar a la playa. Al ser una hora temprana no había nadie y pudo escoger su sitio favorito en la playa. Depositó sus cosas, caminó hacia la orilla y paseó mientras observaba las gaviotas. Tras un paseo largo se bañó, después regresó a su toalla, se sentó a tomar un poco de fruta, un bocadilllo y contempló como la gente iba llegando a la playa. La gente la saludaba animada mientras encontraba un sitio donde colocarse y ella se sintió realmente animada. Cerró los ojos, dejándose llevar al mundo de Morfeo por el murmullo del mar.
El sueño empezó en cuanto cerró sus ojos. Se gritó a si mimsa para despertar porque no deseaba soñar con la pareja, pero no lo logró. Nuevamente los vio con un aspecto diferente y una época histórica distinta. Este sueño fue más angustioso que los anteriores porque se trataba de una despedida. El chico partía a la guerra y la chica prometió esperarlo. "Volveré", prometió él, pero no regresó.
Se despertó anegada en lágrimas una vez más. 
Por la pareja que seguía ocupando sus sueños y que nunca parecía tener un final feliz, sino corazones rotos una y otra vez como si de una maldición se tratara.
Fue hacia el agua, se bañó y dejó que el mar borrara el recuerdo de su sueño mientras se mecía en sus olas suavemente. Al atardecer fue a su casa, cenó una ensalada y se echó a dormir, rezando para que esos sueños dejaran de importunarla. Esa noche tuvo suerte, soñó con la película que había visto antes de acostarse.
 Al sonido del despertador se incorporó, se duchó de buen humor y fue hacia el trabajo tarareando una de sus canciones favoritas. Al salir de su jornada quedó para tomar unas cañas con varios de sus amigos y se sintió muy optimista. La semana prometía ser buena si el lunes empezaba así de bien.
Volvió a su casa, puso la televisión y vio una serie en la que el protagonista se declaraba al amor de su vida con una frase que deseó que alguien le dijera "Como si en cada vida que tú y yo vivimos, hubiéramos elegido volver, encontrarnos uno al otro y enamorarnos una y otra vez por toda la eternidad". Realmente la frase le tocó el corazón y cuando se acostó lo hizo con una sonrisa pensando en ese diálogo tan precioso y preguntándose si ella sería tan afortunada de encontrar a alguien como el protagonista de la serie.
Esta vez el sueño no la pilló desprevenida y ni siquiera decidió luchar contra él, estaba harta de intentarlo así que decidió dejarlo ir. La pareja, nuevamente, otra época histórica, un ambiente diferente y como siempre una mirada enamorada. Honestamente tuvo ganas de pegarles. Se miraban con una sonrisa tan grande que no podía ser real, era demasiado abierta, demasiado perfecta y la perfección no existía. Sinceramente, estaba hasta las narices de ellos, les deseaba un final horrible y doloroso. Sin embargo en el momento en que ese pensamiento cruzó su mente el sueño cambió. La chica la miró y dijo exactamente las mismas palabras que el protagonista de la serie que había visto esa noche. 
Despertó de golpe, pero sin angustia en esta ocasión. Había comprendido que sus sueños eran sólo reflejo de un anhelo de encontrar a alguien, de enamorarse de nuevo. 
Ese fue el último día que soñó con ellos. Sus sueños volvieron a ser en tecnicolor, propios de los mundos de Tolkien y CS Lewis. 
Los olvidó hasta que, cinco años después, se volvió a encontrar con Julio y se intercabiaron los teléfonos nuevamente. Tras un año de relación como amigos ella le habló de los extraños sueños de la pareja, aunque omitiendo la información de que siempre eran ellos dos en el sueño. 
Y no pudo estar más sorprendida cuando él la besó y le dijo, "Lo sé, somos nosotros".
FIN
 
Y hasta aquí mi breve relato de amor. Reconozco que la frase de la serie realmente no es mía sino de Glee, aunque reconozco que la primera vez que la oí deseé haberla escrito yo porque me encanta. El resto de la historia es mía, los personajes no son reales, no existen, pero tras escuchar esa frase en Glee se me ocurrió volver a tocar un tema de forma breve porque, de eso precisamente, va mi manuscrito de "La noche de San Juan" de una pareja maldita que se encuentran en sus diferentes vidas y todas ellas acaban con corazones rotos. 
Hasta el próximo "Tejedora e hilandera de sueños", si os gusta esta breve historia os pido que la compartáis en vuestras redes sociales para que llegue a más gente.   :)
 

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