viernes, 27 de septiembre de 2013


Capítulo 8
     Escuché su oración, sentí su necesidad, su miedo, la cantidad de valor que había precisado para dar un paso tan importante y me aparecí ante ella dejando, por un instante, el resto de mis cargas humanas desatendidas. Ninguna de ellas estaba en peligro, no me necesitaban, pero ella sí.
     - Daniela. – Le dije, ella me miró con sus insondables ojos verdes, después se aproximó a mí, me rodeó con sus brazos. Noté su cuerpo tembloroso, sentí su miedo, su dolor y, sobre todo, sentí su amor. Era palpable, lo podía tocar con la punta de los dedos. La contemplé y me dejé arrastrar por ella, su amor me traspasó el corazón, sin poder evitarlo, la besé.
     Toda mi vida humana me pareció absurda, inútil porque en ella, Daniela, no era más que una paciente. Al principio un número más de mi lista de éxitos hasta que se convirtió en algo más.
     La realidad me golpeó, la observé durante un instante, pero me pareció una eternidad. Ese sentimiento había estado allí desde el principio, por eso me había implicado en su recuperación, por eso sacaba horas de mis horas para poder estar con ella.
     ¿Cuándo me enamoré de ella?¿En qué momento dejé de un lado mi juramento hipocrático para entrometerme en su vida?
     Adriel lo sabía.
     Por eso me había repetido tantas veces las reglas prohibidas, los pasos que no debía dar, aún sabiendo que las rompería todas por estar con ella, comprendiendo que mi existencia había quedado ligada a la suya de por vida.
     No la había espiado porque me preocupara su salud.
     No había vigilado sus pasos para que no se equivocara.
     Lo había hecho para estar con ella, incluso desde mi cielo.
     ¿Desde cuándo el amor se había vuelto tan complicado?
     A veces recordaba vagamente mi relación con Mónica, nunca había sido tan complicada, probablemente porque nunca la había amado como amaba a Daniela.
     Mi Daniela.
     Mía porque yo la había salvado.
     Mía porque ella me había salvado a mí.
     Mía porque yo la amaba.
     Mía porque ella me amaba a mí.
     Mía.
     Suyo.
     Suyo porque le pertenecía.
     Suyo porque nunca me había sentido tan vivo.
     Suyo porque siempre lo había sido, desde el principio, desde el día de su nacimiento y el día de mi primera muerte.
     Los Superiores no lo comprendían y yo, tampoco.
     - ¿Estás bien, Dani? – Pregunté, por primera vez omitiendo su nombre completo, había traspasado la barrera y, a partir de ahí, me movía en un terreno inexplorado.
     - No.
 Quería decírtelo, Doctor Pardo, creo que estoy enamorada de ti.
- Yo estoy enamorado de ti y, no lo creo, Dani, lo sé con certeza.
- ¿Por qué?¿Cuándo?
Y sobre todo, ¿por qué no me lo dijiste?
- No sé el porqué o el cuándo, yo acabo de descubrirlo.
- No es justo.
- ¿El qué?
- Que yo esté viva y tú muerto, que yo sea una simple humana y tú un ángel. Sobre todo, que ese borracho se cruzara en tu camino terminando antes de que empezara nuestra historia de amor.
- ¿Nuestra historia de amor? – Pregunté y no pude evitar sonreír.- En realidad no ha terminado, estoy aquí, y no me iré a ningún lado, soy un Ángel inmortal.
- Pero yo no.-Aseguré y me perdí en sus hermosos ojos verdes.- Envejeceré… ¡moriré!
- Amor. – Susurré y me gané una hermosa sonrisa de mi alma gemela. – Yo también morí y ahora tengo este par de bonitas alas blancas, a ti también te las darán.
- No lo sabes.
- Tengo fe.
- ¿Por qué me has hecho esto, Darío?¿Por qué decidiste aparecer después de tanto tiempo?
- Creí que esa parte había quedado clara, lo hice porque te amo.
- ¿Por qué?
- Nadie lo sabe, ni mis Jefes ni yo. Tu alma y la mía están prendidas o, al menos, eso es lo que Adriel cree.
- ¿Adriel? – Pensé por un segundo en mi Ángel de la Guarda de la infancia, siempre lo había visto en sueños, era pelirrojo con un par de hermosos ojos de color turquesa. - ¿Conoces a Adriel?
- Él me asignó a ti, por alguna razón cree que tú y yo debemos estar juntos, aunque nunca me lo ha dicho directamente.
- ¿Y eso en qué lugar nos deja? – Preguntó y me reí por primera vez en trece años. - ¿Te ríes de mí?
- Eso mismo le pregunté a Adriel, amor, sin embargo no tenía las respuestas y admito que yo tampoco.
- Genial.- Murmuró. – Me he enamorado de un ángel, me encantaría saber qué pensarían las monjas de mi colegio al respecto.
- Probablemente te llamarían bruja. – Contesté y acaricié su hermoso cabello, después la envolví en mis alas para transmitirle el calor de mi cuerpo y mis profundos sentimientos hacia ella. – A partir de aquí tendremos que improvisar, no sé a dónde nos llevará esto, ni la reacción de mis superiores, por ahora debemos mantenerlo en secreto.
- Eso es fácil, no puedo ir diciendo por ahí que mi novio es un ángel de la guarda. Me meterían en un psiquiátrico con suerte, con mala suerte me trasladarían al sanatorio de Miguel.
- Me tengo que ir… - Susurré sin querer separarme de ella, pero sin poder evitarlo. – Un protegido me necesita. – Me despedí con un beso y dejé a mi Dani pensativa.
No había dudas en su corazón sobre nosotros, estaba decidida a darnos una oportunidad y me pregunté si yo sería capaz de dárnosla también.
Quería hacerlo, pero una parte de mí temía que si los Jefes lo descubrían tal vez nos separarían y eso, era algo para lo que no estaba preparado.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Noche

El cielo se oscureció, el alma que vagaba por la casa permaneció en silencio viendo como el sol se apagaba. Mucho tiempo atrás los habitant...