El sol la deslumbró por un
momento, con un ligero suspiro se sentó en el banco que siempre había
considerado suyo. Sabía que otras personas se sentaban en él, pero no variaba
el hecho de que ella siempre lo elegía para sí misma. Escuchó las risas de los niños,
las regañinas de los padres, todo seguía como recordaba. Habían pasado tres
años, toda una vida para ella, pero por un instante todo fue perfecto. Quiso
capturar ese instante con su cámara, pero la había dejado en el hotel con sus
pertenencias. El sentimiento del pasado la embargó, la fuerza con la que
siempre había creído en sus sueños, la certeza de que lo conseguiría…
La realidad la golpeó de
pronto, la sensación de que había pasado toda su vida persiguiendo una utopía,
seguía en el mismo sitio, pero sin ganas. Su mente voló hacia él sin que
pudiera remediarlo, una cosa más que se le había escapado, un sueño más que se
le había quedado en el tintero. El presente le resultaba descorazonador, pero
sabía que en algún lugar estaba su fe y el espíritu de lucha que, por el
momento, se había quedado atrás. Había regresado una vez más, quizás en esta
ocasión el destino le tenía reservada una sorpresa. Bajó la mirada al suelo por
un segundo, lo sintió cerca, incluso antes de que llegara hasta ella. Su corazón
se detuvo, su alma se le escapó y el amor regresó a ella desde las
profundidades de un pasado remoto o quizás había ocurrido tan solo un segundo
atrás. Cuando su mirada castaña se cruzó con la miel de él, el mundo se tornó
un lugar mucho mejor.
Lo amaba, siempre lo había
amado y ahora ya no sentía miedo. Su sonrisa seguía como la recordaba, pero su
mirada desconcertada decía más que sus palabras: sorpresa, miedo, alegría, amor
y dolor atravesaron su hermoso rostro. El corazón de ella se detuvo y su mundo,
tras cinco años detenido, volvió a girar. Ya no tenía veinticinco años y estaba
dispuesta a jugársela por él. Él se sentó a su lado sin mediar palabra, ella se
acomodó en el banco y suspiró de nuevo. Era un nuevo principio y, por fin, ella
se sentía lo bastante valiente para agarrar esa oportunidad y no dejarla
escapar. Las preocupaciones, la angustia pasaron a un segundo plano. Todas las
cicatrices de su alma se curaron por ensalmo y, lo supo, tenía miedo, pero por
primera vez en su vida se atrevió a soñar de nuevo. Su caballero de armadura
resplandeciente estaba de nuevo a su lado y ella estaba dispuesta a rescatarlo.
Durante un rato los dos
estuvieron en silencio, después él se levantó y se marchó sin decir palabra.
Ella se quedó en el mismo lugar, pensó en cuánto había echado de menos la gran
ciudad, el murmullo del tráfico desde primera hora de la mañana. Los largos
paseos desde la Moncloa a Opera, las horas en el Templo Debod con toda la
energía que emanaba el lugar, las tartas de su sitio preferido de Madrid “El
Jardín Secreto” y, sobre todo, la sensación de libertad. Los restaurantes y las
pintorescas cafeterías que había explorado hasta la saciedad cuando vivía allí.
Galicia estaba en su corazón, grabado a fuego, pero ella ya no pertenecía a la
Tierra Meiga, la tierra Mágica, su sitio se encontraba en Madrid.
Para terminar, esta parte tiene que ver con una promesa que he hecho a San Judas Tadeo, le prometí que si una cosa me salía bien publicaría en el blog su Novena. Así que aquí va:
San Judas Tadeo, apóstol y mártir, fiel intercesor de todos los que invocamos tu patronato especial. En tiempo de necesidad a ti recurro, desde el fondo de mi corazón, y humildemente te invoco, a ti San Judas, que cumples milagros y ayudas a quienes ya no tienen esperanza. A ti, a quien Dios concedió ese gran poder para venir en mi auxilio. Ayúdame en esta petición actual y urgente, a cambio yo prometo dar a conocer tu nombre y hacer que otros te invoquen.
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