EPÍLOGO
Hace quince años…
Hoy es el
día en el que todo cambia, desde mi cielo puedo ver a Darío y Daniela, ella ha
elegido no conocer a Miguel y yo intervendré para evitarlo. Quizás hubiera sido
más fácil haberle propuesto yo mismo esta decisión, pero a veces si estamos
demasiado implicados en la situación no somos capaces de ver la solución más
simple.
- Hola, ¿sabes que tienes la mirada más hechizante
que he visto en mi vida? – Dice Miguel y
mi Daniela le sonríe.
- Gracias, me llamo Daniela.
- Miguel.
- Encantada de conocerte.
- Perdona, ¿te puedo invitar
a algo? – Darío interrumpe el momento,
es muy joven, todavía es un Doctor engreído, pero con el tiempo sé que cambiará
porque es su naturaleza aunque él la desconozca todavía.- Siento
entrometerme, simplemente me ha atraído tu presencia, es como si te conociera
de antes.
En voz alta suena bastante ridículo, pero es la
verdad.
- A mí me ocurre igual.
Soy Daniela, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Darío, Darío
Pardo.
- ¿Darío? Es un nombre
precioso, de algún modo me trae hermosos recuerdos.
- Me largo, ya veo que aquí
no tengo nada qué hacer.- Miguel se aleja
de los dos y yo sonrío. Han cambiado su destino, pero de algún modo comprendo
que ambos terminarán aquí, a mi lado, pues los dos son mis favoritos y quiero
que me ayuden a proteger a otras personas.
- Lo siento, creo que he
fastidiado tu cita.- Dice Darío con una
media sonrisa, sintiendo mucho más en su corazón.
- No importa, en realidad
sólo buscaba compañía.
Dime, ¿a qué te dedicas?
- Soy médico en urgencias.
- Parece un trabajo duro.
- A veces lo es.
- Si necesitas una amiga
para hablar de ello aquí me tienes.
- Gracias, Daniela.
- Puedes llamarme Dani.
- Es un bonito nombre.
- Como diría Bogart, espero
que este sea el principio de una hermosa amistad.
- Sé que lo será.
5 de
Octubre, hace trece años
El
destino juega hoy sus cartas por última vez. Daniela cambió su vida y también
la de Darío. Ambos deberán pagar por esa decisión, desde mi cielo los contemplo,
han sido felices durante dos años, pero las normas están ahí para cumplirse y
yo, Adriel, debo velar porque se cumplan.
- Llegas tarde, Darío.- Dice Daniela y se sube en el coche.
- Estaba con Mónica, hoy le
he pedido matrimonio.
- Está bien, te perdono
porque estoy de buen humor; me han aceptado en la Facultad de Informática.
CRASH.
15 de
Octubre hace trece años
Me desperté en un lugar
extraño, frente a mí había un hermoso hombre pelirrojo con los ojos turquesa, lo
miré y lo identifiqué entre mis recuerdos de infancia.
- Adriel.- Le dije y él me
sonrió.
- Bienvenida, Daniela. – Me alegré
por el recibimiento de Adriel y sentí que alguien tomaba mi mano, dudoso.
- ¿Lo conoces? – Me preguntó Darío.- ¿Sabes dónde
estamos?
- Adriel es mi Ángel de la Guarda. – Respondí, Darío
me miró de forma extraña. – Lo que no entiendo es qué haces tú en mi sueño.
- No estáis soñando, ninguno de los dos. – Explicó
Adriel. – Os doy la bienvenida a vuestra nueva vida, desde hoy seré vuestro
Ángel Guía. A partir de mañana os ocuparéis de cargas humanas, es vuestra
obligación como Ángeles de la Guarda.- Dijo.
Yo me
quedé en silencio, evaluando sus palabras. Estaba muerta.
El pensamiento se coló en mi mente, había muchas
cosas que deseaba vivir, muchas experiencias que ansiaba tener y, entonces,
ocurrió lo más extraño de todo; Adriel nos habló de nosotros, de nuestras
vidas.
Nos explicó que ambos habíamos muerto, en diferentes
años y, nuestras almas se habían reclamado una a la otra, nunca habían podido
separarlas y, por esa razón, los Jefes habían optado por traernos en el mismo
momento a este lado de la vida.
Me giré para observar a Darío, él me dedicó una
hermosa sonrisa y me tendió la mano. Los dos observamos a Adriel, él siguió con
su discurso.
- Sólo hay cuatro
condiciones para hacer este trabajo.
No digáis
quién sois. Desde hoy seréis Dariel y Naariel.
No améis
a ninguna de vuestras cargas humanas.
No os
hagáis corpóreos ante ellas.
Nunca les
ofrezcáis la oportunidad de cambiar una decisión de su vida porque un ligero
cambio puede influir en la vida de muchos.
Vosotros dos estáis aquí porque compartís un vínculo
muy profundo, desde vuestro nacimiento estabais destinados a conoceros,
vuestras almas están prendidas y por eso seréis compañeros. Recordad, siempre
debéis responder a esta oración:
Ángel de la guarda, dulce compañía, no me dejes solo
ni de noche, ni de día, que me perdería.
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