jueves, 3 de abril de 2014

Tras una semana en la que no pude actualizar, hoy toca publicar otra de las mini historias que escribí sobre "Lugares para ligar". Es una historia sobre ligar en una galería de arte, no es de mis mejores obras, pero a mí me resulta divertida porque, a veces, me apetece escribir historias un poco alocadas y divertidas, me pasa como cuando leo libros, paso fases. Una fase de historias un poco oscuras, una fase de romántica y una de las herederas y herederos de Helen Fielding.

Una galería de arte
¿Os habéis enamorado alguna vez de un artista? ¿Os habéis sentido alguna vez irremediablemente atraídos por un bohemio y loco soñador?
Sí, ya me imaginaba que sí.
 Porque, siendo francas, a todos nos gustan los actores de Hollywood con sus mansiones increíbles, con sus manías retorcidas y con ese encanto y brillo que sólo tienen las personas muy creativas. Pero yo jamás me he enamorado de un actor, son demasiado superficiales desde mi humilde punto de vista y tampoco me había enamorado jamás de un artista.
¿Por qué?
Para ser sincero, no me llamaba demasiado la atención.
Quiero decir, por supuesto tenía fantasías sobre liarme con Orlando Bloom o... yo que sé, Johnny Deep, pero sólo fantasías.
¿Cómo iba a estar yo con un tío que tenía la cabeza en cualquier parte menos en su lugar?
Porque al menos esa era la sensación que tenía yo de los artistas y los creativos. Demasiadas cosas en su cabeza, demasiadas complicaciones para un tipo aburrido como yo.
¿No os creéis que sea aburrida?
Soy profesora de literatura en la universidad, una aburrida profesora que odia salir los fines de semana, que odia ligar en las discotecas y para quien lo más apasionante del mundo es quedarse en casa todo un fin de semana, con mis películas favoritas y mi grupo de amigos más queridos.
¿Lo veis? ¡Aburrida!
Así que con este currículum imaginaréis que tenía crudo lo de ligar.
Mi mejor amiga, Noela, siempre me decía que debía buscar más o me quedaría para vestir santos y no soportaba la idea de verme vistiendo santos. La verdad tenía ya veintiocho años y me había hecho a la idea de ir a vestir santos cuando él se cruzó en mi camino.
Él.
Tan sexy, tan arrebatador, tan increíblemente atractivo. Era capaz de arrancar suspiros a varios metros de distancia y eso logró conmigo.
El día que lo conocí fue de pura casualidad.
Mi mejor amiga Sofía y su marido José, decidieron invitarme a una exposición de arte que se celebraba en su galería. José me dijo con su ojo pervertido que el artista era apasionante y que podría gustarme y yo me sentí bastante frustrada, no me gustaba la idea de tener a todos mis amigos buscando citas para mí y decidí no arreglarme lo más mínimo.
Así que me puse mis vaqueros, una camiseta que había visto días mejores y un poco de la colonia de bebé de mi sobrina y, además me dejé las gafas en casa, lo que dificultaría un poco las cosas porque no veo un burro a tres pasos sin ellas, pero nada yo convencida de que con ese look ni una mosca se me arrimaría.
¡Error!
En serio, me podéis creer que cuando tú piensas que no harás nada en una noche para divertirte vas y te diviertes, lo mismo ocurre cuando decides que no quieres ligar. Ese día se te pegan todas las lapas.
Así que allí fui yo, con mi look. “No me mires que doy penita” dispuesta a pasar una aburrida noche, pero según entré en la galería de exposiciones se me acabaron pegando todas las lapas y así fue hasta que José me presentó al pintor. Él era la cosa más impresionante que os podéis echar a la cara, ojos verdes, pelo rubio, hoyuelos, sonrisa pícara… y, de algún modo, al final de la noche Héctor, el pintor, y yo terminamos pasando la noche juntos, hablando de cine, de literatura, de arte, de filosofía y todos los temas inimaginables.
Por cierto, ahora estoy enamorada de un artista y soy feliz.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

La Noche

El cielo se oscureció, el alma que vagaba por la casa permaneció en silencio viendo como el sol se apagaba. Mucho tiempo atrás los habitant...