ÁNGELA
Al día siguiente Niam se
decidió a buscar trabajo.
Su embarazo le hizo
pensar que no la contratarían en ningún periódico ejemplar. Se notaba que
estaba embarazada y decidió que era mejor que la vieran así para que no que la
echaran por haber engañado al director de recursos humanos.
Por
primera vez añoró a Ernesto. No
porque lo quisiera, ya que no había nada más lejos de la realidad, sino porque
él era el director de recursos humanos de su antigua empresa y no la iba a
echar a la calle si estuviera embarazada. Sin saber porque recordó sus ojos
verdes y pensó en aquello que decía ollos verdes son traidoresÑ.
Entró
en un gran periódico regional y sintió que las piernas no cesaban de temblarle.
Observó a la gente que afanosamente trabajaba en la entrega del día
siguiente y sonrió.
Tal
vez la aceptarían en ese lugar, tenía muy buena pinta y de pronto se dio cuenta
de que deseaba más que otra cosa en el mundo que la contrataran.
Preguntó
a una joven becaria de unos veinte años por la oficina de recursos humanos, la
chica le sonrió y le indicó una puerta que había al fondo.
A
Niam le costaba moverse, la pequeña Ángela estaba dando vueltas en su interior
para darle ánimos.
Llamó
a la puerta y oyó un pase fuerte y decidido.
Se
quedó parada unos minutos, finalmente apretó
su abdomen y abrió la puerta.
Al
entrar se encontró en un despacho oscuro, al final de la mesa había un hombre
alto, de constitución fuerte, unos agresivos ojos grises y los labios con una
desagradable. Por un instante,
Niam pensó en huir, nunca había visto un hombre con un aspecto tan fiero.
-
Discúlpeme.
Me
llamó María Ponce y quería ver si podrían contratarme en su empresa, he llegado
hace poco y necesito un trabajo.
-
No tenemos falta de personal, señora.- Le respondió él con una voz agria y
amargada, pero pensó que conocía a esa mujer, la había visto en algún otro
lugar.- Y, no se ofenda, menos una mujer en su estado que dentro de... ¿cinco
meses? Dará a luz un hijo.
-
No me importaría ser colaboradora, puedo trabajar desde casa, tengo Internet, incluso seguiría trabajando
dos días después del parto.
-
Búsquese otro sitio.
-
Tengo una extensa experiencia laboral, trabajé desde los veinte años en “El
Diario” y era bastante buena, creo que de vital importancia para el periódico.
-
¿Cómo es que está aquí entonces?
-
Dejé de trabajar hace dos años en prensa... me dediqué a otras cosas.
-
No me interesa tener a una futura mamá en la empresa, sino le importa me
gustaría que se fuera.
-
Hola Sergio.- Se abrió la puerta y apareció un hombre muy atractivo.
Tenía
el cabello castaño y unos ojos de azul intenso acompañaban su mirada, estaba
bien formado y a través de la chaqueta que llevaba se podían adivinar los
abdominales.- Veo que estás acompañado.
-
Hola, Jorge. Esta mujer quiere que la aceptemos en nuestra empresa.
-
¿Qué tal?
Me llamo Jorge Díaz. ¿Usted es?
-
María Ponce.
-
¿Es familiar de la escritora Niam Ponce?
La verdad es que me recuerda mucho a ella.
-
Esto... creo que me voy a ir.- Niam se sintió incómoda.- Ya ha sido suficiente
por hoy, no tengo que darles explicaciones ni a usted, ni a su colaborador.
No
pienso consentir que se burlen de mí. –
Leyó el letrero de encima de la mesa.- Señor Robles, desde luego no puedo
afirmar que haya sido un placer conocerle y a usted, bueno… al menos parece más
amable que su director de recursos humanos, muchas gracias. - Niam se alejó muy
digna de los dos hombres, que se quedaron mirando durante un rato.
Al
salir al exterior empezó a llorar, sintió como Ángela, desde su abdomen le daba
ánimos y acarició su barriga con mucho mimo.
-
¡Para que me habré ido de mi seguro hogar!
Perdóname,
querida Ángela, quería que fueras feliz, pero no encontraré trabajo con esta
barriga que delata nuestra situación.
Nadie
contratará a una mujer embarazada.
Pero
tranquila cariño, tengo muchísimo dinero, tendré aún más al separarme de tu
padre. Además cuando termine la
próxima novela ganaré mucho dinero y.... – De pronto sintió como el Seabhac se
agitaba en su cuello, sintió una caricia suave en el lugar en que estaba y se
sintió llena de fuerza.
Cuando
iba a arrancar casi atropella al señor Díaz que se puso delante para bloquear
su salida.
Niam
bajó del coche malhumorada y le gritó.- ¡Inconsciente!
Soy
una mujer embarazada y casi tengo un accidente por su culpa.
Le
juro que como llegara a perder a mi pequeña Ángela me las pagaría.
¡Le
quitaría la piel a trizas, maldito desgraciado!
-
Lo siento... no quería asustarla.
Quiero
que trabaje con nosotros. Sergio es un tipo muy desagradable con la gente nueva
y generalmente le doy la razón siempre, pero... usted es diferente.
Veo
fuego en su mirada.
-
¡Gástele bromas a otra! - Niam se agitó y de debajo de su chaqueta salió el
Seabhac.
-
¿Qué es eso? - Indagó el periodista.- Es el Seabhac, ¿verdad?
-
¿Cómo?
-
He oído muchas historias sobre él en mi infancia, dicen que era el protector de
la familia de unos druidas de la comarca.
-
Esto... no le interesa lo que sea esto.
Ahora,
si me disculpa...
-
Aguarde. – La detuvo agarrándola por uno de los brazos.- Quiero que trabaje con
nosotros.
-
¿Y qué poder tiene usted? ¿Es acaso el director de recursos humanos?
-
No, soy el director del periódico.- Le dijo él y ella sintió cómo se sonrojaba.
-
¡Ay!... Perdón.- Niam se giró y agarró fuertemente el Seabhac.
-
Entonces. ¿Trabajará con nosotros?
-
Me encantaría, pero... ¿Qué hay de esto?- Se señalo la barriga de premamá.
- No será un problema, me
las arreglaré sin usted un tiempo... quería hacerle una pregunta... ¿Es
pariente de Niam Ponce?
- La verdad es que sí,
soy Niam Ponce en persona, disculpe mi actitud de antes, creo que estoy a la
defensiva.
He huido de un marido cruel y tengo miedo a la
gente.
Pero no me gustaría que
me contratara sólo por ser Niam Ponce, considero que no sería justo darme el
puesto sólo por mi nombre, por eso no
quería decir nada.
- Niam, la contrato
porque considero que fue una gran periodista hasta que dejó el periodismo por la
literatura y además, bueno, en un pasado para mí sólo fuiste Niam…
- ¿Nos conocemos?
-
Quizás. – El hombre observó a Niam con ternura y sonrió. - Empieza el jueves de la semana que viene, debe
estar a las diez en el despacho del señor Robles para firmar el contrato y a
las once en el mío para que le asigne trabajo.
-
¿De verdad no seré una molestia para usted? - Niam empezó a sentirse culpable
por haber tratado mal a Jorge.
-
En absoluto.
-
Muchas gracias señor Díaz, he de confesarle que el señor Robles me
exaspera, pero creo que usted es un buen
tipo.
-
No se meta tanto con el señor Robles, es mi mejor amigo.
- ¿Es usted periodista, señor Díaz?
-
Por supuesto que lo soy.
-
Pues respete la libertad de expresión.
-
Pues sí que tiene usted carácter señorita Ponce.
-
¡Ríase cuanto quiera! - Niam miró a su interlocutor y le pareció irresistible
cuando sonreía, sus ojos brillaban mucho y sus labios adquirían una mueca
graciosa.- Pero no me va a... ¡Vaya, creo
que tiene usted razón!
-
Puedes llamarme Jorge.
-
De acuerdo, pues llámame Niam.
-
Niam.
-
Bueno, debes irte, no vaya a ser que tu mejor amigo, ese tan amable, se enfade
contigo y te despida de tu puesto de director.
-
No tengo prisa de hecho... yo... quería...
-
Me voy, tengo que ir a casa o mis abuelos acabarán por preocuparse.
Les prometí que iría muy pronto.
-
¿Sus abuelos?
-
Sí, es que vivo con ellos.
-
Está bien, adiós, Niam.
-
Vendré el jueves que viene sin falta.
Gracias
por contratarme, significa mucho para mí.
-
Niam dedicó una última sonrisa Jorge y se marchó.
Se
alegró de no tener que trabajar hasta la semana siguiente, así podría desatar
su imaginación en su novela “Desamor”.
Llegó
a su casa a las doce y se encontró a su abuela cocinando un delicioso pulpo a
la gallega, la besó y le preguntó por Manuel.
-
En el huerto, filliña. Cogiendo peras.
-
Voy a ayudarle... - Iba a salir corriendo cuando miró a su abuela.- ¿Me
necesitas en la cocina?
-
No.
-
Niam fue al huerto, vio a su abuelo
cogiendo peras del peral y empezó a
ayudarle.
El abuelo la miró complacido, estaba
cada día más radiante con su barriga de embarazada y el tono grisáceo de su
rostro había desaparecido siendo sustituido por un saludable color dorado.
Después
de ese maravilloso día en que la habían contratado, Niam se encerró en su
cuarto y siguió escribiendo la novela que sería el colofón de su carrera, según
ella pensaba. Demostraría a todos que podía cambiar el estilo de su escritura.
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