martes, 21 de abril de 2015

Reflexión sobre el silencio

Hace algún tiempo me leí "La música del silencio" de Patrick Rothfuss, autor de la trilogía "El asesino de Reyes" y de quien hablé hace un par de semanas a propósito de un breve relato que escribí inspirándome en su trabajo. El libro es curioso, habrá muchas personas que lo odien y muchas que lo adoren, no hay término medio por su peculiaridad.
Entonces se me ocurrió que, a veces, el silencio dice más que mil palabras. Hay silencios que son de dolor, hay silencios que evocan emociones, hay silencios que invocan soledad...
El silencio es, en sí mismo, toda una declaración de intenciones.
Por eso mi reflexión literaria de hoy es precisamente sobre eso, el silencio.

EL SILENCIO
El ruido del exterior la pilló desprevenida. Llevaba mucho tiempo encerrada en un hogar silencioso y el sonido externo la mareó ligeramente. Nunca había sido mujer de muchas palabras, siempre había preferido escuchar atenta lo que decían los demás y guardar en su interior sus opiniones. No porque no quisiera compartirlas, sino porque su silencio era una suerte de conformidad, si no pensaba igual lo decía abiertamente.
 El sonido de los coches, las charlas de las personas, las risas de los niños la hicieron retroceder y volver a la inmensa casa que había sus espaldas. Abrió la puerta, la empujó y se coló en el interior del que, tanto tiempo atrás, había sido su hogar.
La casa de su abuela la acogió con los brazos abiertos. Caminó por ella en silencio. El ligero crujir de la madera bajo sus pies la trasladó al pasado. A las risas de sus primos corriendo por las escaleras, a la televisión muda de su casa mientras veía a Buster Keaton golpearse, a las risas descontroladas que se le escapaban mientas disfrutaba de Chaplin, a las bromas de su padre...
 El silencio la envolvía, sólo sus pasos irrumpían en la calma, pero esos pasos formaban parte del silencio consentido.
 La soledad le arrojó un guante, se estremeció en su ligero vestido de verano, se arrebujó sobre sí misma, se frotó los brazos y siguió caminando por el principal escenario de su infancia.
 Subió las escaleras agarrándose a la barandilla, su alianza rozaba la textura y se oía un ligero "clicclac", pero también éste formaba parte de su vida.
Al llegar a la primera planta el "clicclac" cesó, dando lugar al goteo del viejo grifo del cuarto de baño "chup", incluso ese ruido encajaba con el lugar.
 Una sonrisa afloró a sus labios, un recuerdo de ella misma treinta años atrás frente a ese mismo espejo, alisando el largo cabello con su abuela detrás, sonriéndole como si fuera el ser más hermoso de la tierra. La sonrisa amable, las ligeras arrugas que no mostraban los ochenta años que tenía y esa certeza de que nunca iba a quererla más que en ese momento.
 Notó como las lágrimas afloraban a su rostro, la echaba terriblemente de menos. También ese llanto era callado, como todas las cosas hermosas, el silencio formaba parte intrínseca de la vida.
A veces nos perdemos en el ruido de la vida, nos dejamos seducir por su arrullo y no os damos cuenta de que el silencio es un bien necesario. A veces para recordar, a veces para reír, a veces para llorar, a veces para reflexionar...
El silencio tiene  mil caras y ella lo había comprendido mucho tiempo atrás.
Echó un vistazo a la planta superior, recorrió la inferior y salió al exterior.
Esta vez el sonido no la cogió desprevenida, estaba preparada para él y sabía que, la próxima vez que necesitara una cura de silencio sólo debería regresar a la casa de su abuela.
Lanzó un beso a la puerta y pronto, también ella, formaba parte del ruido del mundo.
Cogió su móvil, marcó un número y siguió su camino.
FIN

Cuando empiezo estas reflexiones literarias nunca sé a dónde me van a llevar, ni cómo. Yo escribo por instinto, no tengo nada en mente cuando empiezo a trazar las primeras fases, cuando las letras empiezan a formar su propia melodía y el resultado, por lo general, me sorprende.
Empecé esta historia pensando en las virtudes del silencio y, al final, me vi inmersa en los recuerdos de la casa de mi abuela y la recordé. Pretendía que fuera una historia diferente, pero la nostalgia me atrapó.
Supongo que, también existen esos silencios de nostalgia y, por qué negarlo, quizás son los más hermosos de todos los silencios.
Hasta el próximo Tejedoraehilandera.
No os olvidéis de disfrutar, de vez en cuando, del silencio. :)



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