Hechizos, pociones y un poco de magia
Cuando por primera vez tuve tiempo en mi estresante
vida decidí visitar a la abuela de Víctor. Víctor era mi mejor amigo desde
tiempo inmemoriales, nos conocimos cuando aún nos cambiaban los pañales y desde
entonces habíamos sido como uña y carne y yo, en el fondo de mi alma, estaba
muy enamorada de él.
La primera vez que pisé la casa de su abuela yo tenía
veinticinco años, el corazón roto porque mi último novio me había dejado por
una extranjera y muy pocas ganas de comunicarme con la gente.
Víctor me vio tan alicaída que me invitó a casa de su
abuela y yo, que no tenía ganas de discutir con nadie, accedí. A eso también le habría que añadir que mi mejor amigo
me había picado diciéndome que la casa de su abuela estaba encantada y que
todavía se podían ver Elfos, hadas, brujas y trasgos en su armario. Esas fueron las palabras que terminaron por hacerme
reaccionar, yo era licenciada en física y psicología, pero me creía todos los
cuentos infantiles a pies juntillas.
Así que un catorce de mayo me planté en el viejo
caserón que estaba a veinte kilómetros de distancia de cualquier lugar. Cuando llegué a la puerta supe, con toda certeza, que
algo iba a cambiar dentro de mí y también que estaba preparada para ello. Llamé
al timbre y la abuela Luisa me vino a abrir.
La abuela de Víctor era una mujer dulce, mayor y que
desprende un halo que hechiza a todo aquel que la mira. Nada más verla sentí
que la paz y la serenidad se agarraban a mi alma y todo el estrés que llevaba
acumulado desde hacía años se me pasó en un instante. La abuela Luisa me besó en la frente nada más recibirme
y acarició mi pecho por la zona del corazón.
- El amor duele, querida. A veces se aferra tan fuerte
dentro del alma de una persona que no abandona nunca el lugar donde todo
empezó. Bienvenida, mi nombre es Luisa y por lo que me han contado tú eres la
mujer más importante en la vida de mi nieto en este momento. El pobre aún no se
ha recuperado de su última ruptura y veo que tu corazón también tiene un
rasguño.
Pero, por favor,
pasa. Sé bienvenida a mi hogar.
- Muchas gracias, señora Vila...
- Llámame abuela Luisa, todo el mundo lo hace. Ahora
subiremos al cuarto de Víctor y te
quedarás allí.
Es el más confortable de la casa y tiene una vista al
mar que engancha. – Seguí a la abuela por el inmenso pasillo y subimos una
enorme escalera de caracol hasta llegar a una puerta redonda. Entré en el
cuarto y supe que allí había vivido Víctor los mejores y peores momentos de su
infancia.
Al entrar su habitación sentí que mi alma se conectaba
con la suya y me imaginé que estaba con él, volando en un avión camino al
Paraíso. Víctor era piloto y quizás eso
hacía que me atrajera más. Tenía un cuerpo de constitución atlética, unos
enormes ojos negros adornaban su hermoso rostro dorado y los rizos castaños
rebeldes caían sobre su frente. Era como un Adonis y todas las mujeres lo
amaban.
La abuela Luisa me enseñó un pequeño baño que había
dentro de la habitación, un enorme arcón donde podía meter mis cosas y un
armario antiguo, que por los cálculos que yo hice, debía ser del S.XVII, más o
menos.
Luisa insistió para que dejara las cosas de cualquier
manera en el dormitorio y bajara con ella al salón, yo la seguí sin dudar y pensé que si me iba a
quedar allí un mes podía permitirme el lujo de arreglar las cosas más tarde.
Entré en el enorme salón de la casa y me sentí
transportada a una época de esplendor que yo no había conocido. Era la
habitación más grande que yo había visto en mi vida y todo en ella creaba una
atmósfera confortable. Daba la sensación de que ese lugar nunca se iría de
allí. Y yo, por primera vez en mi vida, sentí que tenía raíces. Soñaba con
quedarme ahí para siempre, compartir mi vida con la casa, con Víctor, con la
abuela Luisa y con nuestros hijos.
Sentí muchas cosas y mi alma se agitó de felicidad. Una
vibración rodeó mi cuerpo. Yo no lo supe en ese momento, pero era la Baronesa Martina ,
la primera mujer de la familia de Víctor, transformada en un fantasma y
atrapada en esa casa porque ese fue el lugar donde se inició su historia de
amor.
La abuela de Víctor me
dejó sola en el salón y se fue hacia la cocina.
Yo cerré mis ojos y escuché el sonido del mar que
llegaba ahogado a mis oídos, percibí el olor del bosque rodeando la casa y
sentí que todos mis sentidos se despertaban como de un largo letargo. Pude
percibir la textura de las cosas con mis dedos y en mi boca el dulce sabor de
una tarta de moras y chocolate. Me quedé dormida sin darme cuenta y dejé de ser
Bárbara, me convertí en la
Baronesa Martina con dieciséis años.
Y estas son las cosas que llegaron a mí sin yo pedirlo.
FIN
El principio es algo flojucho, estoy trabajando en mejorarlo y dotarlo de más vida. Esta historia estaba en mi cajón de los relatos y he decidido darle una oportunidad. Ahora mismo estoy inmersa en el segundo libro de Ariel, mi primera novela publicada por la editorial Hades y que va por su segunda edición, y trabajando en mi primera novela negra "El cazador y su aprendiz", pero de vez en cuando tengo que escribir otras cosas para desconectar de lo que estoy haciendo y tomarlo después con más ganas.
En cualquier caso, no es una de las historias que más orgullosa me siento y por eso estaba en el cajón de los relatos por concluir, pero bueno, quizás logre sacar algo bonito de este principio.
Me encanta!!
ResponderEliminarTe invito a que visites mi blog, a ver si te gusta :)
Besos!
❤Mary❤
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