domingo, 28 de agosto de 2016

Móviles y conciertos

Hoy siento la necesidad de hacer una reflexión sobre los móviles y los conciertos y es algo en lo que caí ayer, asistiendo a un concierto con una amiga a la que le gusta mucho el cantante al que vimos. Reconozco que conocía muy pocas canciones, así que estaba en el concierto, sin llegar a estar realmente, salvo cuando sonaban las canciones que yo conocía, que entraba en el ambiente.
Había muchísimas personas en el concierto y la mayoría de ellas estaban más pendientes de grabar canciones y que el cantante no les saliera del plano que de disfrutar del momento, gozar de la experiencia de estar en un concierto de alguien que te gusta, con mucha gente con la que estás compartiendo un momento increíble porque en los conciertos, todos y cada uno de los presentes son conscientes de los demás y que están disfrutando de una ocasión especial. 
A veces me viene la imagen de las almas bailando al ritmo de la canción, sé que es exagerado, pero compartir un momento así con un grupo de gente que no conoces y que, probablemente, no volverás a ver en tu vida tiene algo mágico. Es un instante que se queda atrapado en el tiempo para siempre, porque aunque vuelvas a ir a otro concierto de la misma persona o grupo es más que probable coincidir con gente muy diferente a la de la primera ocasión.
Quizás me estoy poniendo  excesivamente filosófica, a veces me ocurre, pero yo estando fuera del concierto todo el tiempo había momentos en los que era capaz de entrar en el ambiente, en la magia del momento y me integraba con esos cientos de personas a las que no conocía de nada.
Y, como estaba viéndolo todo desde fuera, de pronto me di cuenta que delante tenía un hombre que se dedicaba a grabar todas las canciones en el móvil, en lugar de apagarlo y disfrutar del hechizo del momento. De la magia de estar en ese instante único, con todas esas personas diferentes, sintiendo de alguna manera que todas las almas están en conexión.
Lo peor de todo es que no era el único que estaba más pendiente del plano del vídeo que de dejarse llevar por la música, por el momento, por el ambiente festivo y por los amigos con los que había acudido al concierto.
Y justo cuando salía me di cuenta de que los móviles han cambiado nuestra vida para bien en muchísimos aspectos, pero también es algo triste que estando en un lugar, en un momento determinado, con un grupo de personas específico, viendo a una persona a la que admiras profundamente te pares más a ver si no se sale del plano del vídeo que de mirar el espectáculo con tus propios ojos.
Quizás mi ojo es más crítico porque estaba dentro, sin estarlo, pero honestamente me parece una enorme gilipollez ir a un concierto y grabar un vídeo del mismo; en lugar de guardar todos y cada uno de los recuerdos de ese momento en la mente para, cuando lo recuerdes de nuevo, sentir que regresas a ese instante en el que, por ejemplo, un tío más alto que tú se te coloca delante y te impide la visión, o las dudas de si conoces o no a una persona porque en circunstancias normales estás acostumbrado a verla en otro lugar y, de pronto, aparece en un escenario distinto al habitual y te preguntas si es o no es la persona que tu crees. 
Si eres como yo te quedas con la duda por no molestar y meter la pata, pero alguien diferente también actuará de forma distinta.
En cualquier caso salí del concierto con dos cosas claras:
1. El cantante no me disgutaba como yo creía y me lo pasé fabulosamente, a pesar de no pertenecer al género musical que me gusta.
2.  Los móviles son muy útiles, pero a veces hay que dejar las pantallas del móvil apagadas y disfrutar del momento.
 

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