sábado, 2 de febrero de 2019

Un breve relato de un amor que termina

Se dieron un último beso. Uno que sabía a recuerdos pasados, a noches en casa viendo la televisión, a mañanas haciendo el amor despreocupadamente, a caricias mientras se cocinaba, a suspiros, a promesas hechas con el corazón henchido de felicidad y el alma flotando en el pecho. Se alejó y la observó mientras cerraba la puerta, un único golpe y todos esos años, toda esa historia de amor concluía. Se prometieron que había sido de mutuo acuerdo, pero fue una decisión de ella. Por casualidades de la vida y el maldito destino encontró a alguien a quien amaba más, con quien compartía más cosas y a quien entendía mejor. Su corazón se resquebrajó, observó el hogar que antes había sido ocupado por dos personas y que ahora se había quedado vacío, como si una tormenta hubiera arrasado todo a su paso. Caminó hacia la cocina y ya no estaba su taza preferida, en el dormitorio ya no había ropa interior colgada en la puerta del armario y en el baño no quedaba rastro del maquillaje y los productos caros. En el salón se mantenía en pie la televisión en una pequeña mesa comprada recientemente porque el mueble grande pertenecía a su abuela y se lo había llevado con ella. Contempló su casa en silencio y suspiró. Recordó que, mucho tiempo atrás, había sido una persona que gozaba de la libertad y sin menor interés en comprometerse hasta que conoció a esa mujer que cambió su vida. No se permitió llorar, se había prometido que no lo haría porque quería su felicidad, incluso aunque fuera lejos y con otro nuevo amor. Fue hacia el salón, puso la televisión y se dejó llevar a los recuerdos del pasado. Cerró los ojos y se dejó caer sobre el sofá, se tumbó, colocó sobre él la manta y se dio cuenta que todavía olía a su perfume, se envolvió en ella y se permitió dormir profundamente. Un sonido lo despertó, caminó hacia la puerta y se encontró con sus amigos, habían acudido en masa para darle consuelo, para llenar los huecos vacíos que había en su corazón. Les cedió el paso, permitió que el alcohol llenase sus venas y se permitió olvidarse por un instante. La fiesta se alargó, al día siguiente se despertó y empezó a hacer las maletas, no tenía sentido seguir viviendo en una casa que había sido un hogar cuando ya no tenía razones para llamarlo de esa manera. Los pocos amigos que despertaron sin resaca lo ayudaron a empacar, cogió su taza favorita, la ropa, la televisión, todas las cosas que había ido acumulando con el paso de los años. Con la ayuda de sus amigos metió la mayoría en un almacén hasta que encontrara un nuevo piso para llenar con sus cosas. El último día en la casa observó todo a su alrededor, no quedaban muebles, ni objetos personales en el lugar. Lo único que permanecía era el viejo sofá y la manta con su perfume. Los dejó detrás, debía aprender a caminar solo de nuevo.
FIN

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