Capítulo seis de la segunda versión. Dany esta cada vez más cerca de hablar con su Ángel de carne y hueso, pero antes debe enfrentarse a un par de encuentros con figuras de su pasado que influyeron en su vida. Sus intenciones son buenas, pero a veces, las personas se niegan a escuchar los consejos que necesitan oír.
Capítulo 6
A
la mañana siguiente me desperté en la cama de mi hermana. Las dos habíamos dedicado
toda la noche a un maratón de nuestros clásicos favoritos. Mi hermana era una
amante del cine y en su videoteca tenía una inmensa colección de buenas
películas de los años cuarenta hasta los setenta. Miré alrededor y me encontré
a mí hermana durmiendo plácidamente, sonreí ante la imagen. La había echado de
menos, había extrañado tener una relación
con ella. Sin hacer ruido me levanté, fui hacia la cocina y preparé el
desayuno. Hice tortitas, las cuales eran mi especialidad, y un café bien
cargado. Cuando estaba terminando de echar la última tortita mi hermana entró
en la cocina, recién duchada, vestida y con una sonrisa en sus labios.
-
¡Tortitas! – Exclamó feliz. – Nadie hace las tortitas como tú, Dany, así que
pienso comer muchas y ponerme muy gorda, lo hago por el bien de tu
ahijado/ahijada, que conste. – Bromeó y se acarició la barriga.- Porque soy una
mamá muy responsable.
-
Gracias. – Le dije y ella me miró, sorprendida.
-
¿Por qué?
-
Por ser mi hermana, por quererme, por cuidarme, por protegerme. Te quiero y
nunca voy a permitir que nada no separe otra vez.
-
Yo también te quiero, hermanita. – Diana vino hacia mí y me rodeó con sus
brazos, después se echó a llorar. - ¡Malditas hormonas! – Protestó, pero no me
soltó durante un buen rato.
Después
las dos nos sentamos en su cocina y desayunamos. A las ocho y media, Diana me
miró.
-
Tengo que ir al trabajo, ¿te apetece venir mañana de compras conmigo?
Hay
muchas cosas que debo comprar para el bebé y Mauricio odia ir de compras.
-
Claro. – Aseguré. – Yo le compraré la cuna. – Afirmé. – Y el peluche más grande
que haya en la tienda, desde ahora mismo soy madrina en funciones las
veinticuatro horas del día.
-
Eso me gustará. – Diana me sonrió. – Durante algún tiempo pensé que no
podríamos volver a tratarnos como hermanas, me alegra haberme equivocado.
-
Yo también lo pensé y me alegra haberme equivocado. – Dediqué una mirada
cariñosa a mi hermana. – Estoy purgando mis culpas, ¿sabes? – Expliqué. – He
decidido hablar con todas las personas a las que fallé, con todas a las que les
debo las gracias y voy a arreglar la situación. Voy a empezar a vivir, Diana,
pero esta vez lo haré como se debe hacer.
-
¡Esa es mi chica! – Aseguró mi hermana, después besó mi frente. - ¿Trabajas
hoy?
-
Sí.
-
¿Y vas a hablar con Darío?
-
Todavía no, debo arreglar los desastres que he ido montando por ahí y también
dar las gracias a quienes me ayudaron. Una vez resuelva los problemas le diré a
él la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
-
Se merece saberla.
-
Yo también lo creo. – Dije. Diana me
miró un instante, después cogió unas llaves y me las tendió.
-
Son de casa. – Explicó. – Quiero que vengas siempre que quieras, si necesitas
hablar, si necesitas llorar, si necesitas una sesión de cine clásico y ponerte
muy gorda a base de pizza barbacoa, cuenta conmigo, Dani. Desde hoy no pienso
volver a dejarte sola.
-
¿Para mí? – Miré las llaves, atónita, después las apreté contra mi pecho, las
guardé en mi bolso y saqué mi llavero. De él extraje dos llaves y se las tendí
a Diana. – Estas son las de mi casa, ya no parece un vertedero, así que si
quieres venir a dormir allí y que te prepare tortitas cuando Mauricio esté de
viaje, ni te lo pienses.
-
¡Trato hecho! – Diana cogió las llaves y las guardó en su llavero. – Bueno,
pequeñina, es hora de ir a currar.
-
Tienes razón.
Oye,
te llamo esta noche y te cuento cuáles han sido mis visitas oficiales para
arreglar mis liadas, ¿te parece bien?
-
Perfecto. – Diana y yo salimos de su casa.
Observé
el reloj y como tenía un par de horas libres opté por ir a ver a uno de mis ex.
Quería decirle un par de verdades que necesitaba escuchar, como yo, él estaba
autodestruyéndose y si yo podía salvarme, tal vez él también pudiera. Él no era
de los maltratadores, cuando llegó a mí le habían dicho que tenía una
enfermedad degenerativa y desde ese instante no había parado de beber, drogarse
y de vivir la vida al límite.
Cuarenta
y cinco minutos después estaba en su casa, llamé al timbre, él abrió y se quedó
de piedra al observarme.
-
Vaya sorpresa, ¿a qué debo el honor?
-
Deja de beber, David.- Le dije. – Tienes
una enfermedad grave, si sigues así acabaras con tu vida en menos de cinco
años. Debes asumir que estás enfermo, debes ir al psicólogo y que te ayude a
superar tus traumas. – Seguí. – Eres un buen tío, nada que ver con los otros
con los que estuve y te mereces una oportunidad.
Sé
que no es fácil, entiendo que tu situación es bastante complicada, pero estoy
convencida de que si dejas de beber conocerás a una mujer maravillosa.
-
Una vez conocí una y me dejó por un tipo maltratador.- Me dijo, yo entendí el
mensaje entre líneas, me estaba acusando de haberlo abandonado y tenía razón.
Yo lo había dejado caer en una espiral de destrucción cuando podía haber
intentado salvarlo.
-
Me equivoqué, pero ahora estoy resolviendo mis problemas. No puedo rescatarte,
David, primero debo salvarme a mí misma y no estoy en situación de cuidar de
nadie más.
He
tardado trece años en salir de mi espiral de destrucción.
Perdóname
por haberte herido, lo siento de verdad, y lucha por tu vida. Una vez que
resuelvas tus problemas encontrarás lo que buscas, yo espero hacer lo mismo. –
Me acerqué a él y lo abracé.- Deja de lamentarte por tu suerte y comienza a
trabajar por mejorarla. Ahí de brazos cruzados lo único que haces es caer más,
yo estuve al fondo del pozo y te aseguro que no es una vista agradable.
Ahora
me tengo que ir sino quiero llegar tarde al trabajo.
-
Dany. – Me detuvo, sujetándome por un brazo. - ¿Podemos ser amigos?
Voy
a necesitar mucha ayuda y tú eres una buena persona, ahora lo veo.
-
De acuerdo. – Le dediqué una sonrisa. – Es hora de dejar de lamerse las heridas
y levantarse. Si quieres hablar, llámame y no esperes una relación de mí…
quiero que eso quede claro.
-
Sólo amigos.
-
¡Trato! – Exclamé. Tras darle un último abrazo salí corriendo, tenía que llegar
al hospital.
Entré
con prisas y choqué con Darío. Sus ojos verdes se clavaron en mí por un
instante, las mariposas se movieron inquietas en mi abdomen. Amaba a ese hombre
y, por eso, lo iba a dejar marchar.
-
¿A qué tanta prisa, princesa?
-
Temía llegar tarde y mi jefe es un poquitín gruñón. – Bromeé y él me sonrió.
-
Te has levantado de buen humor, ¿no?
-
He arreglado las cosas con Diana, voy a ser madrina y estoy muy contenta.
-
Me alegro, tu hermana es una buena mujer.
-
Sí, lo sé.
Vamos,
jefe, hay que moverse. Los pacientes no se van a curar ellos solos.
-
De acuerdo, a currar. – Darío me empujó hacia el vestuario de mujeres. Yo me
cambié y, cuando terminé, fui hacia las sala de doctores a tomar un café.
El
día se me hizo muy corto. Atendí a muchos pacientes, hablé con todos mis
compañeros y conseguí arrancarle un par de sonrisas a Darío. Había pasado tanto
tiempo desde la última vez que lo hice sonreír, que me sentí muy orgullosa de
mí misma. Quizás estaba en camino de conseguir algo realmente bueno.
Al
llegar a casa llamé a Diana, le conté la visita a David y el plan que había
formado para resolver los asuntos pendientes. Tras una larga conversación,
colgué y le prometí llamarla e irle informando según acontecieran las cosas.
Esa
noche dormí plácidamente, las tinieblas de mi vida estaban empezando a
despejarse. Sabía que no iba a ser fácil, pero iba a arreglarlo todo y, de
paso, arreglarme a mí misma.
Esa
semana tuve muchísimo trabajo en el hospital, tuve que aparcar mi lista durante
unos días. Tras retomarla opté por ir a visitar a mi ex mejor amiga. Ella me
había robado a mi último novio, es verdad, pero no se merecía a un tipo
maltratador.
Llamé
a su piso, abrió la puerta y vi el moratón de su mejilla derecha. No hacía
falta ninguna explicación absurda sobre ello, yo sabía la verdad. También había
padecido sus ataques.
-
¿Qué haces aquí? – Preguntó, bastante sorprendida.
-
No vengo a por Fermín, tranquila, no me interesa lo más mínimo y a ti tampoco
debería gustarte. Es un mal hombre, Cecilia, cualquier día puede hacerte daño
de verdad y sé de lo que hablo. – Seguí. – De hecho, Fermín tiene aún menos
excusa que Miguel. Él trató de matarme,
es cierto, pero al menos sufría una enfermedad mental.
Fermín no la sufre, nació maltratador, creció
maltratador y morirá maltratador.
-
Tú no lo sabes.
-
Lo sé. – Contesté. – Esa clase de tipos no cambian, puedes tratar de salvarlo,
pero sería inútil. En lugar de eso, coge tus cosas, lárgate y sálvate tú misma,
hazlo antes de que sea demasiado tarde.
-
No tienes ni idea de lo que es el amor de verdad, por eso dices esas gilipolleces.
Nunca sentiste algo tan fuerte como yo.
-
Una vez me dejé clavar un cuchillo de la clavícula al abdomen, sé de lo que
hablo. Vine sólo a decirte que no vas a resolver nada, lo único que lograrás es
morir a sus manos. Debes aprender a ser libre, debes vivir por ti y dejarte de
tonterías.
El
amor consiste en dar, también en recibir y si alguien te golpea, perdóname,
pero no te ama. He tardado trece años en comprenderlo gracias a un hombre
magnífico que estuvo a mi lado incondicionalmente, incluso cuando las cosas
estaban peor y yo era una sombra de mi misma.
No
soy la persona más indicada para dar lecciones de moralidad, sin embargo, una
vez fuimos amigas y por eso te lo he dicho. He cumplido con mi obligación,
ahora me marcho.
-
¿Por qué has venido ahora?
-
Estoy tratando de arreglar mi vida, quizás es un poco tarde, sin embargo estoy
decidida a hacerlo por mi propio bien.
-
Te hacía falta. – Aseguró, después me cerró la puerta en las narices.
No
me paré a pensar en su futuro, en cómo viviría a partir de ese momento. Yo la
había considerado una vez amiga mía, pero ahora su vida ya no era asunto mío.
Tomó sus decisiones, hizo su elección y yo la mía. No era momento para
lamentarse de haber salido con Fermín o de sentirme mal por haber roto una
amistad a causa de un desamor. La verdad, visto con la distancia, probablemente
en ningún momento había sido una verdadera amistad, quizás sólo fue una pausa
en el camino.
Nunca
he tenido muchos amigos, siempre he seleccionado muchísimo a la gente de mi
vida y, por confiar ciegamente en los demás, me han herido muchas veces. Mas, con
el paso del tiempo, había logrado amigos de verdad, personas que estaban a mi
lado incluso cuando yo no era yo. Eran
un puñado maravilloso con quienes podía
contar incondicionalmente y, por ello, me sentía muy agradecida.
Tras
esa charla tuve otras con diversos individuos que habían pasado por mi vida.
Algunos me habían ayudado, otros me habían hundido más en mi propia miseria a
lo largo de mi camino hasta la decisión de cambiar mi vida.
No
todas fueron mal, ni todas fueron bien. Algunas estuvieron cargadas de
reproches, otras de lágrimas de felicidad, y, las menos, de remordimiento por
ambas partes por haber equivocado la ruta en nuestra relación.
Finalmente
llegó el día en el cual acabé con mi lista. Mi hermana estaba embarazada de
cuatro meses, habíamos retomado nuestra relación al cien por cien y, mi vida,
parecía por fin haber hallado su rumbo.
Era
hora de hablar con Darío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario