Capítulo 12
Escuché su
oración y bajé a verla. El corazón se me saltó en el pecho al contemplar de
nuevo sus ojos. Su belleza había adquirido otro matiz mientras había crecido.
La primera vez que la vi, a pesar de sus heridas, me pareció bonita, pero
ahora, trece años después comprobé que no sólo era bonita, sino hermosa. Los
años había añadido arrugas, canas, seguridad, pero también le había agregado
frialdad y desconfianza hacia los demás.
- Dariel,
quiero pensar lo de cambiar una decisión de mi vida. Lo he pensado, sé que
sería muy egoísta por mi parte no reflexionar un poco sobre ese asunto.
- Nunca te
dije que tuvieras que renunciar a ello. – Dije, pero una pequeña parte de mí lo temía. Sabía cuál sería su elección, lo
había sabido desde el principio.
- Pero si
elijo cambiar algo… ¿eso influirá también en tu vida?
-
Probablemente. – Reconocí.
- Entonces
tal vez no mueras… - Susurró, esperanzada.
- Y quizás
nunca nos lleguemos a conocer.
- Eso es
imposible.
- ¿Por qué
imposible?
- Tú y yo
acabaremos coincidiendo tarde o temprano, está escrito.
- Pareces
segura de ello.
- Lo
estoy.
- ¿Cuánto
tiempo necesitas para pensarlo?
- Un par
de días más.
- Está
bien. – Me aproximé a ella y la envolví con mis alas. Deseaba fundirme en ella
y decidí aprovechar hasta el último segundo de Daniela. Sabía que en dos días
elegiría no conocer a Miguel, comprendía que eso era lo mejor para ella, pero
me preocupaba que no fuera lo mejor para mí. Sin Daniela tal vez seguiría
siendo el médico idiota incapaz de preocuparse por sus pacientes y, tal vez,
cuando ese borracho chocara contra mí, me iría al lugar dónde van las almas
humanas a descansar, sin opción de convertirme en un Ángel. Besé sus labios una
última vez y regresé a mi cielo.
Me sentí
vacío al llegar a casa, mi alma lloraba la pérdida, adelantándose al momento en
el cual ella renunciara a Miguel y yo me viera obligado a renunciar a ella. Las
lágrimas acudieron a mis ojos sin que yo pudiera evitarlas, sentía que me
habían arrancado el corazón del pecho.
¿Por qué
había elegido darle esa oportunidad a Daniela? ¿Por qué no había podido
mantenerme al margen y cumplir con mis obligaciones como un Ángel más?
- Porque
ese no serías tú. – Adriel se sentó a mi lado adivinando mis sentimientos, como
siempre.
- Una vez
fuiste mi carga, un lazo nos mantiene unidos y siempre podré leer en ti, no
importa que seas un Ángel como yo, una vez fuiste mío.
- Soy un
egoísta por pensar así.
- No es
verdad, lo que ocurre es que eres demasiado humano todavía. – Adriel me colocó
la mano en el hombro. – Sólo han pasado trece años desde tu conversión, eres un
niño comparado con nosotros y se espera que dudéis más, que os sintáis más
inseguros. Algunos de mis hermanos tienen mil años y aún no han sido capaces de
dejar atrás el hombre o la mujer que fueron.
- ¿Tú
cuánto tiempo tardaste? – Indagué y Adriel me dedicó una sonrisa.
- ¿Yo? –
Adriel cerró los ojos. – Nunca fui humano, nací como Ángel y tengo los mismos
años que la Tierra.
- Debo
parecerte insignificante… - Murmuré.
- Ningún
ser humano es insignificante, todos sois hermosos, incluso aquellos
defectuosos. Poseéis el libre albedrío, la opción de elegir y me maravillo cada
día de la cantidad de vosotros que decidís seguir el camino difícil, en lugar
de buscar atajos. Tropezáis miles de veces con la misma piedra, pero no os
rendís, os peleáis, lucháis y os defendéis como buenamente podéis.
Evidentemente también hay quienes eligen los atajos, los que dañan al prójimo
sin pensar en ello, no todas las manzanas están sanas. – Adriel sonrió. – Y eso
es lo que más me gusta de vosotros, que
no sois perfectos.
La
perfección está sobrevalorada. – Concluyó.
- No
quiero perderla.
- Y sin
embargo, contra todo pronóstico, decidiste darle la oportunidad de decidir.
- Ella se
lo merece.
- Poniendo
a Daniela delante estás actuando como un Ángel.
- ¿Qué
ocurrirá conmigo?
- Tal vez
mucho, tal vez nada.
- Ella
dice que nos cruzaremos tarde o temprano.
- Daniela
siempre ha sido así, desde el momento en que entró en este mundo. Tiene
esperanza, incluso cuando nadie más es capaz de tenerla.
- ¿Por eso
es tu favorita? – Indagué y él me dedicó una sonrisa brillante.
- Por eso
siempre ha sido mi favorita, sí. – Reconoció.
- Tú la
pusiste en mi mesa, ¿no es cierto?
- Tú
podías salvarla y yo no, la decisión fue muy simple.
- ¿Cómo se
lo tomaron tus superiores?
- ¿Mis
superiores? – Adriel me observó un instante. – Yo no tengo superiores, soy el
más anciano de los Ángeles y mi voluntad suele prevalecer sobre la de los
demás.
- ¿Eres mi
Jefe?
- Lo soy.
– Adriel se encogió de hombros. – No te preocupes, no tenía intención de
arrancarte las alas por tus sentimientos hacia ella, también yo los tendría si
fuera humano.
- ¿Por qué
nunca me lo dijiste?
- Porque
nunca me lo preguntaste.
- Pero
siempre hablas de tus superiores.
- Es más
fácil cuando los demás creen que yo no soy su jefe; actúan de forma más
natural.
- Imagino
que debería sentirme traicionado. – Observé a Adriel fijamente. – Pero tú me
has dado a Daniela y estas alas, así que te doy las gracias por estos trece
años y te pido perdón por haberme saltado todas las normas.
- Sabía
que ocurriría, así que no hay nada que deba perdonarte. Yo os he colocado a los
dos en el tablero, pero no ha salido como esperaba; vuestras vidas escapan de
mi control.
- En dos
días la perderé. – Susurré.
- Puede
ocurrir cualquier cosa, no pierdas tan fácilmente la esperanza. Aprende de
Daniela, ella la mantiene incluso cuando todo lo demás parece negársela.
- No
importa lo que ocurra, si ella es feliz. – Sentí en ese momento que uno de mis
protegidos necesitaba mi ayuda, contemplé a Adriel y él asintió con la cabeza.
Una vez
más abandoné mi cielo y decidí mantener la esperanza.
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