He descubierto recientemente que,
muchas veces, las historias que escribo empiezan con un personaje despertándose
tras la noche y eso me ha llevado a preguntarme por qué siempre comienzo mis
historias de este modo. La conclusión a la que he llegado es que, de hecho,
todo empieza con alguien saliendo de una cama y enfrentándose a su día a día. Hoy
publico un breve relato sobre esta reflexión.
LA VIDA COMIENZA CON UN DESPERTADOR
El despertador la despertó de su
sueño, abrió los ojos, le costó un poco enfrentarse a la oscuridad de la
habitación y buscar el móvil a través de la penumbra del cuarto. Después de
darse un golpe contra la pata de la cama, chocar contra un zapato de tacón
dejado al azar la noche anterior al lado de la cama y tropezar con su perro, lo
localizó. Apagó la alarma, a tientas,
localizó la lámpara de la cama y la encendió.
A su alrededor todo era un caos, la habitación estaba desordenada, su
perro se escurrió por la puerta del dormitorio y ella se quedó en silencio.
El mundo a su alrededor empezó a girar
de nuevo, los engranajes de la vida requirieron de nuevo su atención. En la
habitación rosa su hija de seis años la llamaba a gritos, su marido se estaba
duchando en el baño y su hijo mayor, de diez años, entró en la habitación con
su pijama favorito y el cabello negro enmarañado. Ella lo recibió con una
sonrisa, besó su frente y caminó hacia la habitación de la pequeña. Al abrir la
puerta la decoración rosa la sorprendió, era de un color tan vivo como su hija
y la pequeña estaba en su cama mirándola con sus enormes ojos castaños. La
cogió en brazos y caminó hacia la cocina. El ruido del exterior entró en sus
dominios, un nuevo día había empezado.
Con paso ligero empezó a preparar el
desayuno de su familia, recogió las cosas del lavavajillas, tarareó una canción
y disfrutó de la sensación de estar viva, en su casa, con su familia y su
perro.
Su marido entró en la cocina, cogió la
comida del perro y se la echó en el comedero, después besó a sus dos hijos, a
ella y se sentó grácilmente en su silla. Ella sirvió todos los desayunos, se
sentó y juntos empezaron su rutina. Al terminar su esposo fregó los cacharros y
su hijo fue al baño principal para asearse.
Ella tomó a la pequeña, fue a la
bañera y la limpió. En el piso superior el despertador de su vecina sonó,
escuchó sus pasos silenciosos en la casa, el ruido del bebé, quien también se
había despertado con el jaleo, y también su día a día comenzó.
Al terminar de lavar a la pequeña, la
dejó con su marido y su hijo mayor. Mientras los tres disfrutaban de los
dibujos animados matutinos, ella se encaminó hacia la ducha. El agua caliente
desentumeció sus músculos, tras la ducha se maquilló y fue al salón donde su
familia la esperaba.
Con una sonrisa los tres se
encaminaron al exterior, se despidieron cariñosamente del perro, fueron hacia
el garaje, cogieron el coche y reiniciaron su rutina diaria.
La vida siempre comienza con un
despertador sonando en algún rincón de la casa.
Y, como estas semanas anteriores publico
la Novena de San Judas Tadeo, hasta la semana que viene.
San Judas Tadeo, apóstol y mártir, fiel intercesor
de todos los que invocamos tu patronato especial. En tiempo de necesidad a ti
recurro, desde el fondo de mi corazón, y humildemente te invoco, a ti San
Judas, que cumples milagros y ayudas a quienes ya no tienen esperanza. A ti, a
quien Dios concedió ese gran poder para venir en mi auxilio. Ayúdame en esta
petición actual y urgente, a cambio yo prometo dar a conocer tu nombre y hacer
que otros te invoquen.
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