¿Habéis tenido alguna vez un “Y si”?;
por “y si” me refiero a haberos planteado cómo podrían haber sido las cosas
actuando de manera diferente en una determinada ocasión o comportándose de
forma distinta con una persona especial. Yo en mi vida profesional he tenido
dos “y si” y en mi vida amorosa también dos. A veces me da por preguntarme cómo
podrían haber cambiado las cosas si hubiese dado un paso adelante en mis “y si”
amorosos porque me hubiera gustado tener una respuesta, para bien o para mal,
en lugar de la duda constante.
Uno de mis “y si” amorosos, el
primero, fue en la Universidad y el segundo cuando hice un Máster. La verdad es
que los “Y si” son una verdadera tortura porque nunca tienen solución y desde
aquí os recomiendo a aquellos que tengáis un “y si” en vuestra vida; ya sea profesional,
amorosa o familiar, que deis un paso más y lo resolváis porque si no os carcomerá
la duda toda la vida. Y, por experiencia, os digo que no hay nada peor que un
“Y si”.
La reflexión de hoy es un “y si”
amoroso porque es más fácil escribir sobre una duda amorosa que hacerlo sobre
la vida profesional y, además, me permite jugar con palabras bonitas J
¿Y si te atreves…?
Todo
empezó una mañana de Abril, el día era hermoso, los pajarillos piaban
alegremente en sus nidos y había parejas por todas partes. Él salió de su casa
con intención de ir a su librería favorita; allí pensaba echar un vistazo a las
novedades que habían llegado esa semana y decidir si compraba, por fin, el
último libro de su autor favorito. Caminó por la calle sin prisa disfrutando
del ambiente primaveral, dejándose sorprender por los pajarillos anidando y por
las parejas besándose.
En cierta
manera se sentía ajeno a ellos pues su vida amorosa era un desierto desde que
había roto con su última novia. Lo habían dejado porque sus prioridades habían
cambiado mucho desde el instituto, época en la que empezaron a salir, la
decisión fue de ambos y como eran adultos optaron por seguir siendo amigos. Eso
lo hacía sentirse muy maduro, pero en ocasiones se planteaba si las cosas
podrían haber sido diferentes entre ellos; ¿y
si se hubiera atrevido a seguir adelante con esa relación a pesar de que ella y
él ya no parecían tener nada en común?
¿Y si?...
El ¿y si? volvía a estar presente en su
vida, tenía por costumbre dejarse un “¿y
si” de vez en cuando.
Cuando en el colegio se enamoró de su primer
amor y no se atrevió a decírselo.
Cuando a
los catorce años se enamoró de la hermana pequeña de su mejor amigo y no intentó
nada por no traicionar la amistad que los unía.
Cuando
empezó a salir con su novia y, tras cuatro meses, rompieron para volver a las
dos semanas.
Cuando en
la Universidad conoció a esa chica especial, pero nunca dio el paso adelante.
Cuando le
ofrecieron su primer trabajo…
La lista
parecía infinita; el “y si” era una
constante.
Al entrar
en la librería fue hacia el departamento de ciencia ficción; se puso a leer títulos
de novelas, escogió una, se dio la vuelta y chocó con una chica. Ella debía ser
más o menos su edad, tenía el pelo castaño, los ojos azules y una sonrisa capaz
de derretir un iceberg. Sus miradas se cruzaron un segundo y se sonrojaron,
ambos se dieron la vuelta al mismo tiempo y salieron disparados hacia otro
lugar de la librería.
Él siguió
observando los títulos, escogió otro, pagó y salió a la calle.
En la
puerta se dio cuenta de que acababa de sufrir un nuevo “y si”.
¿Y si en lugar de salir corriendo le
hubiera pedido el teléfono a esa chica?
Frustrado
caminó hacia su casa mirando los escaparates, soñando con ver otra vez la
extraña con la que había coincidido en su librería favorita.
La
segunda vez que la vio fue en una cafetería; estaba tomándose una tarta con su
hermana pequeña cuando ella entró acompañada de una amiga. Su mirada se cruzó
con la de ella, hubo reconocimiento y, nuevamente, ambos volvieron a sus sitios
sin atreverse a dar un paso más.
La
tercera vez que se cruzó en su vida fue el primer día de su nuevo trabajo; entró
por la puerta y la vio. Cuando su jefe los presentó y se dieron la mano sintió
cómo si toda su vida hubiera estado esperando ese momento.
Ella le
dedicó una sonrisa y él se quedó cautivado por su presencia.
Al
principio hablaban de cosas del trabajo, asuntos sin la menor trascendencia, pero poco a poco
ella le fue hablando de sus sueños, de sus esperanzas, de sus miedos y él se
descubrió a sí mismo relatándole aspectos de su vida que nunca antes había sido
capaz de compartir con nadie. Las horas iban pasando, los días, los meses…
Una
mañana del mes de Abril llegó al trabajo preparado, por una vez en su vida,
para superar el “y si”.
Entró y
la vio; tenía el aspecto de siempre, pero para él fue como si la hubiera visto
por primera vez. Trabajaron codo con codo, a la salida él la invitó a tomar una
copa y ella dijo que sí.
Le
confesó su amor asustado como un cachorrillo confiando en que, por una vez, el
“y si” tuviera respuesta; cuando ella le dedicó “esa sonrisa” comprendió que
había encontrado lo que había estado buscando toda la vida.
Salieron;
se casaron y, gracias a ella, él tenía una nueva filosofía de vida “¿Y si te atreves…?”
J FIN J
Y, una vez
más, escribo mi novena a San Judas Tadeo.
San Judas
Tadeo, apóstol y mártir, fiel intercesor de todos los que invocamos tu
patronato especial. En tiempo de necesidad a ti recurro, desde el fondo de mi
corazón, y humildemente te invoco, a ti San Judas, que cumples milagros y
ayudas a quienes ya no tienen esperanza. A ti, a quien Dios concedió ese gran
poder para venir en mi auxilio. Ayúdame en esta petición actual y urgente, a
cambio yo prometo dar a conocer tu nombre y hacer que otros te invoquen.
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