jueves, 22 de mayo de 2014

     La semana pasada presenté mi primera novela:”Ariel y el asesino de mujeres”, que edita la editorial “Hades” y por esa razón he decidido publicar hoy en “Tejedora” un par de páginas de la novela. Espero que os guste y, hasta la semana que viene.
Ariel y el asesino de mujeres
Son las siete de la mañana.           
       A esas horas las personas decentes de esta ciudad están dormidas o haciendo el desayuno para ir al trabajo y llevar los hijos al colegio. Pero, obviamente, yo no soy una persona normal. Tengo veintiocho años y pertenezco a esa clase de mujeres independientes, de clase media, con la educación en los mejores colegios, carrera universitaria y sin pareja. Insisto en lo de lo que no tengo pareja porque, al contrario que todas mis amigas, no niego la necesidad de una, aunque sólo sea para tener alguien con quien pelearme por los cereales.
      Estoy en esta cafetería a las siete de la mañana porque investigo un sospechoso de caso de fraude.
      Os contaré algo más sobre mí.
      Soy licenciada en periodismo y también tengo un doctorado en literatura hispanoamericana.
       Cuando terminé la carrera y el doctorado me metí a varios cursos de criminología para ser una periodista de investigación conocida mundialmente por destapar un escándalo Watergate. Me imaginaba entrevistada por todos los medios y como ejemplo vivo del buen hacer periodístico.
       Ese era mi plan maestro, pero no he destapado ningún escándalo Watergate y el único que me entrevista es mi padre los fines de semana para saber con qué melenudo poco adecuado salgo.
      Mis aventuras amorosas son la comidilla de mi casa familiar cuando voy de visita.                         Mis hermanos están casados y tienen un par de retoños cada uno. Mi hermana pequeña se casa este verano y yo soy la madrina de la boda, una madrina desparejada.
      En fin, al menos mi vida laboral es satisfactoria, más o menos.
      Trabajo en una agencia de detectives privados y mi jefe debe de ser uno de esos pocos heterosexuales tremendamente guapo, sin pareja.
      Bueno, para ser honestos, sí tiene pareja. Se llama Silvia y tiene el par de piernas más largo que he visto en mi vida. Ella lo tiene bien agarrado y a mí sólo me queda suspirar por él.
      Ay… Ken… sí, ya lo sé, el nombre es un poco… un poco de muñeco de Barbie, pero no podía ser perfecto, ¿verdad?
      Así que como mi guapísimo jefe de ojos verdes está ocupado con su novia de las largas piernas, aquí estoy yo, a las siete de la mañana de un frío dos de mayo, tomando café en una cafetería de barrio de una gran ciudad.
      Ahora que lo pienso… no os he dicho mi nombre, ¿verdad?
      Me llamo Ariel Silva Kindelán y a pesar de mi segundo apellido, soy gallega. Me podéis llamar Ariel, como el detergente y la sirenita de Disney.
      Ya ha pasado media hora desde que entré en esta cafetería y tengo los pies entumecidos mientras espero ver algún indicio del hombre al que tienen que pagar un seguro millonario porque quemaron su casa.
      A estas alturas del día me duele la cabeza, tengo frío y sueño. Llevo despierta desde las ocho de la mañana de ayer persiguiendo a este supuesto estafador por toda la ciudad y siento que no puedo seguir así.
      En días como hoy me planteo porque no seguí los consejos maternos y me dediqué a algo menos sacrificado como derecho o la enseñanza...
      Voy por mi segundo café con leche y…
      Un momento, el sujeto se mueve.
      Me bebo el café de golpe, con lo que me quemo la lengua, pago dos euros y salgo pitando detrás de Diego Álvarez, mi objetivo. Si os soy sincera, cada vez que veo a este hombre me recuerda a alguien, pero a día de hoy aún me pregunto a quién. No es que sea de las que se quedan con las caras, pero este hombre...
      Bueno eso ahora no tiene importancia, que me desvío del tema. Sigo por donde iba, le persigo durante dos largas horas. Estoy cansada y mis dos grabadoras están a punto de quedarse sin pilas.
      Diego entra en un antro muy oscuro, le piso los talones y logro colarme dentro. Un grupo de personas lo rodean y yo me escondo detrás de una enorme palmera de plástico tratando de captar todos sus movimientos.
      “Joder, Ariel, ahora sí que te has lucido. Estos tíos son unos matones y van a por Diego.”  Pienso y de pronto veo cómo los matones rodean a Diego.
      Y se me ocurre una idea.
      Mi jefe me va a matar cuando se entere, pero qué demonios, no voy a dejar que maten a mi objetivo.
      Así que me subo la falda un poco más de lo permisible, guardo mi jersey de cuello vuelto en el bolso y me pongo la cazadora de cuero, espero parecer una chica mala.
      Y entro en acción.
      - ¿Buenas? ¿Hay alguien? – Me planto delante de los matones y Diego, rezo para que no me hagan nada y confío en la treinta y ocho que tengo oculta en mis botas de tacón alto.
      - ¿Qué haces aquí? – Me pregunta un tío de aspecto bruto y yo me quedo en blanco, no se me ocurre nada, he salido al estrado y ni siquiera tengo un plan de acción.  Joder, estoy apañada, me empiezan a temblar las piernas y estoy convencida de que voy a desmayarme.
      Un hombre de unos treinta años se adelanta, me toma de la cintura y besa mi boca apasionadamente.
      Yo me derrito, la verdad. Tiene unos ojos grises como el acero y el tono café con leche de su piel hace que me estremezca entera.
      - Es… Sandy, mi nueva novia. ¿Guapa, eh?

      Hasta aquí el fragmento de Ariel, espero que os guste y si es así podéis echar un vistazo a la página  de Facebook “Ariel y el asesino de mujeres”.
      Hasta la semana que viene.


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