jueves, 29 de mayo de 2014

     Hoy en “Tejedora” quiero hablar de la expresión latina “Carpe Diem”, que para aquellos que no lo sepan significa “Aprovecha el  momento”.
La reflexión viene a cuento porque últimamente me he dado cuenta de que, la mayoría de las personas, yo incluida, pasamos por la vida como si fuéramos fantasmas, sin sacarle todo el jugo posible. Hoy por la mañana he recordado mi infancia y lo mucho que aprovechaba entonces el momento, me reía, disfrutaba, jugaba con mis primos, algunas veces los mangoneaba, otras me mangoneaban ellos a mí y, sin embargo, le sacábamos toda la chicha posible a la vida. Lo maravilloso de ser un niño es saber sacar partido a todas las situaciones y tener esa extraordinaria capacidad de disfrutar de cada día como si fuera el último. A medida que nos vamos haciendo mayores perdemos esa ingenuidad y esa facultad de sorprendernos hasta por el más mínimo detalle: las obligaciones escolares, las expectativas paternas, la adolescencia (¡Ay madre que época! Tantas dudas existenciales, nos cuestionamos todo, nos rebelamos contra el poder paterno y luego están esos primeros enamoramientos, que nos creemos que van a durar para siempre, y las primeras decepciones amorosas. ¡Menos mal que ya pasé por todo eso y no creo que vuelva a hacerlo! J)
     Por eso, a veces, necesitamos sacar a nuestro Peter Pan interno y mirar la vida con los ojos de un niño, disfrutar cada segundo y dejar atrás nuestras preocupaciones de persona adulta. En “Tejedora” hoy los protagonistas son Samuel y Rocío.
     SUPERHÉROES
     Samuel se despertó a las ocho de la mañana y caminó hacia la televisión para ver sus dibujos favoritos, saludó a su madre con un beso, se sentó en el sofá y esperó a ver a los superhéroes hacer su trabajo. Samuel, de diez años, tenía una cosa muy clara; cuando fuera mayor, sería un Superhéroe.
     Veinte años después…
     Samuel despertó con la sirena de la central, se vistió y bajó. El camión rojo lo esperaba con sus compañeros y se permitió sonreír al recordar  su infancia, cuando soñaba con tener una capa roja y un traje azul. La vida le había demostrado que los héroes no existían, sino personas que, cada día, luchaban por sobrevivir en un mundo cada vez más cruel.
El camión salió con la sirena retumbando en sus oídos y el silencio en su interior. En los momentos previos a extinguir un fuego guardaban silencio; algunos para rezar y otros para concentrarse en sus familias y amigos.
Samuel adoraba su profesión y disfrutaba cuando salvaba la vida a una persona o cuando extinguía un fuego. Era su manera de luchar contra la injusticia, de ser un héroe, pero la vida le había hecho olvidar que él no necesitaba una capa roja y un traje azul, porque le bastaba con un traje ignífugo.
     Llegaron al lugar del incendio; la casa estaba en llamas y en el exterior una madre con un bebé en brazos gritaba desgarrada por el dolor.
     - ¡Mis hijos! – Samuel no se paró a consolar a esa madre, se cubrió la cabeza con el casco y entró en la vivienda. En el interior sintió el calor abrasador que siempre había en un lugar plagado de llamas, miró en todas las habitaciones de la casa, hasta llegar a la que estaba más alejada de la entrada. Abrió la puerta y se maravilló al ver lo que había tras ella: Una niña, de unos diez años, vestida con un traje azul y capa roja, tenía en sus brazos a un niño más pequeño, cubría su cuerpecito para protegerlo, le sonreía y le contaba una historia sobre los superhéroes que los salvarían.
     La niña levantó su mirada y al ver a Samuel le sonrió.
     - Te lo dije, Marcos, ha venido un superhéroe.- Después le entregó al niño a Samuel y cuando ya estuvo en sus brazos se desmayó.
     Marcos empezó a llorar y Samuel, por primera vez en veinte años, se conmovió y recordó porque razón siempre había soñado con convertirse en un superhéroe; esa niña le había recordado el motivo que lo había empujado a ser bombero y, cosas de la vida, también recordó algo que, con los años, se le había olvidado: Carpe Diem! Disfruta del momento.
     - Marcos, ¿confías en mí? – Le preguntó al pequeño.
     - Sí. – Contestó.
     - Bien, necesito que seas muy fuerte, quiero que te agarres a mí fuerte para que pueda coger a tu hermana y sacaros a los dos de aquí con mis súper poderes, ¿lo harás?
     - Sí. – El pequeño se agarró muy fuerte al cuello de Samuel, él cogió a la niña inconsciente y salieron de la casa. Las llamas eran cada vez más intensas, Samuel corrió como nunca lo había hecho en su vida, protegiendo a ambos niños con su cuerpo. En un tiempo indeterminado, podría ser un minuto podrían ser quince, los tres salieron por la puerta. La llorosa madre corrió hacia su hija y, aterrada, gritó un nombre.
     - ¡Rocío! – Los sanitarios acudieron con rapidez para ayudar a la niña y cuando ella, por fin, abrió los ojos tenía una enorme sonrisa en su rostro, no miró a su madre, sus ojos viajaron hasta su hermano pequeño y corrió hacia él para abrazarlo. Marcos se echó a llorar y Rocío buscó Samuel, lo localizó y caminó hacia él.
     - Gracias, superhéroe. – Le dijo y, ahí, frente a una niña manchada de hollín, Samuel descubrió que era lo que siempre había soñado: un superhéroe de carne y hueso.
     - En realidad la superheroína has sido tú, pequeña. – Le dijo.- Me has salvado la vida.
     - ¿Yo? – Rocío miró a Samuel con sus enormes ojos verdes, él le sonrió y se agachó para estar a su altura.
     - He recordado cosas que había olvidado, a veces, los superhéroes necesitamos a niños como tú para ver la vida como si fuera un regalo y disfrutar cada segundo de ella.
     - Jeje, ¡qué cosas más raras dices! – Rocío besó a Samuel en la mejilla y después corrió hacia Marcos que la esperaba sonriendo, se pusieron a jugar y Samuel regresó al camión de bomberos.
Las llamas se habían extinguido en la casa, pero en el interior de Samuel se había iluminado una pequeña llama, la de la ilusión de volver a ver las cosas con los ojos de un niño.
     Fin
     Quizás me he pasado quemando la casa de Rocío y su familia, pero lo cierto es que lo maravilloso de ser un niño es esa capacidad innata que tienen para sacar partido de la peor situación posible. Quería demostrar con esta historia que siempre hay que mantener un rayito de esperanza y tener los ojos abiertos para, de vez en cuando, descubrir la belleza en las pequeñas cosas de la vida; ya sea porque sale el sol por la mañana o por recordar alguna anécdota de nuestra infancia, olvidada, y evocarla con ilusión.
     Desde esta bitácora os ánimo a sacar una de esas anécdotas y disfrutar de ella como la primera vez que la vivisteis.
     Hasta la semana que viene y recordad, Carpe Diem!

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