miércoles, 27 de agosto de 2014

Siempre me ha gustado la poesía, es un hecho irrefutable.
Cuando estaba en el colegio y nos mandaban leer un poemario mis compañeros lo detestaban, pero a mí me encantaba. En mi adolescencia me leí grandes clásicos de la poesía española y disfruté como una enana con cada uno de los libros que cayeron en mis manos.
A los dieciséis años descubrí a los clásicos románticos ingleses y me leí de un tirón una colección de poesía escogida de John Keats, de hecho, una de sus estrofas es una de mis frases favoritas y, siempre que tengo ocasión, la coloco estratégicamente  en la conversación. Es una oración lapidaria y cargada de razón: “Belleza es verdad y verdad belleza, sólo eso y nada más debemos saber en la tierra”. Tanto es así que me quedé perpleja cuando en un capítulo de CSI Las Vegas Katherine suelta la frase de Keats a uno de sus compañeros CSI, desde ese momento miré al personaje de manera diferente.
Mi amor por la poesía en la universidad se encontró con una gran colección de grandes poetas franceses, cuyos libros devoré con pasión, mis favoritos Rimbaud y Baudelaire, con “Las flores del mal”.
 Un poco más adelante me hablaron de los sonetos de Shakeaspeare y, evidentemente, me los compré. Shakeaspeare ya me gustaba en teatro, pero al descubrir su poesía me convertí en una seguidora fiel de su obra; para muestra un botón, os dejo el principio del Soneto 46. “Mi ojo y mi corazón a muerte están en guerra, por como de tu vista el campo se reparte: mi ojo a mi corazón tu imagen ya le cierra, el corazón al ojo, el derecho a mirarte. Mi corazón arguye que él te tiene dentro, alcoba nunca por pupila penetrada, mas el otro a razones le sale al encuentro y alega que tu forma en él está pintada(…)”. No sé si se podrá decir mejor, lo dudo.
Recientemente mi profesora de alemán me pasó un poema de Rilke. Yo conocía su leyenda, un romántico alemán que murió por el pinchazo de un rosa, pero  nunca había tenido ocasión de leerme algo suyo y por eso descubrir Engellider (La canción de los Ángeles) fue todo un acontecimiento, llevaba mucho tiempo sin leer poesía y me alegro de que mi nuevo acercamiento al género venga de mano de uno de los grandes.
¿A qué viene todo este rollo?, os preguntaréis, y en seguida respondo a esa cuestión.
Yo siempre he amado la poesía y he querido escribir poemas desde que tengo uso de razón, pero para mi desgracia soy una poetisa terrible porque mis poemas carecen de alma y ya se sabe que un poema sin alma, es un poema muerto. Puedo hacer rimar las sílabas, incluso tratar de escribir un soneto, pero sale tan forzado que me acabo frustrando. Aún así, en ocasiones sigo intentando rimar, tratando de hallar la poesía escondida dentro de mí. Eso todavía no ha ocurrido, pero sí he escrito una canción rimada para una de mis series (mía porque yo soy su creadora, la guionista que la ha escrito, aún no he conseguido que me la produzcan pero no pierdo la esperanza J).
Después de leer “Engellieder” he tenido la necesidad de compartir esta pequeña canción con vosotros, no es hermosa como las grandes poesías que admiro, pero si alguien consigue agregarle la melodía adecuada tal vez se convierta en una bonita canción.
Desamor y ausencia
Me enamoré cuando te vi,
Ojos de gata, sonreír.
Te entregué mi amor
Y me llené de dolor.
Me asusté cuando te tuve
Nunca conocí amor tan dulce
Me escapé de ti
Y me sentí morir
ESTRIBILLO
Desamor y ausencia
Eso me dejaste
Desamor, soledad
Noches en blanco de tanto llorar
Desamor y ausencia
Eso me dejaste
Desamor, soledad
Noches en blanco de tanto llorar

Las noches son eternas,
Y están cargadas de pena
Sueño que te tengo
Y me desespero
Te recuerdo y te sueño
Imagino que te beso
Y me arrastra el vacío
Porque ya no eres mío
ESTRIBILLO
Desamor y ausencia
Eso me dejaste
Desamor, soledad
Noches en blanco de tanto llorar
Desamor y ausencia
Eso me dejaste
Desamor, soledad
Noches en blanco de tanto llorar

     En fin, ahí dejo la canción, si conocéis a un músico que le agregue la melodía decídmelo, me encantaría escucharla. Por ahora, yo vuelvo a Rilke y a su Engellieder.
     “Ich lieβ meinen Engel lange nicht los,
     und er verarmte mir in den Armen
     und wurde klein, un ich wurde groβ:
     und auf einmal war ich das Erbarmen
und er eine zitternde Bitte bloβ“
Desde “Tejedora” os recomiendo a Rilke. 

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