Hola, aquí vengo con mi segundo capítulo de "La decisión", en ella vemos a Dany enfrentándose a su pasado. ¿Se le aparecerá hoy también Dariel? Si queréis saberlo, seguid leyendo.
Capítulo 2
A
la mañana siguiente me desperté más despejada, me incorporé de la cama y me
sorprendió ver toda mi casa recogida, oliendo a limpio. Con una sonrisa me
dirigí al baño, me dediqué una hora a cuidar de mí misma y al terminar decidí
ir de compras. Al llegar a la primera tienda me fui a la sección de camisetas
y, por primera vez en trece años, cogí una con un considerable escote. Después
fui eligiendo más camisetas y vestidos. Al terminar con mi botín de ropa me
dirigí a la sección de ropa interior, donde me ocupé de elegir los conjuntos
más sexys.
El
teléfono me sonó cuando estaba pagando, mi madre me dio el nombre del hospital
dónde se encontraba Miguel y su número de habitación. El corazón me latió en el
pecho apresuradamente al tener esos datos. Me puse extremadamente nerviosa,
caminé hacia casa, me senté en el salón y, sin poder evitarlo, le recé.
Ángel de la Guarda, dulce
compañía, no me dejes sola ni de noche
ni de día, que me perdería.
Me
sorprendí al escuchar un aleteo, más aún al ver cómo Dariel se volvía a hacer
corpóreo ante mí.
-
¿Me llamaste?
-
No… bueno… sí… yo… te rezaba… es… ¿por qué has venido?
-
Sentí que me necesitabas, así que vine.
-
Yo… lo cierto… Dariel, ¿te puedo llamar Dariel?
-
Es mi nombre.
-
Voy a ver a Miguel… yo…
-
¿Por qué?
-
Para perdonarle.
-
No deberías hacerlo, él… ¿sabes lo que me costó traerte de vuelta, Daniela? ¿Sabes
cuántas horas luché por tu vida? ¿Cuántos días?
No
podía dejar de pensar en ti, en ningún momento, ocupabas completamente mi
mente, a todas horas. No me concentraba en otra cosa, sólo en tu rostro pálido,
en tu pecho completamente abierto, en el corte desde la clavícula hasta el
apéndice.
-
Eres un ángel, deberías estar acostumbrado a perder gente, ¿no?
Los seres humanos no somos inmortales como
vosotros.
-
Tú eres distinta a los demás… eres… especial para mí.- Dariel me observó
fijamente, sus ojos verdes se clavaron en los míos.
-
Debe ser porque soy la más problemática, seguro. Pero voy a hacerlo, tengo que
reflexionar sobre qué cambiaría de mi vida y estarás conmigo en que esa fue la
cosa más representativa de mi existencia.
-
¡No cambies eso, eso no por favor! – Me rogó con vehemencia.
-
No sé si cambiaré algo… me lo estoy planteando, tanteando el terreno… ¿por qué
te pones tan a la defensiva sobre este tema? Al fin y al cabo, como mi ángel te
debería aliviar la opción de borrar ese pasado amargo.
-
Ese instante también me pertenece a mí, ¿sabes?
Soy
yo quien luchó por salvarte, soy yo quien le plantó cara a tu herida mortal y,
al final, quien te salvó. Es un momento tan mío como tuyo y me gustaría que lo
conservaras, fuiste muy fuerte, nunca vi a nadie luchar tan fieramente por su
vida. Me siento orgulloso de haberlo visto y por eso, te lo suplico, no
reniegues de ello.
-
Te lo prometo, Dariel. Nunca renunciaré
a ese recuerdo.
-
Gracias. – Dariel me sonrió, después me
incorporó del sofá y me envolvió en sus alas de color perla. Eran
suaves, olían a cielo, a mar. Al notar su cálido abrazo me sentí como si toda
mi vida, toda ella, mereciera la pena por ese único instante. Estuvimos cerca
de media hora en silencio, yo sentía su presencia reconfortándome el corazón,
me sentía a salvo, protegida, como si nada malo pudiera ocurrirme con él cerca.
Al separarnos le miré a los ojos un instante, sin pensarlo le di un beso en la
mejilla.
-
Gracias por venir, aunque hayas tardado trece años en volverte corpóreo. Mi madre me pidió que te diera un recado,
según ella, ya podías haber venido antes.
-
Yo me alegro de que no ocurriera así. – Dariel me sonrió, me acarició la
frente. – Sólo soy tu ángel desde hace trece años, antes estabas bajo la
protección de otro y si lo llegas a ver entonces no serías ahora mi protegida.
-
Di por hecho que a los ángeles os asignaban a una carga con su nacimiento y que
eso nunca cambiaba.
-
Suele ser así, contigo hicieron una excepción.
-
¿Por qué?
-
¿Es tan importante saberlo? Yo estoy satisfecho con este arreglo, ¿para qué
remover el pasado?
-
Tienes razón.
-
Me voy, cuídate, Daniela. – Dariel me besó en la frente y desapareció en un
aleteo.
Yo, animada por su visita, empecé a
vestirme para visitar a Miguel. Ese encuentro me daba auténtico pavor, pero
decidí que merecía cerrar el pasado de una vez por todas.
Dos horas más tarde me encontraba en
el hospital dónde se hallaba Miguel. Al verlo, con la puesta de sol al fondo,
sentí escalofríos. Todo mi mundo se iba a agitar después de ese encuentro, lo
cual me aterraba hasta límites insospechados. Con paso decidido entre en el
interior. El inmenso edificio me devoró por un instante, sentí cómo mi cuerpo
se negaba a avanzar hacia el puesto de enfermeras, me obligué a seguir hacia
adelante. Al llegar a él una joven enfermera pelirroja me dedicó una mirada
afable.
- ¿En qué puedo ayudarla?
- Yo… vengo de visita.- Contesté. –
Miguel… Miguel… - Me palpé la cicatriz sin darme cuenta, llevaba una camiseta
con escote y a la enfermera no le pasó desapercibida mi herida.
- Tú eres Daniela, ¿verdad? – Me
dijo con un tono cargado de piedad.
- Sí.
- ¿Por qué vienes a verlo?
- Para enterrar el pasado.
- No deberías estar aquí, no es
bueno para ti y no creo que sea bueno para él. Cuando su madre me llamó para
decirme que vendrías no lo comprendí, sigo sin entenderlo.
Es
un asesino, casi acaba con tu vida.
-
Lo sé, pero si no cierro esa puerta nunca podré ser feliz. Debo reconciliarme
conmigo misma y con él antes de dar otro paso en falso.
-
Te acompañaré hasta la habitación, me quedaré contigo por si acaso.
-
Te lo agradezco, pero no lo necesito. ¿En qué planta está?
-
La tercera, sección de psiquiatría.
-
Gracias. – Le sonreí a la enfermera con calma, después llamé al ascensor. Mientras
subía hasta la tercera planta recordé mi pasado. Miguel fue mi primer amor, mi
primera vez y eso ya no lo podría cambiar. Al detenerse el ascensor el corazón
se me sobresaltó en el pecho. Recordé la caricia de las alas de Dariel para
reconfortarme. Después caminé hacia la habitación. Llamé a la puerta, su voz me
invitó desde el otro lado a entrar. Abrí de golpe, mis ojos se engancharon con
los suyos. En un instante su rostro se llenó de vergüenza y trató de esconderlo
con las manos.
- He venido a perdonarte, Miguel. – Le dije.-
Lo menos que puedes hacer es mirarme.
-
No deberías estar aquí, Daniela.
-
Solías llamarme Dany.
-
Solía amarte y las voces me ordenaron matarte… yo… lo siento… perdóname… yo…
¿por qué estás aquí?
No
soporto verte, Daniela. Eres un recuerdo de un pasado que quisiera olvidar.
-
No podrás hacerlo hasta que me mires a los ojos, Miguel.- Afirmé, después me
aproximé a él, le quité las manos de la cara y lo observé fijamente. – Había
olvidado lo guapo que eres. – Le sonreí. – Incluso en una habitación como esta
tus ojos siguen siendo grises, tu pelo es rubio, pero tienes canas.
¿Cómo
estás, Miguel?
-
Daniela… - Susurró. – Perdóname, no quise… yo… no era yo, no es excusa… lo
siento, Dany, te lo suplico, perdóname y márchate. Verte me hace daño. –
Murmuró, después sus ojos descendieron a la cicatriz, con una de sus manos la
acarició. – Yo te hice esto.
-
Sí.
-
¿Te duele?
-
Ahora ya no.
He
venido para hablar contigo, deseaba reconciliarme con mi pasado. Dime, Miguel,
si un ángel de la guarda te ofreciera cambiar una de las decisiones de tu vida,
¿lo harías? ¿Cambiarías algo?
-
Vaya pregunta más rara, Dany. – Miguel me sonrió con tristeza. – Se supone que
el loco aquí soy yo.
-
Quizás por eso te la hago.
-
Sin dudarlo. – Miguel se encogió de hombros. – Borraría ese 15 de septiembre,
lo eliminaría… de hecho, iría más allá, olvidaría nuestro primer encuentro, ese
maldito día, para que tú no tuvieses un recuerdo constante de mí, de lo que te
hice.
-
Pero las decisiones tomadas forjan nuestro destino, incluso las equivocadas.
-
Créeme, el puñetero destino se puede ir a la mierda.
-
Mi ángel de la guarda me ha dado la oportunidad de elegir el instante, pero
ese… no, no quiero olvidarlo. Fue el peor día de mi vida y, aún así, ahora con
el tiempo no me arrepiento de nada. Tú fuiste mi primer amor, te equivocaste
porque estabas enfermo, pero eso no es culpa tuya. Quizás me estoy haciendo más
vieja, pero sabes, para seguir adelante vas a tener que perdonarte a ti mismo.
Aunque yo te absuelva una y mil veces, no te servirá de nada si tú no te
perdonas.
El
pasado merece un cierre, nuestra historia de amor también y se lo doy ahora.
-
Has madurado.
-
La vida me puso en mi lugar. – Contesté. – Y un doctor, ahora muerto, me dio la
oportunidad de avanzar. Me marcho, no
volveré a visitarte nunca más, ya hice lo que venía a hacer. Adiós, Miguel.
-
Adiós, Dany. Me alegro de haberte visto, a pesar de todo.
-
Y yo también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario