miércoles, 21 de agosto de 2013

Siguiente capítulo de esta versión, una vez más, vemos el punto de vista de Daniela y cómo la visita de Dariel ha afectado a su manera de ver la vida y cómo ésto influirá en el cambio que se producirá al final de la historia. 
Capítulo 5
Al día siguiente me desperté muy animada. Tenía que reflexionar sobre todo lo qué me había ocurrido, sobre el hecho de que yo tenía un Ángel de la Guarda y él me había ofrecido la oportunidad de cambiar alguna de las decisiones de mi vida. Todavía me encontraba confusa por el encuentro del día anterior, por el hecho de tener mi propio Ángel y de que fuera una persona a la que yo había conocido, aunque no se lo hubiera dicho.
Me incorporé de la cama, realicé las acciones de todos los días, pero me sentía distinta, diferente. Por primera vez en muchos años me quedé desnuda delante de un espejo para ver la cicatriz que cubría mi torso. Las líneas estaban muy bien definidas, las puntadas habían sido perfectas y me sorprendía verlas. Yo, con varios años de experiencia como médico, jamás había logrado nada parecido al coser a mis pacientes. Me examiné detenidamente para tratar de averiguar en qué había cambiado en esos últimos años; había unas pequeñas arrugas en mis ojos, canas y había perdido varios kilos. Al observarme fijamente no me reconocí, sí, veía mi cara como siempre, pero había algo diferente.
Ya no era la persona alegre que solía ser, tal vez Dariel tenía razón, era hora de plantearse cambiar las cosas.
En realidad me pasaba la vida interpretando un papel, sonreía, pero en el fondo no me reía, salvo en situaciones ridículas como cuando me caí en el piso de mi casa. Necesitaba, urgentemente, ser capaz de soltar una buena carcajada, disfrutar cada día de mi vida. Si lo pensaba seriamente me habían dado una nueva oportunidad y yo no le había sacado todo el jugo posible.

Me conformaba con pasar por la vida sin dejar huella, levantarme, ir al trabajo, salir con diferentes chicos para mitigar un poco la soledad, comer en casa de mis padres o de mi hermana, visitar a los parientes, toda mi vida era rutinaria. No había lugar para la improvisación, no me permitía tomar una decisión sin haberla planificado al mínimo detalle. Mi existencia monótona, estaba todo apuntado, no había sorpresas. Supongo que había optado por planear todo para evitar encontrarme en una situación de riesgo para mi vida como lo fue Miguel. Había matado la pasión o el amor, me daba demasiado miedo llegar más allá en una relación porque el terror a volver a convertirme en el blanco de un psicópata.
Mi miedo estaba magnificado y sólo veía amenazas alrededor. No era capaz de recordar la última vez que me había dejado llevar por un impulso; por lo general, si algo en mi interior me invitaba a hacer algo que se saliese del camino, una voz más alta me obligaba a volver a la transitada senda conocida.
Bien pensado, ir a casa de mis padres para encontrarme con un tío que ni siquiera me caía bien era una muestra de lo bajo que había caído. No soportaba a David, nunca había sido capaz de estar más de tres minutos con él porque era un narcisista, sólo preocupado por sí mismo y me indigna ese tipo de personas que van por la vida como si fuesen un puto regalo. Esos gilipollas que se creen perfectos porque todo les sale bien y no tienen que dejarse la piel luchando por conseguir su objetivo.
Por un instante me enfurecí conmigo misma por no haber dicho a mis padres todo esto, después cogí el teléfono móvil y llamé a mi madre.
- Hola cariño.

- Mamá no voy a ir a vuestra casa, lo siento, lo he repensado y, la verdad, no soporto a David; es un gilipollas y soy incapaz de estar más de tres minutos aguantando sus tonterías.
- Cariño, ya le he dicho que venías.
- Pues invéntate que tengo una guardia, me da igual, no pienso ir a soportar a un cretino sólo porque me siento tan sola que quedo con un imbécil de caza mayor.
- Dani, ¿estás bien? – Preguntó preocupada.
- No, mamá, no estoy bien. – Admití. – Llevo trece años jodida, pero no me he dado cuenta hasta ahora. Debo empezar a vivir la vida y dejar de amargarme por el pasado. Lo de Miguel fue una putada, pero es hora de superarlo.
- Cariño, me estás preocupando… voy inmediatamente a tu casa, cancelaré la cena y…
- No hace falta que canceles la cena, estoy bien, de verdad. Sólo he reflexionado un poco sobre los últimos años de mi vida y he decidido dar un paso adelante. Te prometo que mañana iré a casa a veros a papá y a ti, pero hoy necesito estar a solas. Hay muchas cosas sobre las cuales debo pensar, tengo heridas abiertas y deseo cerrarlas de una vez.
- Me estás asustando terriblemente, voy a tu casa ahora mismo. – Dijo mi madre y colgó el teléfono.
Yo me quedé con el móvil en la mano durante un rato, después fui hacia la ducha, me duché en tres minutos y me vestí. Conociendo a mi madre, estaba a punto de llegar.
El timbre sonó cuando terminaba de ponerme la camiseta, caminé hacia la puerta y me encontré el rostro de mi madre lleno de arrugas de preocupación.
- Cariño. – Susurró y me rodeó en sus brazos, me apretó tanto que, casi, me cortó la respiración.
- Estoy bien, mamá.
- Cielo… ¿qué ha ocurrido?
- He tenido un sueño curioso. – Insinué; no iba a decirle a mi madre nada del Ángel de la Guarda porque, seguro, se creería que estoy loca.
- ¿Qué clase de sueño?
- En él veía al doctor Pardo quien decía que estaba echando a perder mi vida, me reprochaba que me paso todo el rato fingiendo estar bien, pero en el fondo todavía me asusta el pasado.
- ¿Es eso cierto, cariño?
- En cierto modo. – Contesté. – Esta ha sido la primera noche en la cual no soñé que Miguel volvía para terminar lo que empezó.
Últimamente lo hago mucho, interpretar un papel, sonreír sin ganas y creo que necesito replantearme mi vida. Me gusta mi trabajo, me encanta ayudar a los demás, pero es hora de que recapacite sobre todas las decisiones erróneas y, tal vez, pueda pensar qué haría diferente si pudiera cambiar una sola de ellas.
- ¿Por qué no nos lo dijiste? ¿Lo de las pesadillas?
- Pensaba que podía lidiar con ello, no quería preocuparos innecesariamente.
- Cielo, nosotros estamos aquí para ayudarte, puedes confiarnos tus preocupaciones, no somos niños pequeños a los cuales debas proteger.
Lo de Miguel también trastocó nuestras vidas y nos influyó. Tu hermana se pasó dos años en terapia hasta que logró aceptar el hecho de que fue ella, con tan sólo veintitrés años, quién te salvó de una muerte segura.
Tu padre y yo también tuvimos que ir a terapia, no comprendíamos por qué no estábamos allí para proteger a nuestra niñita.


Tus abuelos, tus tíos, toda la familia lleva conviviendo con esa tragedia. A todos nos influyó, todos sufrimos por ella, todos tenemos cicatrices en el alma a causa de ese traumático acontecimiento y por eso, cariño mío, tenías que haberlo hablado con nosotros.
Quizás si no lo consideráramos un tema tabú las cosas irían mejor.
- ¿Crees que nuestra vida sería distinta si no me hubiera enamorado de él?
- Sí, sin duda alguna.
- ¿Sería mejor?
- Tal vez, no tengo una respuesta para esa pregunta. No puedes cambiar el pasado, lo único que puedes hacer es aferrarte al presente.
Una lección que aprendí por las malas. – Murmuró mi madre y me rodeó afectuosamente entre sus brazos. – Mi niña, ¿por qué no me dijiste nada de esto antes?
- Era más fácil fingir.
- Todos lo hemos hecho, ¿no es cierto?
Hemos corrido un tupido velo como si nada hubiera pasado, como si ese loco no hubiera intentado arrebatarte la vida.
- Está enfermo. – Afirmé y me sorprendí al comprender que ya no sentía miedo de mi fantasma. – Desde el punto de vista médico es un enfermo mental, no es directamente responsable de sus actos. Está en su genética, no hay razones externas o un patrón por el cual hubiera sufrido el brote esquizofrénico en ese momento, es probable que su mente hiciera “chas” tiempo atrás, pero hasta ese instante no se descontroló.
- ¿Lo estás justificando? – Indagó mi madre, con un cierto tono de ira.
- No lo justifico, pero desde el punto de vista médico, lo comprendo.
Sabes, mamá, creo que ya no tengo miedo de mi pasado y es un primer paso muy importante.
- Cielo, quizás deberías ir a terapia otra vez y…
- No hace falta, estoy segura de que a partir de aquí puedo continuar yo sola. Ese sueño ha sido muy importante, me ha ayudado a aclarar las ideas y puedo empezar a dar pasitos chiquititos para arreglar la situación; el primero es negarme a ir a vuestra cena de Aniversario.
- De acuerdo.- Mi madre me observó un instante. - ¿Quieres que hablemos de ello?
- Ya lo hemos hecho, déjame intentar solucionar mis problemas a mí, es hora de que me enfrente a ellos y, aunque agradezco tu oferta, este camino lo debo recorrer yo sola.
     Hablaré con papá y con Diana también, pero por hoy he tenido suficiente.
     - Ese sueño ha sido muy importante, me alegro de que lo hayas tenido.
     - Yo también, puede hacer que las cosas cambien.
     - ¿Por qué no vienes a comer a casa?
     - Gracias mamá, pero hoy necesito estar sola. Aún hay mucho sobre lo que recapacitar.
     No te preocupes, te prometo que estoy bien.
     - Yo también lo creo, hay algo distinto en ti, estás diferente y pareces más fuerte.
     - He escuchado a mi inconsciente. – Susurré y, en mi mente, recé una plegaria a Dariel.
     - ¿Vendrás mañana a comer?
     - Sí, pasadlo bien y siento dejaros colgados esta noche.
     - No importa, diré que te surgió algo importante y ellos lo comprenderán.
     Cariño, ¿me llamarás si necesitas algo?
     - Lo haré, gracias por venir y por preocuparte.
     - De nada tesoro, ya sabes que estoy aquí para lo que necesites.
     - Lo sé, mamá, muchas gracias.
     - Por alguna razón me recuerdas a cómo solías ser antes, tal vez tengas razón y has estado fingiendo todo este tiempo y, quizás, todos fingíamos no darnos cuenta para evitar el tema, pero empiezo a vislumbrar cómo puedes llegar a ser una vez que rompas con el pasado.
     - Aprenderé a ser mejor, me pareceré un poco más al doctor Pardo.
     - Eso le habría gustado.
     - Yo también lo creo. – Aseveré, mi madre me dio un último abrazo y abandonó mi casa.
     A solas en mi piso recordé a Darío y decidí que era hora de visitar su tumba. Me acerqué a la floristería, cogí un ramo de flores y fui al cementerio. Al entrar me estremecí, tuve el deseo irrefrenable de salir corriendo, pero no lo hice. Caminé hacia el lugar de reposo de Darío, me coloqué frente a su tumba y vi un hermoso centro.
Hacía exactamente trece años que Darío había muerto, y ese lugar era un recuerdo constante de que él no había tenido una segunda oportunidad como yo. Me arrodillé y recé una plegaria. Sentí su presencia antes de que hiciera su aparición, sus hermosas alas blancas brillaban con la luz del sol.
     - Me has llamado. – Dijo y yo le sonreí.
     - Gracias por salvarme.
     - No hice gran cosa…
     - Esta mañana he contemplado la cicatriz, llevo varios años como médico y nunca he conseguido hacer unas puntadas tan perfectas.
     - Nunca me esforcé tanto.- Reconoció.- Tú eras diferente, querías vivir, te aferrabas con ambas manos a tu vida y quise ayudarte.
     - Me hubiera gustado poder ayudarte yo.- Admití y acaricié su mejilla. – Lo siento mucho.
     - En realidad tú me salvaste primero, estaba en deuda contigo.- Dariel me dedicó una mirada y me estremecí porque era hermoso, mucho más de lo que había sido cuando todavía se llamaba Darío Pardo
     - ¿A qué te refieres?
     - Todavía no lo sé.-Dariel me sonrió y miró el ramo de flores que había colocado sobre su tumba.- Gracias, son muy bonitas.
     - Tenía que haber venido antes, pero eso hacía real tu muerte y yo no quería pensar en ello. Fuiste mi ángel de la guarda.
     - Todavía lo soy. – Contestó y besó mi frente. – Cuídate, Daniela y, cuando sepas tu respuesta, llámame.
     - Gracias por salvarme entonces y por venir a ayudarme ahora, creo que no era consciente de mi situación hasta que te apareciste en mi casa. Pensaba que todo estaba bien, no me daba cuenta de lo engañada que estaba.
     - Es mi trabajo, protegerte y cuidarte. Recuerda mi oración “Ángel de la guarda, dulce compañía, no me dejes sola ni de noche ni de día, que me perdería”
     - Lo haré. – Aseguré y él se desvaneció.
     Me quedé en silencio un momento, después tomé una decisión que iba a cambiar mi vida; iría a ver a Miguel. Era hora de plantarle cara a mi sombra del pasado.

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