martes, 31 de octubre de 2017

Una historia en el Océano

 Una historia en el Océano

 El ruido de la mar lo despertó. Se levantó y contempló la inmesidad del Océano que lo rodeaba, el mar estaba en calma, las gaviotas volaban en el cielo, salió al exterior y contempló el paisaje que se abría ante sus ojos. El sol estaba despertando y no había nadie a su alrededor. No había vecinos, no había jefes, no había compañeros de trabajo, nadie que pudiera interrumpir ese instante mágico. El cielo fue tiñéndose, variando de color, convirtiéndose en una amalgaba de naranjas, violetas y azules. Contempló el timón y sonrió. Se sintió libre por primera vez en años, no tenía horarios, no tenía obligaciones, disponía de su propio tiempo. Se había ocupado de llenar bien su barco con las cosas necesarias para permanecer en el medio del Océano el tiempo necesario hasta su próximo destino. Una ciudad portuaria que nunca había visitado. 
Cada día era una aventura, cada mañana un nuevo comienzo, instantes en los que se olvidaba de la gente, del ruido de quienes no sabían callar, del silencio de los que callaban de más. No echaba de menos nada, en su barco había electricidad para conectar su ordenador y aventurarse a un mundo nuevo cada día. Escribía historias para entretenerse y, cuando se aburría, escogía una película de su colección y la contemplaba, riéndose en el lugar adecuado, llorando en las escenas precisas y disfrutando de los efectos especiales si elegía una de esas historias sin más argumento que muchas explosiones. Cuando se aburría elegía un libro de la minibiblioteca que se había llevado consigo y, si se sentía nostálgico, ponía su música para acompañarlo en el silencio de su viaje. A veces cantaba a toda voz, otras se limitaba a bailar en el barco. 
Por primera vez en años se sentía feliz de verdad. Había perdido muhas cosas en su vida, había perdido la esperanza, la ilusión, los sueños y se había perdido a sí mismo persiguiendo un sueño que no era el suyo.
Ese viaje en el Océano era una oportunidad de encontrarse a sí mismo, de localizar aquello que había perdido y de aprender una o dos lecciones.
Se había desconectado de las redes sociales, no escuchaba las noticias, no leía la prensa...
Era un aventurero en su propio Universo. Sabía que no encontraría sirenas en su camino, que no habría ballenas blancas a las que cazar, pero por una vez se sentía como uno de los héroes de sus historias favoritas de la infancia.
El mundo estaba en silencio y esperaba que lo estuviera durante mucho más tiempo.
Un mundo sin enemigos, sin amigos, se tenía solo a sí mismo y eso era una aventura. Quizás al término de ella se encontraría otra vez o, tal vez, hallaría algo completamente diferente a sí  mismo.
FIN

Hoy me inspiré en el misterioso Océano para escribir mi relato literario. El Mar es uno de mis lugares favoritos del mundo, es calmo y tranquilo, pero se puede convertir en fiero a su voluntad. Toda mi vida he vivido al lado del Mar y siempre me ha inspirado. Mis primeras historias las escribí en libretas que me llevaba a la playa y subida en una roca escribía ideas, relatos. Solía ser mi lugar favorito para inspirarme.
Hasta el próximo Tejedora e Hilandera de sueños.
 


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